Es difícil, casi imposible, vaya, sacarse de la cabeza la imagen de Al Capone -o “Fonze”, como prefería que lo llamaran en familia- en pañales, con una zanahoria en la boca y los ojos rojos, perdido no solo en el jardín de su mansión sino en su mente decadente a causa de la sífilis que fue tratada tardíamente en prisión y por la cual fue liberado para que pasara sus últimos años en casa.
Tom Hardy tiene la titánica labor de interpretar al capo de Chicago en el año final de su vida, y su actuación representa todo el poder que tiene esta película que parece haberle quedado grande al director-guionista Josh Trank, a quien tanto el actor como el personaje lo rebasaron.
El largometraje es una locura, sobre todo a medida que se adentra en las alucinaciones del mafioso “caracortada”, mientras su esposa Mae (Linda Cardellini) y su hijo Al Jr. (Noel Fisher) observan atónitos el desenlace de quien fuera el autor de la masacre del Día de San Valentín, teniendo, además como testigos, a su séquito de pistoleros, guardaespaldas y sirvientes.
Pero el delirio no es todo. Está la búsqueda desenfrenada de la familia y de las autoridades -que utilizaban a su hijo menor, fuera de matrimonio, como carnada- de un supuesto botín millonario que Capone en alguna parte enterró, a esas alturas de su demencia, la posibilidad de dar con el paradero de la supuesta fortuna era nula. El hecho de que evadió sistemáticamente al fisco y durante su carrera delictiva llegó a sumar 60 millones de dólares fundamentaban la teoría.
El acertijo se complica cada vez más conforme el mal estado físico del mafioso se deteriora, al grado que no distingue entre el puro que acostumbraba fumar y un trozo de zanahoria que el doctor sugiere darle para no afectar más su salud.
Hardy demuestra aquí su genialidad -al fin anotémoslo para el Óscar– quizás apoyada en la experiencia de su rol protagónico en la perturbadora serie “Peaky Blinders”, aunque lo cierto es que este histrión desde tiempo atrás se perfilaba como uno de los sobresalientes de Gran Bretaña.
Vale la aclaración: el filme es muy desagradable y las escenas se vuelven repetitivas al grado de que molesta ver a un ser humano divagar así. Sin embargo, termina por adquirir coherencia cuando en manos del enloquecido criminal cae una metralleta y su sanguinaria naturaleza ahí se manifiesta. Así acabó Capone a los 48 años de edad, y así es como Hardy comienza a consolidar su carrera a los 42 años. Este papel “a la Brando” es para no olvidar. *** (Todo para Hardy)
Punto final. – Aunque “Capone” no se estrenará en cines ya se puede buscar por ahí, anticipando su estreno en plataformas como Netflix próximamente.