La Baja California de hoy me es totalmente desconocida, parece un hogar abandonado por sus dueños durante muchos años. El vicio de la cerveza que era común entre los varones integrantes del pueblo llano ha sido substituido por las drogas, sintéticas y vegetales, a tal grado de que son miles de personas que gracias a estos productos venenosos han empeñado su conciencia y, con ello, la capacidad de entender y de querer.
Da temor salir a las calles de Mexicali o de Tijuana; o de Ensenada, sabedores de que podemos ser asaltados por la ola de violencia que devora todo lo bueno que tenía este rancho grandote que es la Baja.
Las contiendas políticas en el pasado, intensas luchas por el poder, tenían un límite de respeto al contrincante, éramos todos parte de una familia con sus desacuerdos, que pasada la contienda electoral, venía el fraternal reencuentro; no como ahora en que los enfrentamientos electorales están precedidos por una actitud de odio y vemos al rival como un enemigo mortal, sin reflexionar que los resultados del combate político son fruto de acuerdos entre partidos políticos.
Todos esperábamos que, con la llegada de Andrés Manuel López Obrador, las cosas cambiarían y que la actividad político-partidista sería un despertar, y, por el contrario, vemos que la lucha político-electoral que se avecina es ajena a la convivencia pacífica y que la democracia es únicamente tema retórico sin penetración en la conciencia de los que participan en la actividad política.
Me preocupa ver que en las actitudes y propuestas de Andrés Manuel hay violencia, ironía y descalificación, contrario a lo que prometió el presidente de la república, amor y paz.
En la guerra y en el amor, dicen, todo se vale, esto es solo parte de una conseja popular. No podemos amenazar o insultar, ni utilizar la violencia y esperar el aplauso de quienes ofendimos y lastimamos en su persona y de su familia; por otra parte, decíamos, preocupa que quien fue la esperanza de todos en la elección presidencial, vaya perdiendo lo más importante que debe tener un hombre político o no, exitoso o fracasado, que es humildad en el manejo del poder.
Cuando un hombre o mujer recibe un espacio de fuerza de mando y utiliza ese poder, ese mando, ese ejercicio de fuerza y lo emplea para combatir a sus enemigos o a los que él cree que son sus enemigos, y se dedica a cobrar ofensas del pasado, las cosas no andan bien y todo nos hace pensar que la guerra está próxima, sobre todo en este país que poco a poco ha sido avasallado por la delincuencia organizada, que niega los fines del estado de derecho y las legislaciones que con el transcurso del tiempo han querido alcanzar un sistema jurídico que supere la anomia y nos pueda llevar al peligroso camino de los estados fallidos.
Nota: La lucha por revindicar a los más pobres, es lo que alentó la campaña de Andrés Manuel López Obrador, es tarea prioritaria a la que se deben de canalizar todos los esfuerzos del Estado mexicano, estamos de acuerdo, pero que esto no sea pretexto para el enfrentamiento de las clases sociales y dar como fruto un país dividido, enfrascado en una guerra de clases entre los mexicanos.
Quienes alientan al enfrentamiento, no imaginan lo peligroso que es este desastre. Deben favorecerse a los más necesitados, pero sin llevar al país por senderos peligrosos como son el alentar a la lucha de las diversas clases sociales, el propósito debe ser cuidar que México no caiga en un levantamiento armado que llevaría a todos a la debacle.
Arnoldo Castilla es abogado y catedrático de la UABC.