Gracias, Señor, por todos estos años,
desde el 87 hasta éste en el que estoy;
por aquel día catorce de aquel mes de diciembre,
cuando el señor obispo, mis manos consagró
y cuando en mi cabeza, sus manos se posaron,
me hizo el Santo Espíritu, sacerdote de Dios.
Recuerdo que iniciaba mi vida consagrada,
con mucho nerviosismo, con mucha timidez,
pues mis debilidades dondequiera me asaltaban,
y yo me preguntaba si las podría vencer,
pero tú me miraste con tus ojos serenos,
diciendo: “¡Ten confianza, conmigo has de poder!”
Al servicio del pueblo, para todas las gentes,
así me consagraste para la eternidad,
para dar bendiciones e infundir esperanzas;
para hacerte presente en medio del altar.
Por eso me presento, contigo agradecido,
porque tu heraldo santo me ha dado mucha paz.
El pan de tu palabra frecuente nos congrega,
nos anima y renueva en asamblea de Dios,
unidos te pedimos, perdones nuestras culpas,
y absueltos por tu gracia, sanamos del dolor.
Allí en la eucaristía nos nutres y alimentas,
nos llenas de tu vida, nos llenas de tu amor.
De ti y de tu evangelio hablé a todas las gentes,
de tu oferta del reino y de la salvación;
de tu amor sin reservas, como tú lo enseñaste,
pues el primer ejemplo lo fuiste tú, Señor.
Y he visto con asombro tus grandes maravillas,
obradas en las gentes desde tu conversión.
Cuando ellos aceptaron de tu amor el llamado,
han experimentado misericordia y paz,
todo eso yo lo he visto, nadie me lo ha contado,
pues de primera mano lo pude constatar.
Por todo eso, hoy quiero mostrarme agradecido,
por eso yo te digo, ¡mil gracias, mi Señor!
(Oración del Padre Santiago Tiscareño Flores)
Miguel Ángel Hernández
Correo: jomian1958@hotmail.com