“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad,
la prensa nunca será otra cosa que mala”. – Albert Camus
Las amenazas verbales y escritas, las cancelaciones de publicidad o las permanentes inspecciones de la Secretaría de Hacienda como medida de presión, las campañas negras en redes sociales, insultos privados y públicos, la compra de ediciones completas, funcionarios mitómanos que intentan afectar el prestigio del Semanario con desmentidos sin pruebas, balazos a nuestras instalaciones, fallidos atentados homicidas, asesinatos. Todo en el menú de ataques a la prensa, ZETA lo ha vivido en 42 años de historia.
Nacimos el 11 de abril de 1980, después que el gobierno priista del Estado bajacaliforniano, atacara y despojara a un grupo de periodistas del ABC, un periódico que había trabajado por los intereses de la sociedad durante dos años, de 1977 a 1979.
Este equipo de profesionales valientes y perseverantes, tuvo desde el principio el apoyo de su comunidad para continuar con la misión de investigar y difundir la información de interés público (que los poderosos corruptos intentan ocultar) para brindar a los lectores un conocimiento suficiente de la realidad y contribuir al desarrollo democrático de la sociedad.
Hoy esa fidelidad y apoyo permanecen, al punto que ZETA sigue siendo de los pocos periódicos que viven de su edición impresa.
Por eso, no tenemos más que agradecimientos: para nuestros anunciantes, para los abogados que nos han apoyado en las constantes luchas legales contra el sistema y para todos los ciudadanos que nos confían su seguridad al brindarnos información. A los que nos acompañan en las investigaciones y toman riesgos con nosotros. A todos los que nos han brindado su confianza y nos leen semana a semana en la edición impresa, y a diario en nuestro portal www.zetatijuana.com Sin ustedes, este proyecto no podría continuar.
“También la paga era escasa, a veces no alcanzaba para la gasolina”, comenta en su relató del nacimiento de este periódico, el licenciado Óscar Espinoza, fundador de este Semanario y uno de nuestros colaboradores permanentes, en su columna De Trez en Trez, en esta misma edición.
Cuatro décadas después, la situación para los reporteros y administradores que hacen posible la publicación de cada edición semanal, sigue muy lejos de la opulencia, porque la prensa que rechaza las ataduras a las mafias del gobierno y del narco-estado, no es popular entre la gente del poder y, en esas condiciones, el dinero no abunda.
Sin embargo, los gobiernos con evidente acceso a la información financiera, siguen golpeando a través de sus secretarías de Hacienda a quienes no se someten, mientras permiten que otras empresas de comunicación convertidas en voceros, que no pagan a sus empleados, que roban a sus socios, que cobran por publicar notas por encargo o quitarlas de sus redes sociales, que piden sobornos, continúen sin ser auditadas y sin pagar los impuestos correspondientes.
No importa el nombre o las siglas del partido, PRI, PAN o Morena, todos disfrutan presionar con los pesos y centavos.
Los líderes populistas aman a los medios de comunicación, pero odian el periodismo, como dijo Carlos Bravo Regidor, analista político, investigador y profesor en el programa de periodismo del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
La experiencia nos ha enseñado que sean jóvenes o viejos, una vez que llegan al poder, son incapaces de entender que el periodismo tiene un objetivo diferente a la publicidad y la propaganda.
“Libertad va buscando, que le es tan cara, como lo sabe quien la vida por ella deja” escribió Dante Alighieri en “La Divina Comedia”, y cada uno de nuestros compañeros caídos bajo las balas de criminales que siguen impunes, nos ha enseñado con el ejemplo de la vocación y el carácter que se requiere para permanecer alejados de los grupos de poder, acostumbrados a comprar y manipular conciencias.
En este Semanario, sostener la línea editorial libre ha costado vidas: Héctor Félix Miranda (1988), Luis Valero (1997), Francisco Ortiz Franco (2004) y Jesús Blancornelas (2006). Por eso, quienes laboramos en ZETA tenemos muy claro que no hay dinero suficiente en el mundo, para torcerla; nuestra credibilidad es nuestro más valioso capital.
No somos kamikazes, pero nos han quitado tanto, que aprendimos a canalizar el miedo.
Retroceder ni siquiera es alternativa. Sobrevivir en la precariedad, en la marea de abusos y corrupción, en medio de la inseguridad -como lo hace el resto de la sociedad a la que servimos- es la única opción.
Por eso, en esta edición, como cada año les damos un enorme ¡GRACIAS! y renovamos los votos y el compromiso con nuestros lectores, con la comunidad que nos cobija, de mantenernos autónomos e independientes. Siempre “Libres como el viento”.