De luto, llorando a mares,
México se hace presente.
Murió cantante excelente,
famoso en todos lugares.
Y los deudos, en conflicto:
jaloneando el cuerpo inerte,
peleando herencia existente
o gastada en rico pisto.
Que lo van a incinerar
para repartir los restos;
al polvo serán devueltos
y al príncipe a descansar.
¿En qué quedamos por fin?
¿Me quieren o no me aman?
No lloren lo que no extrañan,
se pelean por el botín.
Cuántos niños son suicidas
por no tener qué comer
ni quién les vaya a ofrecer
unas lágrimas furtivas.
Y las tumbas clandestinas
de los que descabezaron,
son seres que también amaron
y que ya los olvidaron.
En cambio, al que canta bien
o hace telenovelas,
por actuar en pasarelas
se siente príncipe o rey.
Lo que al rico le festejan
al pobre se lo critican;
a este lo satanizan
y al otro lo canonizan.
Alberto Torres B.
Tijuana, B.C.