Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo.-
Nelson Mandela.
Hagan de cuenta que, en el proceso de revocación del 10 de abril, al Presidente Andrés Manuel López Obrador le tocó el turno de hacer girar la perinola, y el resultado fue “todos ponen”, o “todos pierden”.
Pierde AMLO, porque no reunió los 37 millones de votos (40% el padrón para que fuera vinculante) que necesitaba y que evidentemente creyó que lograría de participación, y únicamente 16 millones de ciudadanos acudieron a emitir sufragio.
De acuerdo con las encuestas, AMLO disfruta las preferencias de 6 de cada 10 mexicanos, pero sólo 2 de cada 10 con derecho a voto, decidieron participar en el ejercicio de democracia participativa.
También pierde el mandatario, porque de los 30.1 millones de votos logrados en su elección presidencial (53% del total), sólo 15 millones 159 mil 323 de mexicanos reconocidos por su abstencionismo, decidieron esta vez volver a apoyarlo.
De hecho, ni siquiera respondieron al llamado los 23 millones de beneficiarios de los programas sociales y becas de 2021, o los 29 millones 900 mil beneficiados que existen en 2022, a partir del aumento al presupuesto social del 30%, que se traducen en beneficios para el 65% de los hogares, según la Secretaría de Hacienda.
Cierto, López no está en condiciones de festejar como lo ha hecho, pero definitivamente conserva una base que le permite seguir a la cabeza. Y en ese contexto…
Pierde la oposición que no ha estado a la altura, a quienes ni discursos, ni pataleos, ni la fama de los artistas que los apoyaron, les fueron útiles. Los pocos votos de rechazo a AMLO -un millón 063 mil 209- fueron una pequeña muestra de lo lejos que están de significar una real competencia para los morenistas.
Pierde en Instituto Nacional Electoral, el mismo que le dio su carta de mayoría como Presidente a AMLO, porque con la finalidad de eliminarlo, durante el periodo electoral los morenistas y el presidente le han dedicado una campaña pública de desprestigio, que afecta y distorsiona su imagen.
Pierden los ciudadanos, los mil 567.4 millones de pesos gastados del erario, para organizar este proceso que -ya se había advertido- no sería vinculante. Y para un porcentaje de los mexicanos, se tira a la basura parte de la credibilidad que existió originalmente en “el gobierno de la esperanza”, quienes como sus antecesores, para este proceso abusaron del erario, presionaron votantes y organizaron acarreos. Ilegalidades que pretenden que la sociedad acepte basura, sólo por el argumento de que ellos sí son honestos y tienen buenas intenciones.
“La soberanía reside en el pueblo”, y el domingo 10 de abril, los mexicanos demostraron no estar interesados en el ejercicio de democracia participativa llamado Revocación de Mandato. Dos cosas le dijeron de manera clara a Andrés Manuel López Obrador y a Morena: que si bien, en este momento la mayoría de los mexicanos no consideran beneficiosa la salida del actual Presidente, tampoco estuvieron de acuerdo en que intervinieran en un proceso que debía ser ciudadano, y trataran de transformar un ejercicio democrático de revocación en un proceso de ratificación.
Pero el hecho de que este ejercicio específico no haya nacido del hartazgo ciudadano generalizado, no significa que la revocación sea una herramienta inútil. Al final, una de las pocas ventajas de todo este proceso es que, en adelante, los mexicanos tendrán la posibilidad de ejercer ese derecho en 2027 o 2033 y con todos los próximos presidentes, porque en medio de la ineficiencia y corrupción, los mexicanos sabemos que seis años son una eternidad.
Tratándose de la revocación, el pueblo no cede su facultad a los partidos representados en los poderes Ejecutivo, Legislativo, ni Judicial.
Cuanto antes entiendan que deben mantenerse al margen y buscar su provecho, será mejor, porque este ejercicio democrático sólo será exitoso cuando se respete la Ley, y lo establecido en el Artículo 39 Constitucional: “Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar su forma de gobierno”.
Por lo pronto, los mil 567.4 millones erogados sólo servirán -de nuevo- a los vividores de la política, porque los números permitirán al grupo en el poder, al resto de los partidos y aspirantes a cargos políticos, beber un fragmento de realidad, mientras miden fortalezas y debilidades a lo largo y ancho del país, con los ojos puestos en las próximas elecciones.