“Chupeta”, uno de los más grandes capos de Colombia, aseguró al jurado que juzga al sinaloense en Nueva York, que él fue uno de los principales proveedores de Joaquín Guzmán Loera. Además, en su testimonio detalló cómo los narcotraficantes colombianos llevaron miles de toneladas de cocaína del país sudamericano a México
El abogado colombiano Germán Rosero, testigo en el juicio que se lleva a cabo contra el narcotraficante sinaloense Joaquín Archivaldo “El Chapo” Guzmán Loera en la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York, afirmó que “bajar” dólares en efectivo, producto de la venta de drogas desde México a Colombia, es otro de los “negocios multimillonarios” de las organizaciones del narcotráfico.
En su segundo día de testimonio, Rosero -ex enlace del colombiano Cártel del Norte del Valle con el Cártel de Sinaloa- explicó que contrabandear dólares en efectivo desde México hacia Colombia se conoce como “bajar”, y que tales contrabandistas son llamados “bajadores”.
El litigante aseguró que después de que se vendían los cargamentos de drogas provenientes de Colombia a sus clientes en México, éstos pagaban dinero en efectivo directamente a los llamados “bajadores”.
Rosero aseveró que él recibía desde Colombia la información de contacto de estos “bajadores”, sobre quienes había instrucciones precisas de cuánto dinero debían recibir para contrabandear. Luego, los ponía en contacto con clientes mexicanos.
En la década del año 2000, estos “bajadores” contrabandeaban entre 500 mil y un millón de dólares por viaje, y acorde con el colombiano, las cantidades aumentaron hasta 5 millones de dólares.
Este contrabando es “un negocio multimillonario” realizado en general por personas de origen colombiano con residencia en ese país, pero que de momento se encontraban en México, precisó ante el jurado.
Rosero -quien se entregó en 2009 a autoridades en Estados Unidos- indicó que la mayoría de los “bajadores” tenían residencia en Colombia, a fin de “hacerlos responsables” en caso de que se perdiera el dinero.
Asimismo, dijo que los traficantes mexicanos del Cártel de Sinaloa también tenían sus propios “bajadores” de dinero, a los que recurrían cuando los colombianos decidían vender la drogas directamente en su país, en vez de comprometerse a cobrarla hasta que llegara a México.
Bajo ese esquema, los miembros del Cártel de Sinaloa “invertían” en los cargamentos de cocaína a un precio aproximado de 3 mil dólares por kilogramo de cocaína. Ellos debían pagar directamente el mismo monto en Colombia.
En cambio, si los narcotraficantes mexicanos compraban la cocaína una vez en territorio mexicano, el costo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, por ejemplo, ascendía a 6 mil dólares por kilo.
El litigante colombiano, quien actualmente se encuentra en libertad, tiene en su contra cargos que podrían significarle una sentencia mínima de 10 años. Sin embargo, su acuerdo de cooperación con el gobierno de Estados Unidos reduciría su sentencia.
Según el testimonio bajo juramento de Rosero, “El Chapo” le contó una vez que con la finalidad de “bajar” su propio dinero, enviaría a Colombia un avión de su propiedad fabricado con fibra de carbón, por lo que la pequeña aeronave no sería detectada por radares. Asimismo, sería una forma “eficaz y barata” para mandar dólares en efectivo a Colombia.
Cuestionado por la fiscal Gina Parlovecchio, Germán Rosero no dejó claro si alguna vez el capo sinaloense empleó dicho método -enviar a Colombia un avión ultra ligero- para contrabandear dólares en efectivo.
El abogado dio detalles de las diversas reuniones que mantuvo con el capo sinaloense entre 2003 y 2006, “en las montañas”, siempre con una metodología similar: primero hablaba con un facilitador que lo ponía en contacto con Guzmán.
Después, Rosero aseguró que era llevado a un hotel donde lo recogían y lo trasladaban a un avión que lo llevaría a las montañas -no precisó de cuál país-, y describió la clase de pistas de tierra que utilizaban para el aterrizaje, con una inclinación especial para facilitar la desaceleración y la aceleración.
