“Los hombres cuerdos son siempre verdaderos en su conducta y en sus palabras. No dicen todo lo que piensan, pero piensan todo lo que dicen”.
– Gott Bold Lessing
Una parte central de la novela es el discurso que Dios da en la Plaza de Toros de Madrid, televisado y radiado a todo el mundo, que se encuentra expectante. Dios -sin pelos en la lengua- arremete contra unos y otros: contra las derechas, contra las izquierdas, contra los de abajo; y lo hace incurriendo en ese punto débil de todos los humanos, que cogen su texto (la Biblia) y la manosean a su conveniencia, la interpretan a su antojo, para después organizar guerras, pasar a la gente por la hoguera y cuantos desmanes se organicen por dinero, venta de armas, política, etnias… Pero todo siempre en el nombre de Dios.
Por razones de espacio, no puedo reproducir todo el discurso, pero les doy esta muestra:
“¿Cómo podré estar con vosotros, insensatos, sino os diferenciáis en nada de los paganos de la antigua Roma? Ellos tenían un dios propicio para cada actividad humana, y vosotros los tenéis igualmente. ¿Qué líos son esos de Santa Lucía, abogada de la vista, San Isidro, protector de la agricultura, San Antonio, árbitro del matrimonio, Santiago, patrono de la guerra?… ¿Cómo suponéis que yo pueda aceptar a una señora de Lourdes que cure la parálisis, o a un San Cristóbal que proteja a los automovilistas cuando viajan por carretera?”.
“¿Qué hay que entender por Sagrado Corazón? ¿Y por cuerpo incorrupto de San Isidro? ¿Quién os ha dicho que adoréis vísceras, reliquias y objetos? ¿A qué viene lo de orar a docenas de vírgenes distintas y asegurar que ésta es más milagrosa que aquélla? ¿Por qué rezar ante docenas de cristos diferentes, diciendo que uno mueve los ojos, otro llora, el demás, allá desclava una mano, y el de más acá mana sangre? ¿Qué clase de barullo confuso, de galimatías embrolladas, habéis hecho con mi sencillísima religión?”.
“¿Cómo después de esto, podéis creer que estoy con vosotros? ¿De qué manera grotesca e infantil habéis interpretado mi idea y mi ley? ¿Pensáis que tenga yo algo que ver con vuestros desfiles, con vuestras procesiones, con vuestros millares de imágenes, con vuestros centenares de oraciones? ¿En qué cabeza cabe que yo pueda aprobar vuestras peregrinaciones, vuestros silicios, vuestras ofertas, vuestras promesas, vuestros sirios, vuestras joyas? ¿No comprendéis que nada de eso tiene que ver conmigo?”.
Tras el discurso, Dios se ve más solo que nunca.
La gente lo ha abandonado. Pretextando efectos técnicos, se suspendió la transmisión televisiva y radial; su presencia ya no causa ninguna sensación. Jardiel consideró a esta novela, su mejor obra; una novela que tiene muchos elementos curiosos y divertidos, que los hará reflexionar muy seriamente en aquello que creen o practican, desde la dedicatoria especial hasta paginas trufadas de texto a dos columnas; de recuadros con viñetas, caligramas, dibujos (como los relojes indicando la hora de la llegada de Dios); el anuncio de que el rastrillo y la crema de afeitar de Gillette es la preferida por Dios para afeitarse; y por supuesto, que ahora los creyentes solo adquirirán ese rastrillo y esa crema. “Dios lo usa, lo divino está a tu alcance. ¿Qué esperas tu para usarlo?”.
Lean esta novela, que cunda el regocijo por Enrique Jardiel Poncela y a propagar su Religión del Humor (sí, con mayúsculas). Una novela interesante y de discutible tesis. ¿Ustedes qué opinan?
Benigno Licea González es Doctor en Derecho Constitucional y Derecho Penal. Fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa”, A. C.
Correo: liceagb@yahoo.com.mx