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jueves, noviembre 21, 2024
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De coincidencias y conflictos de intereses

“La violencia es el último recurso del incompetente”.-

Isaac Asimov, escritor y bioquímico estadounidense

 

La austeridad republicana ha sido el personaje principal de los discursos del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y de acuerdo con sus palabras, esa debe ser la forma de vida de todos los mexicanos honestos.

Desde 2018, los recortes en las diversas secretarías del Estado han sido generalizados, mientras no se trate de sus obras emblemáticas y las becas otorgadas a adultos mayores, jóvenes, estudiantes, madres solteras y emprendedores de escasos recursos. Personas con necesidades y también los votantes cautivos de AMLO y Morena. Ni la crisis económica generada por la pandemia del COVID-19, lo hizo cambiar de opinión.

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“Hay un sector de la clase media que siempre ha sido así, muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere, es ser como los de arriba (…) Como son partidarios del que ‘no transa, no avanza’, es increíble cómo apoyan a gobiernos corruptos, increíble”, reclamó el Ejecutivo federal a aquellos que aspiran y no ven por los pobres.

Pero como lo que menos puedes ver, en casa -o en la familia- lo has de tener, resulta que su hijo de 40 años, José Ramón López Beltrán, a partir de su compromiso y matrimonio con Carolyn Adams, de la que se sabe es ejecutiva de empresas petroleras internacionales y cuya relación coincidió con la llegada de López Obrador a la Presidencia de la República, ha dado muestras en redes sociales de su adquirido gusto por la vida de ostentación aspiracionista.

Mexicanos contra la Corrupción, asociados con Latinus y el periodista Carlos Loret de Mola, publicaron el jueves 27 de enero una investigación en la que se revelan algunas coincidencias temporales que deben investigarse y aclararse.

La casa de Conroe, Texas en la que vivió el hijo presidencial con su esposa entre 2019 y 2020 -primer año de su padre en la silla presidencial-, valuada en 20 millones de pesos, era propiedad de Keith L. Schilling, quien fue director comercial y de ventas globales de la empresa de tecnología energética Baker Hughes -de julio de 2017 a noviembre de 2018-, y uno de sus presidentes hasta diciembre de 2019.

Cuatro meses antes de la salida Schilling, la empresa firmó con Petróleos Mexicanos una de sus asignaciones por hasta por 85 millones de dólares, con vigencia hasta diciembre de 2022. Hechos que, de estar relacionados, por tratarse del hijo y la nuera del Presidente, implican un evidente conflicto de intereses.

El 2 de febrero, Baker Hughes reaccionó al reportaje, confirmando que Schilling había sido su empleado en los periodos señalados y deslindándose al señalar que la casa en mención era su propiedad privada, para luego asegurar que el ex director comercial no estuvo involucrado en las transacciones con Pemex y que estaban comprometidos con estrictos estándares anticorrupción.

El Presidente de los mexicanos y padre del señalado, tardó tres días en responder, entre el 1 y 2 de febrero.

Por la tardanza, se podía suponer que AMLO, con toda la información del aparato estatal en sus manos, estaba por lo menos revisando, y si tocaba el tema en la mañanera, lo haría con pruebas contundentes. Pero no fue así:

“Ellos se casaron, al parecer la señora tiene dinero”, dijo, y aunque no quedó claro, pareció referir que la opulencia se debe a los recursos de su nuera -la que está relacionada con el sector energético- y no de su hijo, quien con sus hermanos es, desde 2020, dueño de una chocolatería que también fabrica cerveza artesanal y refrescos.

Luego declaró que pidió una investigación, y sin esperar los resultados ni presentar evidencias en contra, el hombre con más poder en el país, aseguró que no se encontraría nada: “…en este gobierno no tienen influencia mis hijos, no se le da contrato a ningún recomendado”, repitió.

Infortunadamente, fue más lejos y, en un año que inició con el asesinato de cuatro reporteros, que da continuidad a un trienio que se ha caracterizado por su discurso hostil contra la prensa, que envalentona a funcionarios corruptos, a los criminales y abre espacio para las agresiones, en lugar de refutar lo publicado con información, decidió atacar al mensajero: el periodista Carlos Loret de Mola, quien dio a conocer el tema.

Y esta escena repetida obliga a recordar que “la violencia es el miedo a los ideales de los demás”, como  dijo Mahatma Gandhi, “… y poca fe en los propios” agregaría el humorista español Antonio Fraguas Forges.

Pero bueno, los mexicanos ya tenemos claro lo que piensa López Obrador de Loret y de los periodistas. Ahora, lo que está obligado a explicar, es si Schilling negoció contratos con Pemex; si los López Adams estuvieron involucrados; cual fue la relación del ex directivo estadounidense con la pareja; confirmar o refutar si habitaron la casa de Conroe, Texas de 2019 a 2020 al cobijo del poder; y para evitar suspicacias, podría aprovechar para declarar el origen del dinero con el que se adquirió la casa a nombre de la nuera en Cypress, Texas. Mínimo, para respaldar su discurso anticorrupción.

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Autor(a)

Rosario Mosso Castro
Rosario Mosso Castro
Editora de Semanario ZETA.
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