Empleado de visado de pasaportes habría aportado datos para identificar al agente de la DEA, Enrique Camarena, dijeron en declaraciones ministeriales los narcotraficantes Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca en 1985 Aunque se culpaban el uno al otro de enviar a un emisario que conocía a empleado del Consulado, señalaron el hecho. La persona que consiguió la información, José Luis Gallardo Parra “El Güero”, murió recientemente de un mal renal, preso por el mismo caso. Estudios criminológicos muestran que Caro ha moldeado su conducta al exterior, no así su personalidad de riesgo social
Pese a estar asentado en el expediente del homicidio del agente Enrique Camarena Salazar, miembro de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) desde que fueron detenidos sus asesinos en abril de 1985, un detalle ha pasado desapercibido para investigadores y medios de comunicación: al detective lo traicionaron desde adentro del Consulado de los Estados Unidos en Guadalajara.
Así se desprende de las declaraciones ministeriales de los protagonistas, autores intelectuales del crimen: Rafael Caro Quintero, recientemente detenido en los límites de Sinaloa con Chihuahua; y Ernesto Fonseca Carillo “Don Neto”, quienes señalaron que uno de sus colaboradores obtuvo información de uno de los empleados consulares para identificar al agente Camarena.
Ese colaborador que trabajaba para el Cártel de Guadalajara era precisamente el sinaloense José Luis Gallardo Parra “El Güero” y/o “El Güerito”, quien falleció apenas el 29 de abril de 2022, víctima de un mal renal, a cinco años de compurgar su sentencia de 40 años de prisión por su participación en el secuestro, homicidio e inhumación clandestina del policía estadounidense.
LO DICHO POR CARO
En la declaración de Rafael Caro Quintero, dentro de la averiguación previa 2567/85, el 10 de abril de 1985, el originario del rancho La Noria en Badiraguato, Sinaloa dijo al Ministerio Público que en la fecha del secuestro del agente norteamericano, estando reunidos en su casa de Guadalajara, José Luis Gallardo Parra le dijo a su compadre Ernesto Fonseca que iba hacia el Consulado americano, que si se le ofrecía alguna cosa, contestándole Ernesto “que tratara de identificar a Enrique Camarena Salazar, miembro de la DEA, ya que quería hablar con él porque le andaban echando mucha tierra, y quería saber qué gentes eran”.
Caro Quintero dijo que “El Güero” contestó que personalmente no conocía al agente Camarena, pero que “el encargado de la Sección de Pasaportes (en la sede diplomática) era amigo de él, y que podría darle su media filiación y se lo podría mostrar, como en efecto sucedió, ya que enseguida José Luis Gallardo Parra se fue al Consulado y después de una hora regresó a la misma casa donde se encontraba el de la voz y sus acompañantes”.
En esa reunión estaban pistoleros de Caro y Fonseca, distribuidos en toda la famosa vivienda de la calle Lope de Vega, cerca de Avenida Mariano Otero, pero quienes estaban al pendiente del plan eran los propios capos: Samuel Ramírez Razo “El Sam”, Gerardo Torres Lepe, Sergio “El Chino” y René López, todos identificados como gente de “Don Neto”.
“Al llegar José Luis Gallardo les dijo a los ahí presentes ‘ahí está’, significando con ello que ya había checado que Enrique Camarena Salazar se encontraba localizable en el Consulado de Guadalajara, y entonces Ernesto Fonseca ordenó que lo trajeran a la ‘casa’ porque quería hablar con él, comisionando para ello al propio José Luis, a su lugarteniente Samuel Ramírez Razo, a Gerardo Torres Lepe, Sergio ‘El Chino’ y René López”, declaró en aquel entonces el recién reaprehendido.
Caro Quintero habría de agregar que su compadre Fonseca les indicó a Gallardo Parra y a sus elementos de confianza, entre ellos Samuel Ramírez, trasladarse “al Consulado y que le hicieran guardia (a Camarena) hasta que saliera, que lo vigilaran y se lo trajeran a como dé lugar. Fue entonces cuando alguno de los comisionados preguntó en que se iban a ir y Fonseca determinó que se fueran en el carro de José Luis, que es un Atlantic amarillito y en una pick-up blanca”.
VERSIÓN DE “DON NETO”
Al emitir su atesto ministerial, Ernesto Fonseca Carrillo dijo que las cosas fueron al revés, que fue Rafael quien ordenó que llevaran a “Kiki” Camarena ante su presencia, aunque reconoció que él también deseaba hablar con el agente para aclarar “todas las intrigas, de líos, de que el declarante era el cerebro de grupos organizados del narcotráfico mexicano, quería saber quién le había achacado cosas comprometiéndole, quién le ponía el dedo, de dónde se localizaban sus sembradíos de marihuana en el Estado de Jalisco”.
