“Reducir los presupuestos no sólo al INAH, sino a muchas otras instancias sobre todo de cultura y de investigación científica, es muy grave”, lamentó en entrevista para ZETA el ganador del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022
El arqueólogo más importante de México, Eduardo Matos Moctezuma, fue reconocido con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022, “por su excepcional contribución al conocimiento de las sociedades y culturas prehispánicas”, de acuerdo con el Jurado de la Fundación Princesa de Asturias.
“Con este fallo, el Jurado quiere reconocer el extraordinario rigor intelectual del premiado para reconstruir las civilizaciones de México y Mesoamérica, y para hacer que dicha herencia se incorpore con objetividad y libre de cualquier mito. Sus trabajos en Tula, Teotihuacán y, muy especialmente, en el Templo Mayor de Tenochtitlan constituyen, por la intensidad y la continuidad de la investigación de campo, páginas ejemplares del desarrollo científico de la arqueología y del diálogo fecundo con el pasado, entre culturas distintas y entre las ciencias sociales y humanas”, se lee en el acta del Jurado del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022.
“Por su inteligencia científica, por su capacidad de divulgación y por su compromiso social, Eduardo Matos Moctezuma y su obra sirven de inspiración para las próximas generaciones de científicos sociales y de ciudadanos”, complementa el acta.
“Desde luego, cuando yo recibí la noticia pues fue motivo de una gran alegría, por lo que el Premio representa, es un Premio de nivel internacional; por lo tanto, me dio mucho gusto recibirlo. El Premio, considero, no sólo lo recibe la persona a la cual se le asigna, sino que esto implica mucho más; es decir, lo primero que pensé al saber la noticia fue recordar a mis maestros, aquellos que me habían formado y por quienes tengo obviamente un enorme cariño. También pensé en las instituciones que me permitieron llegar a ser arqueólogo, por ejemplo, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, que es mi alma máter, allí estudié, yo ingresé en ella en 1959 y me gradué en 1965”, expresó a ZETA Eduardo Matos Moctezuma.
SU VOCACIÓN
Eduardo Matos Moctezuma nació el 11 de diciembre de 1940 en Ciudad de México. Concluyó la educación secundaria en el Colegio Alonso de la Veracruz y en 1957 ingresó a la Preparatoria en el Colegio Cristóbal Colón.
— ¿Qué fue determinante para que Usted decidiera estudiar Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia?
“Recuerdo que estaba indeciso de lo que iba a estudiar cuando yo estaba en la preparatoria, allá por los años 1957-58; fue un libro el que me abrió el camino hacia la arqueología: ese libro era ‘Dioses, tumbas y sabios’, de C. W. Ceram. Lo leí, trataba de las antiguas culturas del mundo y la que me apasionó fue la de Egipto, el capítulo dedicado a Egipto fue el que llamó mi atención y de inmediato decidí que estudiaría Arqueología, y así lo hice, pese a las insinuaciones de los padres preocupados que le hacen ver a uno: ‘Bueno, sí, está muy bien tu decisión, pero -mi mamá me comentó esto-, ¿no sería bueno que llevaras también algunos estudios en la Escuela Bancaria y Comercial?’. Obviamente me estaba dando a entender que me iba morir de hambre con la arqueología, cosa que por cierto, no ha sucedido”.
— ¿Quiénes fueron los maestros que influyeron en Usted en la Escuela Nacional de Antropología e Historia?
“Fueron muchos, desde el primer año tuve como maestros a José Luis Lorenzo, que me daba Arqueología General, un gran prehistoriador; la doctora Johanna Faulhaber, que me daba Antropología Física; tuve a Moisés Romero en el curso de Lingüística. En fin, fueron muchos, enumerarlos me llevaría tiempo, pero sí, mi agradecimiento a todos ellos porque pude aprender de buenos maestros, y pues creo que ellos estarían muy orgullosos.
“No puedo dejar de mencionar a uno muy especial, que fue Román Piña Chan, era un arqueólogo muy destacado, mesoamericanista, que considero era quizá uno de los que tenían la visión más global, más general de lo que había sido Mesoamérica. Con él tuve la fortuna de llevar dos o tres cursos a lo largo de mi carrera. En fin, todos ellos, claro, en mayor o menor medida, pues me fueron formando y mi agradecimiento hacia ellos pues es evidente”.
