“¡Nada verdadero aquí decimos, oh Autor de la Vida! ¡Tal como un sueño, como si saliéramos de dormir decimos algo en la Tierra! ¡Nadie de nosotros le dice verdad aquí!”.
-Vida Engañosa, Huexotzingo, siglo XVI.
Para los Cristianos y Católicos, el aborto es destruir la vida de un niño en el santuario o vientre de su mamá; no es la interrupción o el deshacerse de un “producto”, como si la vida fuese un asunto de mercadotecnia.
En nuestra infancia se decía que había abusadores de niños o “sátiros”; como había médicos aborteros o espantacigueñas. En el siglo XXI el abuso de menores es tan legal como el aborto en algunos países de Europa. Hoy esa llamada Cultura de la Muerte es parte de la cotidianeidad en América.
En Estados Unidos había que agregar a los casi 4 millones de muertes por la Pandemia Covid19; otro millón y medio de infantes a los que se les impidió nacer.
Entre los coautores de las leyes del aborto en Estados Unidos, el Dr. ginecólogo judío, Bernard Nathanson, el llamado “Rey del Aborto”, que asesinó a más de 75 mil bebes con sus propias manos. Promotor de las leyes pro aborto en USA en la década de los 1970’s, tras recibir la gracia de Dios y escuchar con ultrasonido el latir del corazón de un bebé de semanas en gestación; se convirtió al catolicismo y en uno de los defensores más apasionados de que la vida comienza en la concepción y concluye con la muerte natural.
El Dr. Nathanson dio a conocer con sinceridad que las leyes abortivas en USA se basaron en una mentira en torno a una enfermera “violada”, colocada como referente de la libertad para que una mujer no sea obligada a procrear un hijo sin su consentimiento. Claro, Nathanson revela en su obra La Mano de Dios, que esa enfermera no fue “violada” sino que abiertamente se embarazó para recibir beneficios económicos para presentarse como una víctima, cuando no lo fue.
El ginecólogo judío, convertido al catolicismo y en defensor de la vida de los niños por nacer, explica la tragedia del aborto en Youtube en El Grito Silencioso. Y en otros videos.
Admirablemente por ejemplo en tantas controversias y discusiones sobre la Vida; la Iglesia Católica el Papa y los Obispos, pocas o casi nulas veces han aludido para los católicos la pena de Excomunion, que está vigente sobre todas las personas que participan en un aborto. A menos que se trate de un aborto natural o por deficiencias en la propia gestación.
Los médicos que practican el aborto abierta o clandestinamente, no lo hacen gratis. Nathanson con sinceridad reveló que por cada aborto él recibía varios cientos de dólares. Las clínicas abortivas en USA cobran.
Los Espantacigueñas también cobran. Y aunque no se hable de excomunión o que el asunto sea “legal”, los traumas que una mujer vive tras permitir el morir de una vida en su vientre materno, en sueños, remordimientos o cargos de conciencia, de por vida escuchará el “llanto de un bebé”.
Y es cierto, como le reclamó una líder feminista al teólogo Bernhard Haring en Italia: “¡Y usted como sacerdote, cómo sabe que una mujer escucha llanto de bebés después de abortar, si usted no sabe porque no es mujer!”. Tiene razón, le dijo con respeto el gran teólogo Haring, lo que pasa es que a mí en confesión, algunas mujeres que han abortado me han revelado con tristeza lo insoportable de escuchar llanto de niño, tras haber abortado.
“Pues eso es lo que me pasa a mí”, le expresó la líder feminista al admirable P. Haring.
Es perturbador e insensato que el tema de la vida se ponga en las manos de legisladores, juristas, abogados, políticos, literatos que no saben o poco conocen verdaderamente del tema. Hace algunos años en Baja California con motivo del Caso Paulina, en el que los promotores del aborto de Isaac terminarían por ser sus madrinas de bautizo; los legisladores y políticos codificaron que la vida comienza desde la concepción hasta la muerte natural.
Hoy en 2021, los legisladores y políticos echarán por tierra todo aquello.
Cuando al padre Eduardo Ortíz Alonso, médico, sacerdote y doctorado en bioética, le preguntaron sobre la intervención de Elena Poniatowska y Las mil y una heridas de Paulina, el sacerdote médico consideró: “Que yo sepa, Poniatowska sabe de letras, pero de bioética no sabe nada”.
Precisamente el tema de la Vida humana debe ser tratado desde la moral de la vida o Bioética; la Arquidiócesis de Tijuana tiene un doctor en bioética y la diócesis de Mexicali otro doctor en bioética, el P. Arturo Landeros.
La sociedad bajacaliforniana tiene todo el derecho de conocer la verdad de quienes tienen la capacidad no de quitar y poner leyes; sino que en diálogo sereno y ordenado, tomen decisiones sensatas y bien fundamentadas con base en la medicina y las ciencias afines al tema de la vida. La vida no es un tema político o de politiquería, sino de Bioética.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com