En tanto, Caro Quintero quería saber de Camarena Salazar “quién le había puesto el dedo en los ranchos de sembradío de marihuana en Chihuahua, estos ranchos se llamaban ‘El Búfalo’, con sus campamentos ‘El Vaquero’ y un tercero que no recuerdo, donde le habían destruido todos sus sembradíos y había perdido todo, hablando de millones de millones de dólares”, enfatizó Fonseca, quien agregó que dos días antes del secuestro convinieron en llevar al policía ante ellos para amenazarlo, como ya lo habían hecho con otros agentes de la DEA a quienes balearon los carros para que se fueran de Guadalajara.
El 7 de febrero de 1985, los capos y pistoleros referidos anteriormente se reunieron en casa de Caro Quintero, reconoció Fonseca, quien afirmó que “Rafael dijo: ‘Yo voy a mandar por él’. Rafael mando al ‘Güero’ José Luis Gallardo a que lo identificara a la embajada (sic). Gallardo dijo que iba a ir con un amigo que tenía ahí en el Consulado, que le ayudaba a visar los pasaportes y que ese le podría mostrar a Camarena si estaba ahí, yéndose el referido José Luis”.
Cuando Gallardo Parra regresó, entre una y dos de la tarde, le dijo a Caro y a Ernesto: “Ya está. Rafael contestó ‘sale’, pidiéndome dos muchachos, dirigiéndome a mi compadre Samuel ‘póngase de acuerdo aquí con mi compadre Rafa sobre este asunto’, y se fueron a platicar los compadres ‘Rafa’ y Samuel. El resultado de la plática fue que saliendo del Consulado iban a traer a Enrique Camarena, como a las dos de la tarde, porque el Consulado está muy cerca de la casa”, detallaba el relato de “Don Neto”.
Hoy, estas versiones coincidentes en señalar que un empleado del Consulado dio información a José Luis Gallardo Parra para identificar al agente Camarena no se puede corroborar con el apodado “El Güero”, pues el viernes 29 de abril del año en curso, el ex interno del penal de Puente Grande falleció en el Hospital Civil de Guadalajara por una arritmia cardiaca súbita, a consecuencia de un grave mal renal que tenía varios años de padecer. Sin embargo, durante 33 años nunca se indagó quién fue ese misterioso personaje del área de visado de pasaportes que se habría prestado a la traición contra el agente Camarena.
PERFIL ALMOLOYA
De 1985 a 2013, tiempo que estuvo prisionero el narcotraficante Rafael Caro Quintero en diversas cárceles del país de media y máxima seguridad, a la fecha actual en que fue recapturado por elementos de la Marina Armada de México, el fundador del extinto Cártel de Guadalajara ha logrado moldear su conducta, no así su personalidad y clasificación criminológica, pues sigue siendo un profesional, un autor intelectual y una persona de riesgo social, destacan diversos estudios realizados por especialistas.
En 1992, al ser uno de los reclusos que inauguró el recién construido Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) Número 1, entonces conocido como “La Palma” y hoy Altiplano, una evolución de áreas técnicas determinó que, “por su afán de dominio, las relaciones de Caro Quintero con la autoridad eran de rebeldía y oposicionismo, debido a lo cual busca siempre seducir a otros internos para organizarlos y lograr así el control del penal, como lo hizo en el Reclusorio Norte.
“Es un gran corruptor de autoridades y siempre intenta comprarlas. Además, su poder económico -que le ayuda mucho a desarrollar su liderazgo- lo hace ostentoso y alardeante. Criminológicamente está clasificado como un individuo de alta capacidad criminal”, detallaba el estudio que psicológicamente describía al narcotraficante con un perfil de narcisista, egocéntrico, tenaz, oportunista, ambicioso, utilitarista y rebelde.
Juan Pablo de Tavira y Noriega, primer director del penal de máxima seguridad Altiplano, ubicado en Almoloya de Juárez, escribió en un libro penitenciario sobre el capo: “Hombre primitivo e inquieto, Caro Quintero tiende a ser líder del submundo del crimen; su inteligencia es natural y sorprendente. Sin embargo, está impregnado de un narcisismo tal que lo lleva a depilarse las cejas y a desacreditar las actividades culturales y educativas llamándolas ‘mariconerías’.
PUENTE GRANDE
Después de que la conducta del criminal se fue ablandando ante la dureza del modelo carcelario, en abril de 2007, un informe rendido por la directora general de Cefereso Número 2 Occidente a un juez, refería sobre el personaje que desde su ingreso al penal de máxima seguridad de Puente Grande, “ha mostrado facilidad y disposición para adecuarse a la dinámica de la institución, lo que ha sido evidente en su involucramiento en las actividades que se le han proporcionado por parte del área técnica, aunque con algunas deficiencias”.
