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jueves, octubre 3, 2024
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4 de julio

En Estados Unidos hay mucho miedo. Existe pavidez. Todavía no rebota fuerte en Baja California. Pero los estadounidenses suponen, temen y pronostican actos terroristas. “Serán el cuatro de julio”, dice la mayoría. Periódicos importantes no han escapado para señalarlo. Es cuando se festeja la Independencia. Así pasó antes del Día de Acción de Gracias, el famoso “día del pavo” en noviembre. Tradicionalmente cuando más viajan y festejan familiarmente al otro lado. Reciente como estaba el drama de Nueva York, no hubo sobre demanda de pasajes. Pero en cada aeropuerto los guardias tuvieron más trabajo con menos viajantes. Ya ven. Hasta les revisaron cada zapato.

Muchos se escamaron antes de Navidad. Si las tenían, no enviaron las tradicionales tarjetas. Estaban horrorizados con las noticias en periódicos y telediarios sobre las mortales esporas de ántrax enviadas por correo. El miedo renació la noche del Año Nuevo. Se figuraban lo peor en la acostumbrada multi-reunión de Times Square. Gracias a Dios no hubo nada. Pero el Domingo de Pascua y el famoso Memorial Day hubo angustias. No hace mucho ciertos malosos desperdigaron la noticia en Nueva York: Camiones tanque repletos de gasolina serían explotados en barrios judíos. Todavía no encuentran sosiego los habitantes de tan importante comunidad. También los detectives tomaron con seriedad la información de un residente en Las Vegas. Habló sobre un posible atentado a la famosa ciudad. Se supo de advertencia e investigación, mas no del final. Todavía en el reciente largo finsemanero del Memorial Day, el FBI estuvo alerta. Corrió el rumor sobre la voladura del histórico puente de Brooklyn y la también famosa estatua de la Libertad.

Más cerca de Baja California: La planta nuclear de San Onofre fue considerada blanco de terroristas. Está al norte de la frontera Tijuana-San Ysidro y cerca de Los Ángeles. La prensa californiana verificó el temor. Hasta los habitantes recibieron cápsulas. Al tomarlas y en caso de una explosión, no resentirían tanto los efectos. Siempre se ha dicho: Si hubiera un desastre en San Onofre, los daños alcanzarían a Baja California. Pero nuestras autoridades no se han tibiado.

A esos temores de los estadounidenses se suma un par: La versión de convertir en polvo todas las atracciones turísticas de Nueva York, precisamente cuando estén más concurridas en fin de semana. Y no hace mucho los focos rojos se encendieron: Una avioneta enfiló a la Casa Blanca en Washington. Está prohibido sobrevolarla. Aviones-caza aparecieron inmediatamente. No la derrumbaron. Fue desviada. De todas formas, desalojaron urgentemente la residencia presidencial.

La tan acreditada revista Time aplicó no hace mucho una encuesta. 57 por ciento de los estadounidenses consideran vivo al terrorismo. Calificaron “muy arriesgado” el jueves 4 de julio. Ya me imagino la inquietud.

Empezando 2001 un amigo muy estimado decidió cambiar su residencia de Tijuana a Nueva York. Capaz y muy chambeador fue contratado rápidamente. A pesar de estar lejos de la familia le iba bien. Pero cuando vivió el dramático 11-S (así es como identifican los estadounidenses el 11 de septiembre), empacó y regresó. No pudo vivir entre el miedo. Todos a su alrededor esperaban lo peor. Además, moreno, bajo de estatura, pelinegro y bigote ancho, nariz recta y ojos azabache, era candidato a sospechoso islamita.

Si como dicen y es cierto “…todo cambió en Nueva York después del 11 de septiembre”, ahora la policía tiene más cuidado. Cualquier reporte o rumor lo atienden e investigan rápidamente. No dejan pasar uno así parezca vacilada o exageración.

Tienen un motivo: Antes del ataque a las torres gemelas, una detective del FBI notificó razonada información sobre los planes terroristas. Coleen Rowley vive en Minneapolis. Debe andar en los cuarentas. No se parece nada a los personajes de película. Al verla uno diría “…seguro, ama de casa, media descuidada”. Es que viste muy sencilla. Ni pizca de arreglo. Su pelo largo, lacio y desatendido parece nunca haber pasado por una estética. Ni siquiera se maquilla. Usa enormes lentes claros. La armazón ni de chiste favorece su cara. Está felizmente casada. Tiene cuatro hijos y un perro viejo. Su casa no es elegante. Vive en modesta zona. Calle sin salida. Sus compañeros del FBI la califican “muy inquieta” y todos dicen que trabaja de más. No aprovecha el receso para salir a comer. Lleva qué y se lo despacha en su escritorio.

