Un hijo conversa con su padre:
– Tengo que hacer un trabajo para la escuela. Dime, ¿qué es una araña?
“Un pequeño ser depredador, oscuro y venenoso, que se pasa el tiempo acechando, oculto, que paraliza a sus presas y se dedica a tejer”.
– ¡¿Cómo la abuela?!
“Sí, ¡pero con más patas!”.
Autor: El suegro.
El jubilado
El otro día fui a un edificio público a presentar una documentación, sin tardar ni cinco minutos en la gestión. Cuando salí, un policía estaba poniendo una multa por estacionamiento prohibido. Rápidamente me acerqué a él y le dije:
¡Vaya, no he tardado ni cinco minutos! Dios le recompensaría si hiciera un pequeño gesto para con un jubilado.
Entonces me ignoró olímpicamente y continuó rellenando la nota de la infracción.
Bueno, la verdad es que me pasé un poco y le dije que no tenía vergüenza. Me miró fríamente y empezó a llenar otra nota, alegando que, además, el vehículo no tenía calcomanías.
Acto seguido, levanté la voz para decirle que me había percatado que estaba tratando con un canijo, que lo habían dejado entrar en la Policía porque no servía para otra cosa.
Él acabó con la segunda denuncia, la colocó debajo del limpiaparabrisas y empezó con una tercera. No me achiqué y estuve así durante unos veinte minutos, llamándole de todo, desde bruto hasta hijo de la Chilindrina. Él, a cada insulto, respondía con una nueva nota de infracción. Con cada papel que rellenaba, se le dibujaba una sonrisa que reflejaba la satisfacción de la venganza. Después de la enésima denuncia le dije:
Lo tengo que dejar, porque ¡ahí viene mi autobús!… Tendrían que haber visto la cara de tonto que se puso el agente municipal.
Autor: Un pensionado.
La heredera
Una viejecita está en su lecho de muerte, llama a su nieta y le dice:
“Cielo, voy a dejarte algunas cosas que son muy importantes para mí. Un rancho que tengo con tres casas, seis tractores, un granero, un gallinero con cientos de gallinas, veinte vacas, los establos con veinte caballos, 200 ovejas, cincuenta cabras y diez coches que tengo en los garajes”.
Sorprendida, la nieta exclama:
“¡Es increíble, abuelita! Pero ¿dónde tienes ese rancho, que yo no lo sabía?”.
La viejecita responde:
“¡¡¡Pues en Facebook!!!”.
Autora: Abuelita gamer.
Compadres
– Hola, compadre. ¿Qué te pasa? Te veo pensativo.
“Es que me están diciendo viejo cornudo, compadre”.
– No les hagas caso, ¡tú no estás tan viejo!
Autor: Ex compadre.
Mi hermano, el taxista
Yo tenía un hermano tan tonto, pero tan tonto, que encontró trabajo de taxista, y un díalo abordó un tipo que le dijo:
“Llévame donde haya mujeres que quieran salir”.
Y el tonto de mi hermano ¡lo llevó a la cárcel de mujeres!
Autor: Ex taxista.
La muerte de Antonio
Dos amigos se topan por la calle:
– ¿Sabes que murió Antonio?
“¿Sí? No me digas, ¿y de qué murió?”.
– De cataratas.
“¿Lo operaron?”.
– No, lo empujaron.
Autor: Un gallego.
El novio de mi amiga
Una muchacha estaba en un restaurante, entonces llega una de sus amigas, quien le pregunta:
– ¿Sabías que tu novio, antes fue mi novio?
“Bueno, él me dijo que había cometido algunas estupideces, ¡pero no cuáles!”.
Autora: Otra amiga, ¿quién más?
Rubia… dizque
Había una morena, pero taaan morena que decidió teñirse el cabello de rubio, y era muy obvio que se le iba a notar. Sin ningún problema salió a la calle, en eso pasó un chico y le gritó “¡Adiós, güerita artificial!”.
Ella respondió:
“¡Adiós, tarado natural!”.
Autora: Una rubia natural… ajá.
El tío Pepe
Es sábado por la mañana, Jorge acaba de salir del trabajo para jugar una partida de golf y cae en cuenta de que no ha llamado a su mujer para decirle que el técnico de la lavadora pasará a eso de las doce. Así que vuelve a su despacho y llama a casa.
– ¿Hola?, dice una voz de niña pequeña.
“Hola, cariño, soy papá. ¿Está mamá cerca del teléfono?”.
– No, papi. Está arriba, con el tío Pepe.
Tras una breve pausa, Jorge reacciona:
“¡Pero tú no tienes ningún tío Pepe, cariño!”.
– ¡Sí que lo tengo, y está arriba en tu recámara, con mami!
“De acuerdo, entonces, quiero que hagas esto: deja el teléfono, corre escaleras arriba y llama a la puerta de la recámara, grítale a mamá y al tío Pepe que mi carro acaba de llegar a la puerta de casa”.
– ¡Okey, papi!
Unos minutos más tarde, la niña vuelve al teléfono:
– Ya hice lo que me dijiste, papi.
“¿Y qué pasó?”.
– Mamá saltó de la cama sin ropa y se puso a correr chillando, se resbaló con la alfombra y salió por la ventana… y creo que ya se fue al cielo.
“¡Oh, Dios mío!… ¿Y el tío Pepe?”.
– Él también saltó de la cama sin ropa y tenía mucho miedo, se fue por la ventana trasera, a la piscina, pero debió olvidar que la semana pasada quitaste el agua para limpiarla, así que se golpeó con el fondo de la piscina y ¡también está muerto!
Luego de una larga pausa, Jorge grita:
“¿¿¿Piscina??? ¡¡¡NOSOTROS NO TENEMOS PISCINA!!!”.
Autor: Anónimo de Telnor.