Se advirtió que Rafael Caro Quintero demostraba desinterés en los programas escolares, “por lo que permanece inactivo en la mayor parte de las ocasiones, no obstante, en el resto de las actividades de dicha área, su involucramiento es positivo, por lo que su participación en los deportes está matizada por una actitud recreativa; en terapia ocupacional, recibe música en la que si bien muestra cierto interés por aprender, se mantiene activo por cumplir con el requisito institucional; en lo que respecta al ámbito laboral desarrolla la actividad de pintura al óleo con agrado y dedicación”.
El informe de estudios técnicos detallaba: “Es reportado por el área de psicología como un interno que participa en las sesiones psicoterapéuticas, en donde se aprecia que su discurso está aún matizado por los juicios y valores de orden antisocial que lo llevaron a delinquir, lo que está determinado en parte por el corto lapso de inmersión en el mismo, evidenciando además, adecuada capacidad de demora y tolerancia a la frustración, evitando conflictos con su entorno, lo que es favorecido por sus habilidades sociales que le permiten desenvolverse con facilidad”.
De esos datos se desprendía que las características del criminal prevalecían, sin embargo, había cambiado su relación ante las figuras de autoridad, tanto con el personal de seguridad, como con el resto del personal penitenciario, “con los cuales ha mantenido una interacción adecuada, puesto que la forma de relacionarse es con respeto, con lo que ha logrado mantenerse ausente de correctivos disciplinarios desde su ingreso, lo que es indicativo de su carácter intimidable al reproche penal y social y su aprendizaje de la experiencia carcelaria”, decía el documento, resaltando el apoyo moral que Caro recibió de su familia y que contribuyó a mantener su estabilidad emocional.
ÚLTIMA EVALUACIÓN
ZETA pudo platicar con la maestra Mara Isabel Camarena Rocha, criminóloga que estuvo adscrita a la Coordinación General de Centros Federales e investigadora forense certificada, quien realizó la última evaluación a Rafael en los primeros meses de 2010, cuando el capo tuvo un fallido traslado del penal de máxima seguridad de Puente Grande al penal estatal, donde no fue recibido.
A su reingreso al Cefereso 2, se le tuvo que volver a evaluar, aunque los profesionistas de diversas áreas técnicas encontraron poca colaboración de un recluso muy molesto, aunque a la postre, fue trasladado a la prisión estatal.
Con su experiencia, Mara Camarena sostuvo una entrevista cara a cara con el famoso narcotraficante, aunque tuvo que variar los métodos tradicionales para obtener la información que ella como criminóloga y la institución requerían. Recuerda la especialista que Rafael era una persona educada, que le solicitó permiso para entrar, y que ganó la confianza del interno cuando decidió hacer la entrevista sin papeles, pluma ni anotaciones: “Como que se relajó un poquito. Y le dije, a ver señor… platíqueme lo que me quiera platicar. ¿Cómo se siente? La impresión de Rafael Caro Quintero es que realmente era una persona que tenía muchísimo tiempo encerrado, en condiciones de máxima seguridad, y si bien sabemos son condiciones que van deteriorando a las personas, y no me refiero a que él estuviera deteriorado intelectual o emocionalmente, ya estaba harto de las restricciones”, señala Camarena Rocha.
Sin embargo, pudo constatar que el recluso seguía siendo un sujeto con un riesgo social alto, pues nunca perdió poder económico y social, siendo una figura emblemática dentro de la delincuencia organizada.
La entrevistada refiere que pese al buen comportamiento y cero sanciones que tuvo en el Cefereso 2 de Jalisco, “las características de su personalidad difícilmente iban a modificarse porque, si bien participaba en algunas actividades de reinserción, no estaba dispuesto a modificar esas características. Era muy complicado que cambiara estos rasgos de personalidad antisocial que posee”. Define al evaluado como una persona muy inteligente que supo adaptarse a los cambios en todos los años que estuvo internado en diferentes cárceles, de manera convenenciera.
Mara Camarena concluye que Rafael Caro Quintero “sigue siendo un profesional en su clasificación criminológica, un autor intelectual, por supuesto ¿no?, por algo estaba entre los más buscados de la DEA hasta hace poco, entonces, criminológicamente sigue siendo una persona que significa riesgo social, que significa autoridad para las personas que están dentro de la cuestión delictiva”.
Sobre la versión que describe al narcotraficante como un gran lector, la criminóloga dijo que sí solicitaba libros, pero no era una persona que destacara en cuestiones educativas.