La visión de Mimi Leder, oportuna el año pasado para abordar la biografía de la hoy extinta magistrada norteamericana Ruth Bader Ginsburg (Felicity Jones), hoy está disponible en diversas plataformas vía streaming y vaya que vale la pena.
La cinta recrea la carrera la juzgadora egresada de la Escuela de Derecho de Harvard en la década de los 50, cuando las mujeres no necesariamente tenían acceso a la educación superior, mucho menos a litigar.
Sin embargo, este personaje encontró la forma de vender las limitaciones sociales a través del estudio. Desde muy joven era la primera de la clase y de ahí la base de su histórica carrera comenzó, tal como lo expone este interesante largometraje que, de paso, retrata la mentalidad prevaleciente en una de las llamadas universidades “Ivy League” de Estados Unidos, donde se forman los líderes de todos los sectores productivos del país vecino.
A la vez, el filme permite ver a la esposa, madre y ama de casa, apoyada por su esposo Marin (Armie Hammer), un intelectual que superó el cáncer testicular en una época en que la tasa de sobrevivencia era de apenas 5%.
Jones hace un excelente trabajo para personificar a la juez originaria de Brooklyn de raíces judías, que terminó por hacer de Estados Unidos una sociedad más justa y equitativa, partiendo de su propia lucha, al ser una de nueve chicas que en su generación optaron por estudiar Derecho.
Otro acierto es el guion de Daniel Stiepleman, quien se centra en el caso de un hombre de Denver que cuida a su madre anciana y tiene problemas fiscales cuando intenta deducir el sueldo de una cuidadora debido a su género. Ese punto de partida es el que Ginsburg utiliza para demostrar que la legislación en aquel entonces -la década de los 70- era inconstitucional. El proceso para lograr este cambio es presentado de manera brillante en esta cinta, tan trascendente en estos momentos en que el mundo parece girar peligrosamente hacia la intolerancia y la desigualdad, ahora bajo la bandera del populismo. Bien por Leder, gracias por poner este título en la cartelera virtual. ****
Punto final. – Vale la pena ver los filmes clásicos. Sobran opciones vía streaming.