El premio Nobel de la Paz 2018, reconoce la lucha de las mujeres contra el abuso sexual. Eleva los movimientos de las mujeres a un rango de importancia internacional sumamente necesario en un tiempo como el que se vive, donde el acoso, el abuso, la violencia sexual contra las mujeres, son hechos de todos los días. En unos países conductas normalizadas y en otros perseguidas.
Nadia Munar, la joven de 25 años que fue galardonada por la Academia Sueca con el Nobel de la Paz 2018, fue secuestrada por el Estado Islámico en 2014 para convertirla en esclava sexual de su milicia. Junto a cientos de niñas, adolescentes y jóvenes mujeres que han sido tomadas por ISIS para esos efectos, Nadia padeció violación todos los días de los tres meses que estuvo privada de su libertad. La compraron, la vendieron, la vejaron, una y otra vez.
Ella es de las pocas que puede contar su historia. En su pueblo al norte en Irak, como en otros de la misma región, practican el yazidismo, una religión minoritaria que el Estado Islámico pretende erradicar, o los convierten al islamismo o los matan. En el caso de las mujeres, las violan, las queman, las asesinan.
En el mismo rango de honor, la Academia Sueca entregó también el Nobel de la Paz 2018 al doctor Denis Mukwege, quien a pesar de las amenazas y el exilio por un tiempo, mantiene desde hace 20 años un hospital en la región este de la República del Congo, que se dedica primordialmente a atender a mujeres víctimas de violación. Más de 3 mil 500 operaciones al año realiza el ginecólogo para reconstruir los cuerpos de mujeres que han sido violentadas sexualmente; hay días –refieren los reportes de prensa a propósito el reconocimiento- en los que Denis realiza hasta diez operaciones él solo.
El Premio Nobel de la Paz 2018, ubica el tema del abuso sexual contra las mujeres en la primera línea de la agenda internacional. Los dos reconocidos representan dos lados de este gravísimo problema de género que sucede todos los días en la mayoría de los países. Ella una víctima que se ha levantado del indignante dolor para gritar auxilio al mundo. Nadia Munar ha escrito un libro sobre la tragedia que vivió y que aún viven cientos de mujeres en las manos del Estado Islámico. Lo suyo es hacer conciencia en las organizaciones y en los gobiernos para acabar con ese terrible problema social. El doctor Denis Mukwege representa esa parte de la sociedad civil que acompaña a las víctimas y le abona a la justicia social. No las ha dejado solas, y ha decidido dedicar su carrera profesional a apoyar el rescate de mujeres víctimas de violación, y restablecerles, en la medida de lo posible, su condición física para recuperar la dignidad.
La violencia contra la mujer, el abuso, el acoso, la violación, el hostigamiento, es desafortunadamente un hecho cotidiano. En México por ejemplo, un senador de un partido conservador como lo es Acción Nacional, puede sostener un diálogo en el celular en pleno desarrollo de una sesión legislativa para buscar una transacción de índole sexual, y no pasa nada.
Fue el caso del tamaulipeco Ismael García Cabeza de Vaca, quien con sus interlocutores en un chat del móvil, observaba la fotografía de una joven al tiempo que se preguntaban quién sería su padrote, pedían su número telefónico para “zumbarse” a la chica. Todo fue evidenciado por fotoperiodistas y se hizo público. Y el senador García Cabeza de Vaca sigue en su curul.
La normalización del abuso, el acoso y el hostigamiento contra la mujer en México es increíble. El senador García Cabeza de Vaca, puede –a todas luces- sostener una plática sobre comercio sexual, prostitución (refirieron la presencia de una padrote), y seguir ejerciendo el cargo. Nada pasa.
¿Cuántas mujeres tienen que desaparecer en México para que sean buscadas? En el Estado de México, tres. A tres mujeres seguían la huella para localizarlas, los agentes que la semana pasada detuvieron a un asesino serial en Ecatepec, quien ha confesado con toda naturalidad haber asesinado a por lo menos 20 mujeres, aun teniendo la suya, una mujer con discapacidad intelectual.
En Estados Unidos, este mes de octubre se cumplirá un año del nacimiento del movimiento #MeToo, nacido en el centro de Hollywood para denunciar el abuso y el acoso sexual recibido, en primer lugar por el productor Harvey Weinstein, y después por todo hombre que desde una posición de poder físico o moral, haya atentado contra la seguridad sexual de una mujer, incluso de hombres como también fue denunciado.
El movimiento #MeToo sirvió para dar aliento a muchas mujeres que se atrevieron a contar su historia. De repente la voz de aquellas que habían sido víctimas de abuso, acoso u hostigamiento sexual, empezó a ser escuchada. Y más importante, sus casos terminaron siendo investigados en fiscalías hasta llegar a juzgados.
Los movimientos contra la violencia sexual hacia la mujer han incrementado en número a partir de las historias contadas por personas como Nadia, como las actrices de #MeToo, y ahora también por profesionales como la doctora Christine Blasey Ford, quien acudió a un comité del Senado de los Estados Unidos para denunciar el abuso sexual del cual fue objeto hace 36 años por parte de Brett Kavanaugh, entonces candidato del presidente a miembro de la Suprema Corte de la Justicia de aquel país (ganó la nominación por 50 votos a favor, 48 contra).
En México el clima no es alentador. Aparte de los hechos públicos conocidos de los políticos, diputados del PAN en una plenaria departiendo con sexoservidoras, el senador García Cabeza de Vaca en su chat en busca de un padrote para “zumbarse” a una mujer, y la red de prostitución en el PRI por mencionar algunos, la estadística ciudadana es terrible.
En la encuesta nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares elaborada por el INEGI al 2016, uno de los resultados es que 66 de cada 100 mujeres en México ha sido víctima de un acto de violencia en su vida, sea emocional, física, sexual, económica, patrimonial, laboral, familiar. En la misma estadística destaca que 43.9 por ciento de las mujeres en México han sido agredidas por su esposo, su novio o su pareja, y un 38.7 por ciento ha sufrido violencia, intimidación, o abuso sexual.
Los datos de la Secretaría de Gobernación dan cuenta de por lo menos 402 feminicidios durante los primeros seis meses de este 2018. Mientras la agencia de la Organización de las Nacional Unidas para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en México, informa que cada día son asesinadas siete mujeres en nuestro país.
En la data del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad los números son el reflejo de una terrible realidad: más de 36 mil denuncias por delitos contra la libertad y la seguridad sexual. 15 mil 772 corresponden a un tipo de abuso sexual, más de 13 mil son por violación. Mil 619 por abuso sexual, mil 47 por hostigamiento.
En México ante la violencia sexual contra la mujer poco se hace, al tiempo que las conductas de políticos y legisladores normalizan la violencia de género al no erradicar conductas misóginas. El empoderamiento de la mujer va más allá de una cuota de género en cargos de elección popular o de representación en un gabinete.
Empoderar a la mujer es lo que ha hecho la Academia Sueca al honrar con el Premio Nobel de la Paz 2018, a una mujer que fue víctima de una atroz violencia sexual, que realiza activismo para acabar con esa práctica en el mundo, y un médico que rescata físicamente la dignidad de las mujeres violentadas.
Sin duda una buena selección del premio, en un momento en que en el mundo, el abuso sexual contra las mujeres está en alerta roja, y que este reconocimiento viene a ser un aliciente para todos los movimientos contra el abuso sexual.