Cuando el meollo del asunto es una niña con un destino incierto el riesgo de manipular la historia para que la película pegue es grande. Y en este caso el director Marc Webb no quiso, no supo cómo o no pudo evitarlo.
Las consecuencias de esta falta se resumen en una película que necesita el lloriqueo de un espectador provocado, eso sí, por la muy sólida actuación de la pequeña Mckenna Grace, capaz de soltar las altas matemáticas como si fuera algo tan natural en ella.
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Como seguramente ya deben suponer, la cinta gira en torno a “Mary”, una niña precoz de 7 años que es un prodigio de los números.
El problema es que está al cuidado de su tío Frank (Chris Evans), un mecánico de barcos, y su abuela (Lindsay Duncan) la quiere mandar a una escuela para estudiantes genios.
El jaloneo, entonces, es el centro de este largometraje en donde Olivia Spencer aparece como la vecina que equilibra las cosas en medio de esta batalla que por supuesto desemboca en un juzgado, mientras que los protagonistas se hacen bolas tratando de averiguar qué es lo mejor para “Mary”.
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Si no se escapa una lágrima y luego una sonrisa este melodrama como matices cómicos no funciona. Sin embargo, la reacción no puede ser homogénea porque los recursos del guion no lo permiten. A veces las escenas parecen, pues, haberse trazado en función de la posible reacción del público dejando de lado la calidad narrativa de esta historia que recuerda a “Good Will Hunting” pero en la primaria.
La fórmula es, pues, muy facilona, el desenlace se ve a metros y al final lo único que destaca es la química entre Evans y Grace aunque envueltos aquí en un filme que busca manipular las emociones en vez de evocarlas por medio del arte. Mal cuento. **
Punto final.- De “Guardianes de la Galaxia” a “Spiderman” y “Los Piratas del Caribe”, qué verano nos espera… Y luego el primer tráiler del nuevo episodio de “Star Wars”.
