“Al que es negligente con la verdad, en las cosas pequeñas no se le puede
confiar en los asuntos importantes” Albert Einstein
“Aparenta ser menos grave que la Delta, especialmente en personas vacunadas, pero no hay que categorizarla como leve, porque también está causando hospitalizaciones y está matando”, advirtió con relación a Ómicron, variante del coronavirus, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado 6 de enero.
En ese contexto, se empezaron a establecer nuevas cifras. El 11 de enero este virus provocó que Estados Unidos, con 145 mil 982 enfermos internados, rompiera su récord de hospitalizaciones por COVID, lo que no sucedía desde enero de 2021.
Con 30 mil 671 casos positivos sólo el 8 de enero, México también rompió su récord de contagios diarios. Lo mismo sucedió antes, el 7 de enero Baja California, con mil 058 casos que dieron positivo.
A partir de la primera semana de enero, en los estados mexicanos los números de contagiados y hospitalizados siguen en aumento. Y la ocupación de camas aumentó del 40 a 75 por ciento.
No es una ciencia exacta, advirtió Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología, porque la variante sigue en estudio, pero una persona que se contagia de Ómicron, puede infectar a la siguiente a partir de las dos horas siguientes; en un día, Ómicron se multiplica 70 veces más que Delta.
También han informado que es menos mortal, porque a partir de la presencia de esta variante, las cifras fatales siguen a la baja. En México la Secretaría de Salud reporta una letalidad del 1.5% de los casos, 7 de cada 10 no están vacunados -en BC es de 3.7%- y reportan un promedio de 4 mil muertes en el país a partir del primer caso de Ómicron detectado, pero como no hacen suficientes pruebas, no pueden decir cuáles obedecen a esta variante.
Pero los científicos insisten en no generalizar porque aún se estudian los riesgos de transmisión y severidad, al tiempo que advierten de la necesidad del uso de cubre bocas de “alto rendimiento”, como son los N95, evitar los eventos masivos y adultos mayores en espacios públicos cerrados.
Sin embargo, en México el gobierno toma las decisiones de salud en pandemia basadas en prioridades políticas. Y el Presidente Andrés Manuel y su vocero de
Salud, Hugo López Gatell-Ramírez, optan por subestimar los riesgos.
“Hay la polémica sobre si nos reunimos o no por esta nueva variante, que lo hagamos con cuidado, pero que sí procuremos reunirnos con nuestros seres queridos, que es muy importante vernos, es algo bellísimo el encontrarnos”, expresaría López Obrador el 22 de diciembre de 2021.
“Me da mucho gusto que en estos días, desde el 12 de diciembre, el día de la Virgen de Guadalupe, está la ciudad (llena), están las quejas por el tráfico, está el centro lleno, pues la gente está contenta”, añadió.
“Acerca del COVID o esta nueva variante, se ha registrado, no mucho, no son muchos los casos… lo que tenemos como información es que no han aumentado los contagios, y lo más importante, no se han incrementado los fallecimientos”, agregaría el Ejecutivo 27 de diciembre, para días después, el 4 de enero de 2022, aconsejar: “…lo más importante: que la gente sepa esto, también cuidarnos, seguir cuidándonos, pero no alarmarnos, que no nos infundan, que no nos metan miedo”.
Y el día 10 el “doctor” López Obrador sugeriría: “Tomen paracetamol, permanezcan en su casa, aíslense y eviten contagiar a otras personas. En la gran mayoría de las personas vacunadas, la variante Ómicron es un covidcito”.
Luego el día 11, Hugo López Gatell remataría reclamando a los que deciden hacerse pruebas: “La escasez de pruebas COVID-19 es mundial. Si se tienen síntomas, tos, dolor de garganta, fiebre, se debe pensar que se tiene una enfermedad respiratoria, pero hacerse la prueba no va a modificar la decisión de aislarnos para proteger a otras personas”.
A ese respecto, vale decir que en el caso de Tijuana, por ejemplo, la escasez de pruebas es en el gobierno, y en algunas empresas particulares de bajo precio, porque los laboratorios más caros y en zonas periféricas, hay pruebas, no hay filas… ni control de precios, a costos abusivos.
Sin usar mascarilla, promoviendo las aglomeraciones y yéndose de boca como acostumbra, lo mejor que ha hecho AMLO es dejar la vacunación en manos de las distintas entidades federativas. Esto ha sido positivo para Baja California y su gobernadora Marina del Pilar Ávila, quien también disfruta quitándose la mascarilla de manera temeraria.
Y aunque lo pensó una semana, tiempo en el que se multiplicaron los contagios, decidió cambiar el semáforo a Naranja, ampliar los horarios de vacunación, establecer un horario diurno, volver a inocular los domingos, solicitar apoyo de los ayuntamientos y sus instalaciones, vacunar a menores de 13 años en adelante y retrasar el regreso presencial a clases.
Pero el gobierno local, al igual que el nacional, sigue en la indecisión respecto a establecer mayores controles para los ingresos a los negocios y reducir la movilidad social.
Entonces, mientras los gobiernos hacen malabares entre su preocupación por la salud, conservar sus intereses políticos y no afectar intereses económicos, toca a los ciudadanos el autocuidado responsable.
Evitar en lo posible los espacios públicos, las aglomeraciones, las reuniones familiares y amistosas. Aplicar el estornudo de etiqueta, el lavado de manos, fomentar el uso de desinfectantes y, sin excusa ni pretexto, el obstáculo menos caro posible para las gotas contagiosas: el uso de mascarillas de alto rendimiento “hasta el puente de la nariz y por debajo de la barbilla”, de lo contrario, sólo sirve de feo adorno.