Según el declarante, Guzmán Loera acudía a dichas reuniones con diversas armas. En uno de los encuentros portaba un fusil AK-47 (“cuerno de chivo”) chapado en oro y con incrustaciones de piedras preciosas.
De igual forma, contó que en 2003 actuó como intermediario en el traslado entre Colombia y México de envíos por un total de entre 10 y 12 toneladas de cocaína, lo que suponía unos 80 o 90 millones de dólares de ganancia.
El gran “éxito” de estos envíos de cocaína, contribuyó para que en 2004 se pusieran en marcha varios cargamentos de hasta 12 mil 500 kilogramos cada uno, los cuales fueron realizados en barcos atuneros, al contar con las características específicas para viajar a grandes distancias de las costas mexicanas, debido a que las rutas que utilizaban, no eran convencionales.
Entre 2005 y 2006 se produjeron algunos pequeños envíos más, aunque finalmente Rosero cesó su actividad en 2007, cuando comenzó una “guerra” entre “El Chapo” y su socio Arturo Beltrán Leyva “El Barbas”.
Rosero también resaltó la cercana relación que tenía con “El Chapo”, quien le llegó a pedir que lo hiciera padrino de uno de sus hijos recién nacidos, lo que el litigante colombiano aceptó, porque se trataba de una persona “muy afectuosa” y lo consideró “un honor”.
Antes de Germán Rosero, testificó el capo colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía “Chupeta”, uno de los ex líderes del Cártel del Norte del Valle.
El testigo del gobierno de Estados Unidos aseguró que durante la década de los 90 llegaban tantos aviones con cocaína, que parecía que Colombia “invadía” a México.
El capo colombiano, quien suministró droga al Cártel de Sinaloa entre 1990 y 1996, recordó que una vez visitó en prisión -acompañado por un comandante de la Policía- al sinaloense Juan José Esparragoza Moreno “El Azul”, a quien se refirió como “un padrino” para los narcotraficantes.
De acuerdo al testimonio de Ramírez Abadía, en la reunión participó “El Chapo”, y lo que ambos buscaban era la autorización de Esparragoza Moreno para cambiar la ruta de envío de la droga desde aviones a barcos camaroneros, a través del Pacífico. En la celda que “El Azul” compartía con otros miembros del Cártel de Sinaloa recluidos en la misma cárcel, había bebida, marihuana y todo tipo de comida, afirmó “Chupeta”.
“`El Azul’ me dijo a modo de chiste: ‘mi compadre (Guillermo González) Calderoni (comandante de la extinta Policía Judicial Federal) me dijo que están llegando tantos aviones con ‘coca’ de Colombia que los gabachos (funcionarios estadounidenses) dicen que parece que están invadiendo México’, de tantos que estaban llegando en la madrugada”, recordó.
Después, expuso que “El Azul” le confió que “había mucha presión” del gobierno estadounidense sobre su homólogo mexicano en ese momento, también por los pagos que supuestamente Guzmán Loera hacía a la Policía para poder recibir los cargamentos de droga, que le suplían varios cárteles de Colombia.
El 29 de noviembre, Ramírez Abadía reveló que mandó matar a “aproximadamente 150 personas”, incluido uno que él mismo asesinó a balazos -en la cabeza y la cara- en 2004, y que las autoridades colombianas le incautaron mil millones de dólares.
Ese mismo día, los fiscales de Nueva York colocaron 10 kilogramos de cocaína sobre la mesa frente al jurado. Luego llamaron a “Chupeta” para explicar cómo sus “cocineros” hacían la droga en laboratorios, agregando a la base de la pasta gasolina, éter y acetona, entre otros químicos.
La droga colocada sobre la mesa fue, según la fiscalía neoyorquina, “una muestra representativa” de una inmensa incautación de cocaína colombiana en altamar, relatada por otros dos testigos: un agente de la guardia costera estadounidense y otro de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés).
“Chupeta”, de 55 años de edad y cuyo apodo se debe a su obsesión hacia las paletas dulces, conocidas en Colombia como chupetas, aseguró que desde 1990, “El Chapo” era uno de sus socios principales en el negocio de transportar cocaína a Estados Unidos.
