El autobús iba repleto. Lana ATP. Empezando las vacaciones el merito viernes. Arrancó en Tijuana. A seguir ruta contraria al Caballo Blanco. No bajó paso a paso por La Rumorosa. Bajó veloz. Llegó a Mexicali sin la luz del día. Cruzó como rayo San Luis Río Colorado. A paso más lento fue rumbo a Sonoyta. Y los pasajeros sintieron no que morían. Les dio soponcio. Uno de los choferes les gritó: “Por favor… coopere cada quien con treinta pesos”. Uno de los viajantes me escribió: “Nos explicó el camarada que era para dárselos al aduanero. Así no seríamos bajados en el mentado punto de revisión”. Sonoyta es referencia famosa en medio del desierto sonorense. Desde hace más de 50 años plantaron allí una caseta con oficiales de Aduana. Entonces había Zona Libre en Baja California y parte de Sonora. Los fronterizos podían comprar cuanto quisieran en Estados Unidos. Pero no más allá de 21 kilómetros del cruce internacional. Ya no existe la Zona Libre. De todos modos sigue la revisión en Sonoyta
Nada más escucharon al chofer y hubo protestas con el repetido grito de “…¡yo no traigo fayuca!” Mi informante-pasajero recordó: “Una acomedida viajera pasó la charola para que nos ‘mocháramos’ todos. Pero solamente sacaron billetes aquellos cargados de contrabando. Unos llevaban ‘cerros’ de ropa. Videos y hasta bicicletas. Cuando la colecta llegó al final de los asientos volteó tristemente. Le dijo al chofer “…nomás se juntaron 300 pesos”. Rápido brincó el conductor. Insistió “…no la amuelen. Necesitamos mil pesos más. Así no tendrán que bajar sus equipajes a revisión. Ni despertar a los niños. No vamos a pararnos y perder tiempo”. Entonces sucedió. Los que no llevaban “contra” se amacharon. “Ni un centavo”. Por eso acabalaron aquellos atiborrados de “fayuca”.
Total. El chofer bajó en Sonoyta. Entró a la oficina de Aduanas. Pasaron 10, 15 minutos y regresó. “Vámonos”, dijo a su compañero. El pasajero me contó: Mientras esperaban la tramitología contó 12 autobuses en fila esperando atrás de ellos. Supuso “…si por cada uno hubo ‘mordida’ de mil 300 pesos, eché cuentas y totaliza 15 mil 600 pesos sólo en media hora”. Que si fuera una, entonces serían 31 mil 200 pesos. Siguió con sus cálculos. “A ese paso todo el día sacaron 724 mil 800 pesos”. Una buena “polla”, como le llaman en Aduanas. El pasajero me dijo que vio como a 10 oficiales. Tanteó: Les tocarían 72 mil y pico de pesos a cada uno. Claro, restándole la obligada “cuota para allá arriba”.
Es curioso. En esta parada obligatoria nunca descubren cargamentos de droga. Los narcos transportan por toneladas. Pero los militares sí desenmascaran a tanto mafioso. A propósito de retenes supe lo sucedido a mediados de diciembre de 2004. Carretera Ciudad Miguel Alemán-Camargo. Puro Tamaulipas. Terrible accidente. Antes de la policía caminera llegaron “Los Zetas”, ese peligroso grupo armado. Inmediatamente revisaron. Buscaban compañeros entre sus víctimas. O enemigos. También alguien de sus enlistados para secuestrar. Se desengañaron y desaparecieron. Despuecito llegó auxilio y policía. Lo curioso. De nada sirven por allá los retenes federales.
Precisamente sobre retenes un Lector de Sinaloa me escribió: “Estoy muy molesto con la forma tan frecuente como están matando gente acá los narcotraficantes. Siempre ante la mirada de nuestros agentes policiacos. Claro, de todas las corporaciones”. No se explica cómo circulan muchos autos con fulanos armados. Nada más los ve la gente y ya se sabe “…van a matar nada más porque alguien les cayó gordo o para ajustarle cuentas a sus enemigos”. Y algo más le incomoda y no encuentra chiste: En Culiacán a diario ponen retenes. Según eso la policía busca armas y droga, “…pero los ciudadanos honestos a diario sufrimos la humillación. Nos bajan de nuestros vehículos y hacen lo que quieren con nosotros violando de manera olímpica nuestras garantías individuales marcadas en el Artículo 16 de la Constitución”.
Enojado me escribió el sinaloense Lector: “…y pobre de aquel que ose reclamarles. Una de las clásicas respuestas de los policías es ‘¿qué… eres abogado o qué?’ Y me pregunto y le pregunto a Usted, señor Blancornelas: ¿Acaso tenemos que ser abogados para conocer y hacer valer nuestras garantías individuales? Leo en los periódicos locales y veo las noticias también locales donde se anuncia a la ciudadanía que se implementarán retenes en algunos puntos de la ciudad, dando la ubicación, pero el caso no es ése; el caso es que en ningún momento he escuchado a los periodistas decir que con esos retenes se violan las garantías individuales de los ciudadanos. Así como ustedes los periodistas se ponen ‘en pie de guerra’ cuando algún gobernante intenta limitarles la libertad de expresión que tanto defienden y que por cierto nosotros los ciudadanos comunes y corrientes no tenemos acceso a dicha libertad, así quisiera que en algún momento ustedes defendieran las garantías individuales para los ciudadanos”.
La carta del Lector es extensa. Me contó que hace tiempo mataron a un señor Santos Duarte. Leyó en El Debate. Varios tipos llegaron en un Jetta negro. Lo tirotearon y huyeron tranquilamente. Remachó: Los asesinos llegan con toda la seguridad del mundo para matar a un hombre desarmado. Ellos pueden portar armas. Al parecer tienen permiso de la policía. “Si es que no son los mismos asesinos que hacen y deshacen”. Recordó lo peor. “Hace tres años mataron a un hijo de este señor Santos. Hace dos a otro que era abogado. Cuando iban a enterrar al jefe de la familia, llegaron unos individuos y se llevaron a otro de los hijos. Seguramente un día de éstos aparezca muerto. Pero todavía queda un hijo. Ojalá y tenga la suficiente inteligencia para huir o de plano enfrentarse a estos asesinos”. Le preocupa al Lector todo esto. Ver cómo una familia es ejecutada poco a poco. “¿Dónde están las autoridades? ¿Por qué no hicieron ni hacen nada al respecto? ¿Cómo puede un auto ir lleno de personas armadas y llevar una persona secuestrada para matarla habiendo tantos retenes?” Y me preguntó: “¿De qué sirvieron los retenes que según eso lo vigilan todo?” Al leer su pregunta me acordé de Sonoyta y Tamaulipas. Pero estoy seguro: La policía también le saca mucho provecho en Sinaloa.
Escrito tomado de la colección “Conversaciones Privadas” de Jesús Bancornelas,
publicado por primera vez en enero de 2007.