“Cero Tolerancia” fracasó en Tijuana. Quiso y no pudo encaminarla Francisco Vega Lamadrid cuando fue Alcalde (1998-2001). Entonces, su Director de Seguridad Pública era Alfredo de la Torre. Hicieron harto alboroto. Mucha publicidad en la prensa. Telediarios y radionoticieros dedicaron notables espacios. Los policías hicieron como que tomaron muy en serio el problema. Muchos ciudadanos protestaron. Pero ni modo. “Cero Tolerancia” terminó como muchos actos gobernícolas: Entró al Departamento del Olvido y luego cayó en la Dirección General de Asuntos Empinados.
Rudolph Giuliani creó “Cero Tolerancia” en Nueva York. Entró a la política, pero le encantó combatir a los malandrines. Por eso, con el paso de los años, fue nombrado fiscal especial. A los mafiosos les pisó callos, talones, espinillas, rodillas y demás partes delicadas del físico. No acabó con tan famosas “familias”, pero sí las sosegó. Capos legendarios sonrieron cuando entraron a prisión. No soportaron el encierro. El corazón les falló y salieron en féretro. Otros apartaron madriguera o emigraron temporalmente a Sicilia. De cualquier forma, los capos ya no tuvieron en su mano a la ciudad. Entonces eligieron a Giuliani, Alcalde en Nueva York. Fue cuando ideó la famosa “Cero Tolerancia”.
Aparte de la mafia, era un desorden por todos lados. Desde asaltos en la calle o domicilios, hasta notables empresas. Muchos rumbos famosos de Nueva York estaban invadidos de pandilleros. Y la ciudad se afamó por la violencia. Giuliani ideó: Si un auto mostraba abolladura, era obligado investigar el motivo. Así se encontraron choferes descuidados o mal intencionados. Cuando de pronto un pobretón dejaba covacha por lujoso chalet, entonces le investigaban. Y el más clásico de los ejemplos: Vidrio roto de ventana. Eso lo consideraba Giuliani como posible asalto. Algún pleito familiar u otro hecho grave. Investigar el destrozo obligadamente, fue consigna a todo policía. Por eso ubicaron claramente delitos y zonas peligrosas, luego a protagonistas. Y así fue como neutralizaron malosos. Llegó a tal punto “Cero Tolerancia”, que con el pasar de los años Nueva York se distinguió. Poca delincuencia. Mucha tranquilidad. De la violencia a la seguridad. El ambiente nocturno se pudo disfrutar sin miedo a un asalto. Medianoche o madrugada no había problema al caminar en las calles de la gran ciudad. Ladrones, estafadores, narcotraficantes, lenones y prostitutas, debieron ser más discretos. O mejor retirarse del “negocio”.
Periodísticamente, fue atractivo en todo mundo. Destacar el sistema de un alcalde para retorcer el pescuezo a la delincuencia. Llegó la noticia de rebote a Baja California, rápido: “Hay que hacerle igual”. Como reza el dicho, creyeron que eran cuestión de “enchílame otra”. Se fueron con el ejemplo clásico del vidrio destrozado. Detuvieron automovilistas. Espejo roto, “calavera” destrozada, defensa abollada, parabrisas estrellado. Lo que fuera. A todo le vieron ojo de posible delito. Naturalmente, abundaron las protestas. En Nueva York, sin necesidad de “Cero Tolerancia”, por eso multaban siempre. En Tijuana y casi todo México, casi nunca se fijaron en tales defectos. Son tantos los vehículos así…
De pronto dijeron: “…Cero Tolerancia está dando resultados”, y hasta se proclamó ruidosamente. Pero fue como los fuegos artificiales. Gran estallido de muchos colores, y después nada.
Terminó la administración municipal como empezó. “Cero Tolerancia” pareció suspiro. A los gobiernos municipal y estatal actuales, ni se les ha ocurrido imitar a Vega o Giuliani. Pero eso sí, vamos de mal en peor. Combatir la inseguridad fue una promesa no cumplida del Licenciado Eugenio Elorduy Walther. Le interesó más ganar las elecciones federales y adornarse. Tampoco Jesús González Reyes en la Presidencia Municipal. Las estadísticas son apabullantes. Los secuestros van en aumento. Ejecuciones un día sí y otro también. Asaltos, no se diga. Definitivamente, la delincuencia rebasó al Gobierno.
Tampoco pudieron tener resultados en el Distrito Federal. Y ahí, Giuliani fue en dos ocasiones. Oficialmente, anunció el Gobierno defeño, le contrataron por 4 millones de dólares “… para reducir en 40 por ciento asesinatos y 25 robos”.
El autor de “Cero Tolencia” les dijo: “La clave para abatir la corrupción de los cuerpos policíacos y el crimen mismo, es la rendición de cuentas; lo que implica que los jefes policíacos se harán responsables por lo que sus departamentos hagan o dejen de hacer”. Ahí estuvo el problema. En noviembre, se dijo que Giuliani visitaría México cada tres meses para supervisar, y que el crimen bajaría. Pero ha sido otro fracaso.