Entre los grupos criminales con los que colaboró, Ramírez Abadía testificó que el Cártel de Sinaloa era el principal. Sin embargo, también trabajó en lo individual con los hermanos Beltrán Leyva, así como con Ignacio “Nacho” Coronel Villarreal, los hermanos Zambada García, los hermanos Carrillo Fuentes y Héctor “El Güero” Luis Palma Salazar.
En total, fueron cerca de 400 mil kilos de cocaína los que Ramírez Abadía trasladó desde Colombia a EU ayudado por cárteles mexicanos, hasta 2007, cuando fue capturado por agentes de la DEA.
El capo relató que a pesar que Guzmán Loera se quedaba con un porcentaje más alto de su cocaína que otros traficantes (40%), tardaba menos que otros en transportarla. “Me dijo ‘yo soy el más rápido’”, aseguró el colombiano al dar pormenores de la primera reunión de ambos en la recepción de un hotel de Ciudad de México, en 1990.
“El Chapo” también le dijo que sus rutas eran “las más seguras”, porque tenía comprados a muchos funcionarios mexicanos. Todo eso fue suficiente para convencer a “Chupeta”, quien cuatro meses después, pactó con el sinaloense el envío de cinco de sus aviones con los primeros 4 mil kilos de cocaína, mismos que llegaron a una pista cercana a Los Mochis, Sinaloa, en sólo una semana.
Llevar la droga con Guzmán Loera resultaba 3% más de lo que cobraban otros, pero el traslado “era súper rápido, menos de una semana”, cuando los competidores tardaban un mes o más. Además, “El Chapo” le pedía que le enviara la mayor cantidad de “cocaína 100 por ciento pura y de óptima calidad”.
El colombiano agregó que en sus aviones hacia México, “El Chapo” podía cargar entre 600 y mil 300 kilogramos de cocaína, dependiendo de la ubicación de las pistas clandestinas, situadas en los estados de Nayarit, Durango, Sinaloa y Sonora. “Cuanto más corta era la distancia, más cocaína podía cargar en el avión desde Colombia a México, porque se necesitaba cargar menos combustible. Había menos peso en el avión”, expresaría “Chupeta”, quien quedó muy satisfecho con lo que sus pilotos le contaron: la pista estaba muy bien iluminada, la descarga fue rápida, se reabastecieron enseguida los aviones con combustible, la protección de la Policía Federal, presente en el lugar, “fue magnífica”, indicó en su relato la agencia EFE, uno de los pocos medios con acceso a la Corte neoyorquina.
El capo colombiano aseguró, además, que durante unos meses cocinó la droga en moldes cilíndricos para que Guzmán Loera la colocara dentro de latas de chiles jalapeños para traficarla hacia Los Ángeles. “Chupeta” la vendería luego en las calles de Nueva York.
Con el rostro deforme, debido a las numerosas cirugías plásticas a las que se sometió para cambiar de apariencia, Juan Carlos Ramírez Abadía fue capturado en 2007 en Sao Paulo, Brasil, y posteriormente extraditado a Estados Unidos, donde lleva diez años preso y ha testificado en varios juicios en los que se ha declarado culpable.
“Chupeta” -quien espera reducir en cinco años su sentencia de por lo menos 25 años por colaborar con la fiscalía-, fue uno de los principales capos en Colombia, lo que inspiró un personaje (John Mario Martínez “Pirulito”) en la serie de televisión colombiana “El Cártel de los Sapos”, basada en el libro homónimo escrito por el ex narcotraficante Andrés López López “Florecita”.
“El Chapo le miró serio, pero quizás no le reconoció pese a que se han reunido ‘más de 10 veces’, según el testigo: el Chupeta dijo que se sometió a cirugía plástica en el rostro tres o cuatro veces en Brasil, donde estaba prófugo, pero seguía dirigiendo su cartel. Modificó su mandíbula, los ojos, la nariz, los pómulos, las orejas…”, indicó la agencia EFE.
JALISCO CIERRA SEXENIO CON VIOLENCIA En los últimos días asesinaron a siete policías y arrojaron granadas a Consulado de EU
Después de que en el mes de noviembre se registraran por lo menos 183 homicidios dolosos en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), en los primeros cinco días de diciembre ha ocurrido una veintena de asesinatos, entre éstos, los de siete elementos policiales, además de un ataque con granadas de fragmentación al Consulado de Estados Unidos en la “Perla Tapatía”.