Antes del ataque a las torres gemelas, uno de sus contactos en Phoenix, Arizona le reportó: Zacarias Moussaui se inscribió en una escuela para aprender a pilotar jets Boeing 747. Todavía no se sabía pero fue el modelo igualito a los utilizados el 11 de septiembre. Nada más recibió el reporte y a la detective le latió. Elaboró un memorándum sólido. Sus jefes inmediatos ordenaron la captura de Zacarias. No encontraron evidencia. Pero tenía vencida su visa. Mientras lo procesaba Inmigración, Coleen investigó en Europa y se estremeció al saber: Francia lo fichó terrorista con base en Londres. Relacionado con islamitas extremistas en Kuwait, Turquía y Chechenia. Estuvo en Afganistán. Y antes de viajar a Estados Unidos vivió unos meses en Pakistán.

Todo le cuadraba a la detective Rowley. Entonces se dirigió al mando central de la FBI. Solicitó confiscar la computadora de Zacarias. No le hicieron caso. Fue obstaculizada deliberadamente y la burocracia pudo más. Cuando sucedió la tragedia en Nueva York, el FBI pretendió esconder el trabajo de Coleen, pero valientemente, ella los recriminó. La prensa se enteró. Por eso publicaron que Bush sabía del atentado antes. Pero la realidad es que fallaron los jefes del peliculesco FBI.

No contenta, envió un memorándum a la superioridad: “Les interesa más el ascenso burocrático que cumplir la ley. Abundan los agentes inexpertos”. Demostró cómo sus datos pudieron haber descubierto la trama terrorista y tal vez se hubiera evitado la tragedia. Apoyada en informes de agentes secretos franceses reportó: Zacarias estaba directamente ligado a Osama Bin Laden. Inclusive aclaró que algunos agentes del FBI sabían de esa relación “pero sus jefes discrepaban con la versión”.

Coleen logró el apoyo de otros detectives y firmaron una carta dirigida al Director del FBI, Robert Muller en Washington:

“Un día o dos después del 11-S, usted, director Muller, declaró que si el FBI hubiese sido alertado de los atentados habríamos sido capaces de actuar para prevenir la tragedia. Temiendo que esa declaración pudiera volverse en contra del FBI al trascender la información sobre Moussaui recabada antes del 11-S, yo y otros compañeros tratamos de ponernos en contacto con Usted, a través del cuartel general del FBI al más alto nivel, con la intención de informarle sobre la investigación de Moussaui, para que sus declaraciones públicas pudieran ser modificadas convenientemente. Al ver que Usted y otros altos cargos del FBI seguían haciendo públicamente las mismas declaraciones, pensamos que tal vez no habían recibido nuestro mensaje y lo intentamos de nuevo. Después de que comenzaron a salir los detalles de las investigaciones sobre Moussaui anteriores al 11-S, y de que se hiciera público el memorándum de Phoenix, sus declaraciones han cambiado. Ahora la posición oficial es que, aunque el FBI hubiera seguido las pistas de Phoenix, que conducían a la escuela de vuelo y hubieran atendido la petición de Minneapolis, de registrar los efectos personales y el ordenador (computadora) portátil de Moussaui, nada hubiera sido diferente y desde luego no se hubieran podido evitar los ataques terroristas y la consecuente pérdida de vidas. Con todos los respetos, esta versión es tan mala como la primera”.

Seguramente la comandancia de los famosos detectives quiso salvarse y salvar al Presidente. Compusieron el tono del caso y lo descompusieron. Aseguraron que Zacarias estaba en otra misión terrorista y que sus compañeros siguen libres. Por eso el miedo al próximo jueves cuatro de julio.

Espero tener vida para ver algún día la película sobre este episodio de la vida real.

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas y publicado por última vez en junio de 2002.

Autor(a)

Jesús Blancornelas
Jesús Blancornelas
Jesús Blancornelas Jesús Blancornelas JesusBlancornelas 15 jesus@zeta.com
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