UN PROYECTO DE VIDA
La aportación de Eduardo Matos Moctezuma a la cultura de México puede apreciarse en sus investigaciones sobre la civilización azteca, mexica o tenochca, disponible en obras fundamentales como “Vida y muerte en el Templo Mayor” (1986), “El Templo Mayor de los aztecas” (1988), “Muerte a filo de obsidiana” (1996), “Los aztecas: del nacimiento a la muerte” (2005), “Estudios mexicas” (1999-2005) y “La muerte entre los mexicas” (2010).
Indudablemente, el Templo Mayor ha sido su proyecto de investigación desde 1978, año en que fue descubierta la zona arqueológica en la calle Guatemala del Centro Histórico de la Ciudad de México, atrás de la Catedral Metropolitana.
— ¿Cómo empezó a involucrarse en el Proyecto Templo Mayor? ¿Qué fue fundamental para que Usted se adentrara tanto en ese proyecto prácticamente de vida?
“Sí, así es. Es el proyecto más importante, me tocó desde el principio coordinarlos, hacer los planteamientos iniciales”, reconoció.
Luego contó con emoción cómo fueron los inicios de lo que hoy se conoce como Templo Mayor:
“Tenemos que remontarnos allá por 1977, en que era director del INAH don Gastón García Cantú, él me había nombrado presidente del Consejo de Arqueología. Llegó un momento en que yo, a los seis meses de ser presidente del Consejo, tomé la determinación de regresar a la investigación, entonces se lo plantee a él, le dije: ‘Mire, don Gastón, yo le agradezco mucho que me haya nombrado, pero yo quisiera regresar a investigar diversos temas’. Él lo comprendió de inmediato y me dijo: ‘Mire, nada más déjeme pensar a quién voy a poner en su lugar y, desde luego, no hay problema’. Entonces, pasaron algunos meses hasta que pude recordarle. ‘Oiga, don Gastón, ha pasado algún tiempo, ¿no me tiene usted respuesta?’, me dijo: ‘Sí, ya sé quién lo va a substituir’.
“Para ese momento yo le había comentado que había un congreso de arqueología en Panamá, me dijo: ‘Vaya usted al congreso y de regreso hacemos los cambios’. Yo me fui y a mi regreso leo en un periódico en el avión mexicano que había habido un hallazgo muy importante en el centro de la Ciudad de México. Entonces, finalmente llego a mi casa y me dicen, fue un sábado: ‘Te ha estado buscando el director del INAH, que el lunes va a haber una reunión muy importante y tienes que estar presente’. Bueno, el lunes me presenté, llegué a dirección, la secretaria inmediatamente me dijo: ‘Sí, hay una reunión, pase usted’. Entro, don Gastón se levanta y me dice: ‘¿Ya estuvo usted en Guatemala?’. Le digo: ‘No, profesor, el congreso fue en Panamá’. Me dice ‘No, no, en la calle de Guatemala, porque acaba de salir una enorme escultura ahí’. Claro, ¡era Coyolxauhqui!”, exclamó.
Incluso reconoció a los trabajadores que no destruyeron el monolito de Coyolxauhqui, pues era la hebra de lo que actualmente es el Templo Mayor.
“Fue un hallazgo fortuito que hicieron obreros de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, que estaban en el turno de la madrugada colocando unos cables y de repente pegaron con la escultura, con la piedra, le quitaron con las manos un poco el lodo que la cubría y se dieron cuenta que estaba grabada. Entonces, algo insólito -y que hay que felicitarlos, siempre lo he hecho-, es que no destruyeran aquello y colocaran los cables y se retiraran. ¡Imagínate!, en el turno de la madrugada, ya cansados y, sin embargo, detuvieron el trabajo, avisaron al día siguiente al INAH y entonces el INAH envió a dos pasantes de Rescate Arqueológico de esa dependencia, quienes se percataron que era una escultura prehispánica”.