La violencia aceleró su marcha durante los últimos cinco días de administración del gobernador saliente de Jalisco, Aristóteles Sandoval Díaz, quien nunca encontró la forma de combatir la inseguridad en la entidad.
En los primeros minutos del sábado 1 de diciembre, seis hombres fueron ejecutados a tiros en el interior de un departamento de la colonia Torres de España, en la Capital de Jalisco. Las víctimas, jóvenes de menos de 30 años de edad, fueron asesinadas con armas cortas. Sus agresores escaparon en una camioneta.
Durante esa madrugada también se supo del ataque con granadas de fragmentación contra la sede del Consulado de Estados Unidos en Guadalajara. Sujetos desconocidos arrojaron los artefactos que estallaron en uno de los jardines laterales, sin que se registraran personas lesionadas debido a la hora.
El lunes 3 de diciembre fueron masacrados seis elementos de la Fuerza Única Regional de la Policía Estatal en el municipio de La Huerta, en la Costa Sur de Jalisco. Los uniformados tenían consigo a un detenido, presunto miembro del Cártel Jalisco Nueva Generación, cuando apareció un comando que pretendía rescatar al arrestado y acribilló a los oficiales. El detenido resultó herido.
A la mañana siguiente, otros policías de la misma corporación fueron atacados en el municipio de Acatic, donde respondieron al fuego y abatieron a uno de los presuntos agresores. Se dijo que los guardianes del orden pretendían revisar a los ocupantes de dos camionetas, una de las cuales estaba reportada como robada.
El mismo martes 4 de diciembre, en la colonia Blanco y Cuéllar, al Oriente de la ciudad, fue localizado el cadáver de un hombre dentro de una bolsa de plástico, atado de pies y manos, con huellas de violencia física; mientras que en la colonia Providencia, al Poniente, otro varón fue ejecutado a balazos dentro de un negocio.
Dos sujetos lo asesinaron delante de media docena de clientes.
El 5 de diciembre ocurrió el homicidio de otro policía en el municipio conurbado de El Salto; el occiso recién salía de cubrir su guardia y, a bordo de su vehículo, se dirigía a descansar. Los hechos en los que murió el suboficial Juan Manuel de Anda Tapia sucedieron a kilómetro y medio de la comisaría de El Salto, donde los sicarios le dispararon por lo menos 40 balazos.
El agente había recibido amenazas telefónicas de un supuesto líder de una célula criminal a la que una semana antes habían cateado un inmueble y se había asegurado armamento. El delincuente exigía la devolución de los objetos incautados, so pena de matar a policías y sus familias.
Ese miércoles, entre la maleza de un predio despoblado de San Pedro Tlaquepaque, fueron encontrados los cadáveres de dos hombres con tiros en sus cabezas.
El jueves 6 de diciembre se registró el cambio de mandos policiales en todas las corporaciones, al asumir Enrique Alfaro Ramírez como gobernador del Estado, cuya cabeza visible en el gabinete de seguridad es el doctor Macedonio Tamez Guajardo, jefe del fiscal general y del secretario de Seguridad Publica.
Según un recuento de la Fiscalía General, durante el último sexenio fueron asesinados 38 elementos policiales en el Estado de Jalisco y otros 27 fueron lesionados. Recuperar espacios públicos tomados por el crimen organizado y combatir el delito en cualquiera de sus expresiones, es uno de los compromisos prioritarios del nuevo gobierno estatal para regresar la paz a los jaliscienses, batalla que por lo pronto perdieron las autoridades salientes.
En la entidad convergen diversos cárteles del narcotráfico, sin embargo, Jalisco Nueva Generación ha ejercido una hegemonía y expansión territorial que ha llegado a por lo menos 22 estados de la República. En la ZMG, el Cártel Jalisco sostiene una guerra contra un grupo escindido denominado Nueva Plaza que dirige un narcotraficante apodado “El Cholo”, ex hombre de confianza de Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”, lo que ha disparado la violencia en municipios como Tlaquepaque y Tonalá, según autoridades locales. Luis Carlos Sáinz Martínez