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jueves, febrero 15, 2024
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Para mis alumnos y todos los alumnos del mundo

Hoy que soy maestro, me pongo a mirar dentro de sus rostros las expresiones que ofrecen cuando estoy comunicándoles algo que valga la pena conocer y saber, sin importar muchas de las veces la forma de aprendizaje en cada uno de ellos -si saben o si razonan, o no- sobre el conocimiento que trato de enseñarles, sin importarme si los contenidos son los adecuados para el aprendizaje, y solo me baso en una carta didáctica impuesta por otros seres que buscan la trascendencia del estudiante, sin importarles el qué, cómo, cuándo, dónde y para qué va a servirles esos contenidos de enseñanza… entonces es cuando los modifico.

Quiero que mis alumnos aprendan lo que va a serles útil en su vida, y en este devenir de más de 50 años como maestro, muchas cosas he modificado a través de una visión retrospectiva de mi yo interior cuando fui como ustedes, un alumno, muchas veces con una carita de “yo no fui”, “yo no soy” o “yo no sé”, igual que ustedes, sentado; y a veces oí, sentí y repetí los conocimiento de aquellos mentores que me pasaron sus conocimientos con toda la sinceridad y fuerza de su talento, que aún los llevo y los recuerdo, desde mi formación prescolar, escolar, secundaria, preparatoria profesional, especialidad y, por qué no decirlos, de aquéllos que me han hecho modificar mi conducta como docente, y que han hecho decirme a mi mismo “vale la pena seguir estudiando y preparándome como docente”. Pero más que docente, como ser humano.


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Y ustedes creen que no pensé y critiqué a aquellos maestros no preparados, aburridos, tediosos, de falta de talento y formación, como también estuve atento y aprendí de aquéllos que me impulsaron y me dieron una palmada en la espalda como reconocimiento. Y créanme que por ellos soy lo que soy, ya que me abrieron las puertas del conocimiento, desde aquel pueblo desvencijado en que yo nací, en que solo se contaba con enseñanza primaria y todos los que queríamos formaros en conocimientos mayores, teníamos que salir fuera de mi pueblo.

Mis juguetes y recuerdos siempre me llevan a reconocer a mis maestros que me impulsaron a salir y buscar nuevos horizontes lejos de mi pueblo, y hoy que escribo esto junto con mis cuadernos y memorias, musito la mejor oración para ellos, que me hicieron crecer dentro de este vasto campo; no tanto de la medicina, sino como vocativo de ser lo que soy: un maestro.

Durante mi recorrido por ese tránsito que se llama vida, he sido la mayor parte y alumno; llevo grabado ese sentimiento. Algunos dicen “soy maestro”, pero hoy confieso que sigo siendo alumno porque a diario convivo con ustedes, aprendo más conocimientos sobre la materia que imparto; pero lo que más aprendo es a ser humano y llevar incrustada en mi ser esa grandiosa facultad que Dios me dio, que se llama cerebro, y que sirve no tanto para otorgar calificaciones, sino para fijar un recuerdo de ese acontecer diario. Y sabe que este maestro una vez fue niño, adolescente, joven, imberbe, barbudo… con sesto o talento para afrontar las cosas de la vida, que sirvieron para ser compañero, amigo, hijo, hermano, padre y hoy abuelo.


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No dejo de pensar que existe otra semilla que día a día, cuatrimestre tras cuatrimestre, semestre tras semestre, año tras año y generación tras generación, llena mi mente de recuerdos, al encontrar a los que ayer fueron mis alumnos, convertidos en hombres y mujeres que sirven a su sociedad y patria. Y para aquéllos que hoy son mis alumnos, espero verlos caminar por la vida con la frente alta, olvidando sus rencores de alumnos, por la vida les espera verlos transformados en maestros.

 

Atentamente,

Dr. José Fernando Jaramillo Cisneros.

Tijuana, B.C.

Correo: dferja@hotmail.com

Autor(a)

Carlos Sánchez
Carlos Sánchez
Carlos Sánchez Carlos Sánchez CarlosSanchez 36 carlos@zetatijuana.com
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