Es la primera vez que el Mundial tiene un rostro. Tal vez se recuerde un poco el del Campeonato en Argentina en 1978, pero era un dibujo animado: un gaucho (gauchito) Gauchito, cuyo nombre oficial fue Mundialito. Era un niño futbolista, con algunos componentes del atuendo del estereotipo del gaucho, como el sombrero, el pañuelo al cuello y la rastra, además de sostener un talero en su mano, hecho por Hugo Casaglia, del estudio de Manuel García Ferré.
Esta vez, la bandera tiene un sabor “vintage”, con el rostro de un hombre llamado “la araña negra”, Lev Yashin, el portero que definió su función, que la transformó hasta hacerse un personaje volador y aparecer en una imagen emulando las obras constructivistas de los ’20.
Yashin fue campeón de Europa en 1960 y jugó en tres mundiales entre 1958 y 1966. Su actuación terminó siendo crucial para el cuarto puesto que logró la selección soviética en Inglaterra tras caer en semifinales frente a Alemania.
“¡Levántate, abuelo!”, fue la exhortación de uno de sus nietos frente a la tumba, cuando todavía no estaba el monumento al arquero que interceptaba centros, regañaba a los delanteros, uno de los primeros en sacar la pelota con el brazo. Una escuela de porteros, regida por su nieto (el mismo que le robó un balón con el autógrafo de Pelé, para jugar al futbol en el lodo y ¡lo borró!), lleva su nombre.
Se vestía totalmente de negro y por eso se ganó el apodo de “Araña Negra” y hoy su imagen flotó en el aire ruso, sobre el Estadio Luzhniki de Moscú, donde Rusia recibió a más de un millón de aficionados y a billones de telespectadores a nivel mundial.
En la ceremonia de inauguración también voló el perdón para la estrella de la música pop Robbie Williams (44), al que el público ruso no le había gustado su canción “Party like a russian”, un conjunto de clichés sobre el pueblo.
“Hice mucho a lo largo de mi carrera y la apertura de la Copa Mundial de la FIFA frente a más de 80,000 aficionados al fútbol en el estadio y muchos millones más en todo el mundo es un sueño de la infancia. Me gustaría invitar a los fanáticos del futbol y de la música para que festejen con nosotros en Rusia, en el estadio o para sintonizar sus televisores un poco antes para un espectáculo inolvidable”, había dicho el cantante.
La soprano rusa Aida Garifullina se unó a Robbie para un dúo especial y único durante su actuación en “Feel”, mientras los bailarines hacían figuras sobre el Estadio Luzhniki y una leyenda, LOVE, nos hacía pensar que el mundo estaba arreglado para siempre. Cuando llegaron las melodías de “Angel”, el público estaba enfervorizado.
El arquero español Iker Casillas y la modelo rusa Natalia Vodianova fueron los encargados de entrar al recinto con la Copa del Mundo, misma que se le entregará a la selección ganadora el 15 de julio.
Un instante de emoción especial fue la pasada de los países, 32 selecciones, que compiten por la Copa del Mundo. Primero Rusia, como anfitrión y luego las otras naciones que se unieron en el medio, alrededor de la Copa.
Fue una ceremonia breve, pero intensa, con muchos colores y mucha tecnología, con Ronaldo queriendo hacer un gol a Zabivaka –una mascota del Mundial con carisma de sobra. Es un lobo y su nombre significa “pequeño goleador”–, pero dando el pase a las futuras generaciones, a esa patada del niño, rumbo hacia más allá del horizonte.
“Hicimos todo para que todos pudieran disfrutar esta estancia en Rusia. Somos una gran familia y un gran equipo de futbol. El futbol nos puede unir. Bienvenidos”, dijo el Presidente Vladimir Putin, vestido de azul y rojo, antes del partido de su selección con Arabia Saudita.
Gianni Infantino, presidente de FIFA, dio una bienvenida políglota. ZETA/SinEmbargo