Giuliani fue a la Ciudad de México, oficialmente contratado por empresarios. Pero hay otras referencias de harto crédito: El ex Alcalde de Nueva York ya tenía montada su oficina de consultoría. Y entonces ayudó al potentado mexicano Carlos Slim para comprar 200 mil acciones de World Communication. Le costaron 400 millones de dólares. Después siguieron frecuentándose, hasta brotar la química amistosa. Correspondiendo a tal caballerosidad, Slim lo trajo a México. Muy contrario a eso de que fue contratado.
Dos visitas de Giuliani a la capital mexicana fueron impresionantes. Cientos de policías le protegieron. Y anunció: Cada tres meses volvería para supervisar. Encomendó a Bernard Kerkl, ex Comisionario de la Policía en Nueva York, y a Maureen Cassey como enlace y coordinador. La presencia de estos caballeros encorajinó, entre otros, a Don Alejandro Gertz Manero, Secretario de Seguridad Pública. Criticó la “importación” de Giuliani. “Los que estamos en el Distrito Federal no aguantamos `Cero Tolerancia’. Levántele una infracción a alguien en la calle a ver cómo se le pone, ¿o no?”. Fue más allá: “En lugar de `Cero Tolerancia’, es mejor un programa de justicia cívica”.
PRI y PRD no podían faltar. El protagonismo los llevó al ruedo del ruido. Jorge Schiaffino, dirigente defeño, rezongó: Tachó al Gobierno izquierdista de Manuel López Obrador, contratando a un funcionario extranjero y burgués. Víctor Hugo Círigo, perredista, respondió que “… la inseguridad no tiene signo político o ideológico. No se pueden tener criterios mezquinos para combatir la delincuencia. Si `Robocop’ existiera, también se le contrataría”. Total, “Cero Tolerancia” falló.
La idea de Giuliani fue imitada para otros motivos: “Cero Tolerancia” a la piratería, para los obispos abusadores de niños. Contra la mutilación en Etiopía, uso ilegal de software, discriminación de empleados en California. Homosexuales en Honduras, violaciones en Chile y futbolistas tramposos en Perú. Hasta contra alumnos armados en escuelas de distritos estadounidenses. Pero también finalizaron en el fracaso.
Leí en el excelente periódico AM de León, Guanajuato, un reportaje brillante de Claudio Jorge Blanco. Miguel Angel Durán, se llama el Director de la Policía en Apaseo el Alto. Sin tanto ruidajo, encendió el motor a “Cero Tolerancia”, y funcionó. El Municipio tiene 70 mil habitantes, las celdas estaban repletas, ahora lucen limpias y con raros visitantes. Sin olor a orines. Paredes pintadas de blanco y sin rayoneos. A la entrada de la demarcación, no hay motos ni autos descompuestos. Luego lo clave: Metió mano a la tropa de jenízaros. Había 94. Examen a conciencia. Eliminó a 20. Estos días, solamente hay 74 policías y no hacen falta más.
El Presidente Municipal es Martín Malagón Ríos, y reconoce que al inicio, “Cero Tolerancia” no gustó a los habitantes. Pero poco a poco “… fue transformándose la idea”. Explicó que “… ahora tenemos identificados a quiénes roban, nos dan `cristalazos’, quién se pasa el rojo del semáforo. Y los difundimos, vamos con los vecinos y les explicamos quiénes son las personas que delinquen y faltan al reglamento. Les pedimos ayuda”.
AM reportó que los cuerpos de Policía tuvieron que ganarse la confianza de los ciudadanos. Les veían con recelo, pero admírese:
El grupo especial de vigilancia, lo llaman “Sistema” o “Yui”. Vigila las calles en grupos. Desarmados. Solamente casco, cachiporra, esposas y chaleco antibalas. Todos fueron capacitados y trabajan en horas fuera de su turno ordinario. “La gente ya sabe que a la primera, si lo vemos cometiendo un delito, los vamos a detener y boletinar”.
El alcalde fue muy sincero. Explicó cómo cedieron “un poquito” en la tolerancia durante los meses de diciembre y enero. Prácticamente, se suspendió. Se trató de no tener enfrentamientos con los paisanos que llegaron de Estados Unidos a pasar Navidad y Año Nuevo. Era motivo de felicidad y no para pasarla en prisión. Pero, de todos modos, cuando fueron recibidos, sus familiares les advirtieron cómo estaba funcionando la famosa “Cero Tolerancia”. Y eso que no tuvieron una asesoría extranjera ni 4 millones de dólares por asesoría. López Obrador debía aprender de este modesto pueblo, y también Tijuana.
Supe por amigos en Nueva York que “Cero Tolerancia” no fue difícil. Simplemente demostró la existencia de la ley, la imposición de la autoridad y el respeto ciudadano. Pero hay mucha diferencia de cómo se comportan delincuentes y policías en Estados Unidos y los de México. Son diferentes. Cuando les comenté lo de Apaseo el Alto, dijeron: “Es más fácil en un pueblo chico. También puede dar resultado en una ciudad, pero el problema no son los rateros, mafiosos o prostitutas: es la Policía”.
Luego de su comentario, confirmé: En Apaseo el Alto se empezó por eliminar a los malos agentes y dejar solamente a quienes cumplen con su deber. Es difícil ver eso en el resto de México.
El Municipio guanajuatense es, como dice una compañera reportera, “la Coca-Cola en el desierto”.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas,
publicado por primera vez en julio de 2003.