Matos rememoró cómo fueron las primeras investigaciones: “Yo preparé lo que serían los principios esenciales del Proyecto Templo Mayor, y un mes después empezábamos con este proyecto, con un equipo inter y multidisciplinario; es decir, de inmediato contamos con el apoyo de los laboratorios del INAH, donde había químicos, biólogos, geólogos y demás. También conjunté un grupo de restauradores para ver en qué condiciones venían saliendo los objetos y poder atenderlos, inclusive desde el momento mismo en que eran detectados por el arqueólogo.
“Así fue como dio comienzo este proyecto que ya lleva 44 años. El próximo año vamos a celebrar los 45 años de aquel hallazgo y vamos recordar todo lo que el proyecto ha dado, que ha sido mucho”.
El arqueólogo reconoció cómo desde 1978 el Templo Mayor ha sido fuente de múltiples obras de investigación: “Se han escrito más de 100 tesis con temas sobre el Templo Mayor, hay tesis principalmente de arqueólogos, pero también de historiadores, conservadores, biólogos, etcétera; son más de mil 300 fichas bibliográficas publicadas, entre libros, reseñas, artículos, guías, en fin, todas las variantes que pueda haber para dar a conocer esto; y claro, se han dado cientos de conferencias sobre el tema. Entonces, los resultados están ahí y pues estoy muy orgulloso, además, de haber conjuntado un equipo que ha ido cambiando a lo largo del tiempo, ¡imagínate, 44 años en una investigación!, pues ha habido nuevos colegas, otros han permanecido desde el principio y pues seguimos adelante”.
“MUY GRAVE” REDUCIR PRESUPUESTO
Entre 2018 y 2022, el presupuesto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se ha reducido de la siguiente manera, de acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF): En 2018, el presupuesto del INAH fue de 4 mil 468 millones; en 2019 fue de 4 mil 687; asimismo, 4 mil 488 en 2020; 3 mil 918 millones en 2021; y 4 mil 011 millones para 2022.
Se le cuestionó a Eduardo Matos Moctezuma qué es lo más urgente para continuar con el estudio de la cultura mexica, a lo que contestó: “Bueno, que se apoyen precisamente los estudios, las investigaciones, los centros de investigación, tanto en aspecto de cultura como de ciencia, porque nos han limitado mucho en este sexenio, y creo que ése es un enorme error”.
— ¿Cuál es su opinión sobre la reducción del presupuesto al INAH en el sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador?
“Pienso que en general reducir los presupuestos no sólo al INAH, sino a muchas otras instancias, sobre todo de cultura y de investigación científica, es muy grave. El INAH tiene una misión que cumplir, además de la investigación, la difusión, la conservación, pues tiene a su cargo los distintos sitios arqueológicos, los monumentos coloniales, los monumentos históricos que como tales, es necesario contar con los medios suficientes para su mantenimiento, las publicaciones. O sea, es una gama muy amplia en que se debe invertir precisamente para dar a conocer todos esos aspectos: la investigación, conservación, el mantenimiento de todos esos inmuebles; entonces, es lamentable que se reduzca el presupuesto.
“Los museos requieren de presupuestos adecuados para llevar a cabo su función, pero si ven reducidos sus ingresos, pues va a redundar en aspectos en que no se puede cumplir total y plenamente para lo que fue creada la institución. Yo simplemente expongo que hay necesidad porque, además, los sueldos de los investigadores, cuando cambian de una categoría a otra, en su nivel, dentro de la institución, siempre conlleva un aumento y tengo entendido que no se les ha dado; entonces, simple y sencillamente no puede ser que no se cuente con los fondos necesarios en todo ese ámbito general”.
— Finalmente, ¿cuál es el principal desafío en el estudio de las culturas prehispánicas de México?
“El gran desafío es poder tener nuevos cuadros de investigadores mejor formados, tener medios para publicar los resultados que se obtienen, medios para tener mayor número de museos para que la gente pueda acudir a conocer este pasado, su contenido; pero si no se cuenta con esos medios suficientes, pues difícilmente se van a poder atender esas necesidades”.