De Trez en Trez
Uno.- A un año de distancia, demostrado está que al Gobierno Federal le quedó grande la pandemia de COVID-19; el control se le fue de las manos, lo mismo el tiempo, y luego, cuando hay vacunas disponibles, hace malabares e improvisa de nuevo con la compra y su aplicación. Continúan también las cuentas alegres, así como la intención de centralizar todo lo relacionado con la pandemia.
Entre tanto, el propio Andrés Manuel López Obrador dio positivo a COVID-19, se recuperó y algunos de sus cercanos colaboradores hubieron de aislarse, y otros, como el propio súper subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, y el de Sedena, General Luis Crescencio Sandoval; lo mismo el Almirante Rafael Ojeda de Semar (por segunda vez) y Juan Antonio Ferrer, titular del Insabi; han dado también positivo, y pasaron a formar parte de la estadística de esta pandemia. No se siguieron los protocolos del caso, la necedad y el ánimo de quedar bien han podido más.
Mientras tanto, se rebasa en cifras reconocidas oficialmente los 200 mil muertos, sin embargo, hay quienes tienen “otros datos” y afirman que esa cantidad bien podría ser el triple; se llega a 2 millones de contagios; mientras, la “vacunación por goteo”, con ceremonias y simulacros, con “brigadas” promotoras electoreras, sigue con harta improvisación y apenas se ha vacunado a una mínima parte de la población total. Ni siquiera el personal de salud tiene las dos dosis de su vacuna.
Hasta el martes -según cifras manejadas por el diario español El País– se habían administrado 1.7 millones de vacunas a más de 1.2 millones de habitantes: 651,440 trabajadores de la salud han recibido la primera dosis, poco más de 450 mil de esos trabajadores tiene las dos dosis, y hay más de 608 mil adultos mayores inoculados en espera del complemento. El reto es vacunar a 117 millones de habitantes; se antoja harto difícil si se continúa con ese ritmo, con la improvisación y con ese abastecimiento de vacunas, lleguen de donde lleguen.
Doz.- Son estas algunas de las consecuencias de casi un año de conferencias sobre el tema, de establecer el modelo Centinela, de no realizar pruebas de detección, de no adoptar medidas enérgicas al inicio de la pandemia para contenerla, de padecer la arrogancia del subsecretario de Salud y de repetir una y otra vez que la pandemia estaba domada y la curva aplanada, así como de jugar con las cifras de enfermos y víctimas, de semáforos de alerta cuyos colores pocos respetan y manejan a su antojo. De no poder contener a los irresponsables -entre los que se encuentran gobernantes y funcionarios públicos- que no se quedan en casa y siguen organizando o asistiendo a fiestas o yéndose de “vacaciones”.
No obstante que se tuvo hace casi un año tiempo para prevenir, establecer medidas básicas duras para evitar su propagación, no se hizo así. En el Gobierno Federal minimizaron primero la pandemia y luego prefirieron no poner en riesgo la popularidad y aceptación del Presidente, quien tampoco predicó con el ejemplo. Se perdió valioso tiempo y, dígase lo que se diga, autoridad moral para exigir después a los ciudadanos lo que no se cumplió antes en el gobierno.
Con todo y las de las ceremonias y los simulacros en torno a la compra y recepción de la vacuna, de una Estrategia Nacional de Vacunación confusa, parchada y porosa (sigue habiendo colados), de las brigadas de vacunación con personas que poco tienen que ver con su aplicación, se cuenta hasta la fecha con una cifra de vacunados muy baja de un universo mucho mayor que se mide en millones de habitantes.
Trez.- Así las cosas. Allá en la capital del país se sacaron de nuevo cuentas, cálculos políticos que no tanto de salud pública, y semanas atrás, a la mañana siguiente de que se afirmara lo contrario, AMLO anunció que empresas privadas y gobiernos estatales podrían adquirir las vacunas y aplicarlas. Tardío y engañoso el anuncio: hay elevada demanda de la vacuna, no hay mucha disponibilidad de ella y hay una larga fila de espera.
No sería nada extraño que esta supuesta apertura se deba también a la proximidad de las elecciones y a querer repartir los resultados poco favorables entre los gobiernos estatales y no sólo al gobierno federal; mientras tanto, la vacunación sigue oliendo a propaganda electorera, dígase lo que se diga.
Y no, no se trata de que -como dijo alguien- “ningún chile nos embona”, solo que con la salud y la vida no se juega.
P.D.- Los anteriores comentarios debieron ser enviados al editor de ZETA el martes 26 de enero; a pesar de todas las medidas preventivas, un resultado positivo para COVID-19 del que esto escribe y el aislamiento respectivo lo impidió. Hoy, exactamente un mes después, puede apreciarse que pocas cosas han cambiado. Por fortuna, dado de alta, regreso a las páginas de ZETA.
P.D.2.- “Ya chole” con el “ya chole”… no hay empatía en el Presidente de la República con las víctimas de probables delitos. ¿Por qué sostener la candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno de Guerrero a como dé lugar? La sola sospecha debería bastar, pero ni las denuncias alcanzan.
Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana.
Correo: profeohe@hotmail.com