Podemos coincidir o no con el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en decisiones que su gobierno toma, pero le asiste la razón cuando habla de la imperiosa necesidad que el alumnado en el país regrese a clases cien por ciento presenciales.
Hay estados de la república donde escuelas de diferentes grados y niveles han vuelto a las aulas y otras no. Las que aún no regresan aducen temor a contagios masivos, otras por falta de la infraestructura sanitaria adecuada, y la mayoría por nula vacunación en niños y adolescentes menores de edad. Lo anterior es entendible y justificable, pero hay hechos que llaman la atención.
Hoy en día es común ver a niños y adolescentes en lugares públicos, desde campos deportivos, estadios, reuniones familiares, lugares vacacionales, centros de diversión, restaurantes, y recientemente hasta de “shopping”, con la apertura de los cruces fronterizos. Lo anterior representa una gran contradicción, ya que por un lado persiste la angustia de posibles contagios en estos segmentos de población, pero por otra parte se exponen en diferentes tipos de eventos de toda índole. Hay mamás y papás muy preocupados porque se contagien en el salón de clases, pero no tienen empacho en mandarlos a una fiesta infantil, en ocasiones con niños que poco conocen.
La autoridad educativa de esos estados que no quieren regresar a clases por precaución también es cómplice de la decisión; es decir, el volver a clases en muchos casos exhibió y sigue exhibiendo el abandono en que se encuentran muchos planteles, algunos por la falta de actividad propia de la pandemia y otras por el rezago acumulado en años. Da la impresión que ciertos gobiernos prefieren “patear el bote” y evitar de esta manera la exigencia de directores y maestros sobre aditamentos indispensables de limpieza y salubridad.
Hay evidencia que el mismo Presidente López Obrador ha explicado en sus “mañaneras” sobre el daño terrible que se causa a esta generación de niños y adolescentes. Las clases virtuales fueron una alternativa viable ante la crisis que el mundo sufrió, donde nos invadió la incertidumbre y el miedo ante la falta de respuestas. En esos momentos, suspender las clases presenciales fue determinante para evitar contagios y muertes.
En la actualidad, el desarrollo académico se ha visto truncado; las clases virtuales e inclusive las híbridas ya son insuficientes. Como hemos explicado anteriormente, no solo el aprendizaje es trascendental, sino la sociabilización de los infantes y jóvenes, la cual se ha visto mermada.
A aquellos gobiernos que han decidido aún no regresar a clases presenciales con la esperanza de que se logren vacunar a más jóvenes y niños, les tengo una mala noticia: tendrán que esperar entonces aún más. Apenas fue anunciada por el gobierno federal la autorización para que adolescentes de 17 a 15 años puedan acceder a sus respectivas dosis. Es probable que una vez que finalice este rango de edad, lo amplíen hasta 12 años, pero mientras eso sucede el riesgo de perder otro semestre está latente.
Hay ejemplos en escuelas públicas y privadas donde los protocolos funcionan y que deben ser prototipo para otras, desde crear burbujas en caso de maestros o niños contagiados, o hasta generar sistemas de detección e información para padres de familias.
Como mamás y papás no hay cosa que angustie más que un hijo se nos enferme, muy en particular de Covid, pero debemos pasar a un sistema más proactivo con sumo cuidado, que genere confianza y hasta donde sea posible tranquilidad. Los gobiernos deben actuar, son ellos los primeros responsables; esperemos en este tema de una vez por todas se pongan las pilas.
Alejandro Caso Niebla es asesor en temas de comunicación y políticas públicas.
Correo: casonieblaalex@hotmail.com