Al inicio de su gobierno, Francisco Vega de Lamadrid anunció, con entusiasmo y determinación, que una de las obras que legaría a Baja California sería el Aeropuerto de Ensenada. Lo presumió hasta el cansancio. Habló una y otra vez de la viabilidad del proyecto, de los beneficios que traería a la zona, de la bonanza económica. Pasaron seis años, y lo que heredará será en una administración estatal endeudada, con desvíos millonarios, sin capacidad de pago a organismos autónomos, proveedores o empleados. Del aeropuerto sólo quedó la inversión inicial de 217.9 millones de pesos, las irregularidades en el proceso de licitación, el establecimiento de una Asociación Público Privada, la ejecución del proyecto y un velador. Don Federico Sámano ha cuidado celosamente el terreno y las pocas herramientas de trabajo que hay en el predio donde se instalaría el aeropuerto. Ha sido fiel a su trabajo, ha ahuyentado ladrones que se quieren llevar la maquinaria y mantiene firme el hechizo letrero que hizo de “propiedad privada” para que nadie se acerque al lugar donde ha residido en los últimos tres años. Aun así, el 5 de enero don Federico fue notificado de que la obra había quedado suspendida. El problema es que hasta febrero, al señor Sámano le debían tres meses de sueldo, 18 mil pesos en total. Pero ahí no termina el abuso. A la publicación de un reportaje de ZETA en la edición del 15 de febrero, el coordinador de Administración Urbana y Tenencia de la Tierra de la Secretaría de Infraestructura y Desarrollo Urbano del Estado, Natalio Hernández Yáñez, llamó al velador para decirle que derivado de la publicación, su pago se iba a retrasar más de la cuenta o quizá no llegaría. El comportamiento abusivo del funcionario kikista tiene a don Federico viviendo en condiciones extremas, sin querer abandonar el lugar por el temor a que no le paguen, o que le roben lo que ahí está. Sigue, pues velando por un gobierno que fracasó en su proyecto y no le quiere pagar su sueldo, que ya acumulado, suma 24 mil pesos. Abusivos.