Colaboración invitada
El fin de semana del 12 al 14 de agosto de 2022 fue un desastre para Baja California, no solo en violencia e inseguridad pública, al sufrir por primera vez en su historia acciones coordinadas de terrorismo urbano por parte de la delincuencia organizada; lo fue en ineficiencia de gobierno, de representación pública, de vínculo popular al sufragio.
Esos días negros dejaron al descubierto la falta de respuesta inmediata a una crisis pública, por parte de los gobiernos de Morena: tanto municipales como estatal no supieron qué hacer; se quedaron pasmados, como liebres lampareadas a la orilla de un surco.
La falta de reacción, de información, de conexión social en las horas siguientes a los atentados fue de una brutal inexperiencia de gobierno para lo que fueron electos, para lo que según ellos eran mejores. Morena y sus gobiernos en Baja California mostraron de qué están verdaderamente hechos: de propaganda rancia, discurso demagógico y de sostener una frívola ilusión donde, para su percepción, la población es imbécil y merecedora de su irresponsabilidad e ineptitud ya probada.
Nuestro Estado no merecía el gobierno que se mostró en esos momentos definitorios; requeríamos de una atención inmediata, de comunicación efectiva, de presencia real, oportuna, de algo llamado liderazgo y representación, sin guion prefabricado, sin tomas medidas, sin diseño de lenguaje para no decir nada. El resultado: comunicados de la Gobernadora cuidando no mancillar la fallida y sangrienta estrategia del Presidente de la República contra la delincuencia organizada, olvidando que su superior y a quien debe de poner por enfrente es al pueblo de Baja California y no a un mandatario que, burlándose de los bajacalifornianos y de sus familias, nos dice que en nuestro Estado no hubo nada más que un show montado por “conservadores”.
¿Cómo hubiera reaccionado quien hoy nos gobierna de Morena, desde la oposición, si dicha declaración la hubiera hecho un Presidente panista, priista o de Movimiento Ciudadano? El gatopardismo es simplemente detestable. O de nuestras presidentas municipales de Tijuana y Mexicali, quienes contribuyeron con más combustible a la hoguera de miedo público de sus enormes municipios frente a su mínima experiencia y templanza; al invitar la primera a “cobrarse facturas” entre delincuentes y no afectar ciudadanos, o la segunda saliendo a hablarle a los mexicalenses cinco horas después de los eventos, posterior a todos los medios (hasta los nacionales) y, peor aún, mucho después de acciones y comunicaciones de la misma sociedad ante la falta de pronunciamiento de su autoridad más cercana, lo que se confirmaría días después cuando su gobierno admitió que el desfase en responderle a los mexicalenses era por protocolo de ”terrorismo”; de ese grado el manejo de la ciudad por su alcaldesa.
¿Y cómo concluye este desastre? Pues de la mejor manera para aquellos que solo gobiernan con el control de daños como premisa y los distractores como la mejor herramienta para ocultar errores, omisiones y limitantes, con una cortina de humo caída del cielo: el enorme ego de Jaime Bonilla, quien desde la tribuna del Senado de la República lanza un ataque contra la Gobernadora del Estado, señalando a su gobierno como cómplice de la delincuencia organizada y generando de manera inmediata una reacción nacional en contra de sus temerarias declaraciones y, puesta la mesa, con este señuelo involuntario, salvarle la cara a los gobiernos de la 4T en Baja California en la forzosa rendición de cuentas requerida por su pésima y lamentable labor pública, en la crisis que existió solo unos días y término enterrando el Senador Bonilla, en su ímpetu desenfrenado por protagonizar el giro del mundo sobre su persona.
Gracias a Jaime Bonilla, su gobernadora, sus presidentas municipales, su partido, su 4T, la volvió a librar; todo ha quedado en el olvido, todo ha sido superado. ¿La oposición política? Esa seguirá sobre el “Ingeniero”, mordiendo el anzuelo de lo mediático por encima del fondo, que tarde o temprano volverá a acechar a Baja California.
La ciudadanía, los medios de comunicación, los organismos intermedios, no podemos caer en estos garlitos políticos, están nuestras familias y nuestra tierra de por medio. Sobre los delincuentes y los incapaces gobiernos, debe de prevalecer Baja California.
Héctor R. Ibarra Calvo es mexicalense, abogado postulante y catedrático de Amparo en Cetys Universidad. Regidor en el XXII y XXIII Ayuntamiento de Mexicali.
Correo: hectoribarra@idlegal.com.mx Twitter: @ibarracalvo