El 13 de mayo del 2020, el gobierno federal presentó públicamente la “Estrategia de reapertura de actividades sociales, escolares y económicas”, a la que antepuso el título “La nueva normalidad”.
Como teoría sonaba muy bien. Así suele pasar con muchas ideas, hasta que se diluyen en la práctica.
Más que encontrarse con una “Nueva Normalidad”, nos enfrentamos desde marzo del 2020 a una “Nueva Realidad”.
El proemio de la presentación rezaba: “La estrategia brinda claridad, seguridad y certidumbre para la población, especialmente para los trabajadores, las empresas, así como los gobiernos estatales y municipales”. (sic)
En papel- en la computadora- el plan era más que optimista. Establecía que, para el 18 de mayo, empezaría la reapertura de todo, iniciando con los “Municipios de la Esperanza” como etapa 1, para seguir con la “Preparación para la reapertura” y la “Construcción, minería y fabricación de equipo de transporte serán consideraras actividades esenciales”, como Etapa 2; y a partir del 1 de junio, implementar el “Sistema de semáforo por regiones para la reapertura de actividades sociales, educativas y económicas”, como Etapa 3.
El calendario lucía perfecto, solo que… parece que tuvo un ligero error de cálculo, de más o menos… ¡un año!
Prácticamente todo mundo erró sus conceptos sobre lo que serían la duración y consecuencias de la pandemia; y el gran riesgo en este momento, además de una mutación y nuevas olas del virus causante de COVID-19; es que, pasada la emergencia (con todo y sus terribles daños en pérdida de vidas y consecuencias económicas), en un tiempo relativamente corto, sin haber aprendido nada, regresemos a la cotidianidad y paguemos nuevos costos por ello.
Ya nos ha pasado. Con la influenza A1HN1 y con las múltiples epidemias derivadas de la obesidad y falta de medicina y hábitos preventivos.
¿Que deberíamos hacer y no estamos haciendo?
*Cambiar nuestros hábitos alimenticios, evitar el sedentarismo, fomentar la higiene y practicar la medicina preventiva, privilegiando la salud física y mental, manteniendo sana distancia con las pantallas y alejarnos del consumismo.
*Adaptar nuestra vida al contexto que estamos viviendo y que puede prolongarse o replicarse. Los ciudadanos deberíamos estarnos capacitando para la autosustentabilidad y el gobierno impulsando la prevención de la violencia familiar y la depresión.
*Dejar de poner todos los huevos en una sola canasta. La pandemia evidenció la fragilidad de la economía basada en una sola fuente de ingresos. Es hora de ser creativos y proactivos en la producción y el ahorro. Este debe de ser uno de les temas más importantes, descubriendo otras formas de trabajar y de ganar dinero. Hasta donde sea posible, empleadores y trabajadores deben hacerse socios o asociados. A ambos les interesa mantener vivas las fuentes de empleo, y la corresponsabilidad y ganancias compartidas deben de ser la nueva moda.
*Cambiar sistemas de transporte. Ciclovías, rutas seguras para caminar y trotar, así como compartir vehículos particulares, deberían ser el presente y el futuro. Alentarían la salud física y mental, la convivencia y la reducción de costos y contaminación. Claro que sería idóneo que hubiera mejor transporte público.
*Utilización inteligente de la tecnología. Hace años nos quejábamos de que el gobierno permitía una pésima calidad de programas televisivos, monopolizados. Ahora que la elección de lo que vemos y oímos está en nuestras manos, no estamos escogiendo lo mejor, ni vigilando que lo hagan nuestros hijos.
*Cuidar el medio ambiente. Nuestro hábitat debe propiciar nuestra salud y la de los demás. Producimos demasiada basura, la cual no cae del cielo. Nosotros la producimos y en nuestras manos está evitar su exceso.
Sería muy lamentable que no aprendamos nada de la pandemia.
Todo es cuestión de crear nuestra nueva realidad.
Alberto Sandoval ha sido educador de adultos, profesor de bachillerato, catedrático universitario, conferencista, deportista, servidor público y activista ciudadano.
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