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viernes, febrero 23, 2024
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El cambio (Primera parte)

Para el día en que finalice el gobierno de Francisco Vega habrán transcurrido 67 años desde que los bajacalifornianos fuimos Habilitados constitucionalmente para elegir gobernador. Como era natural en el México de 1953 a 1989, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) emanaron todos los gobernadores. 36 años consecutivos en los que se sentaron las bases del desarrollo de nuestro pujante estado y de las instituciones que lo hicieron posible.

La lejanía geográfica respecto del centro de la República; la cercanía con California y; el hecho de que por decreto presidencial nuestro estado se constituyera en zona libre desde el cardenismo, permitió un largo periodo de estabilidad política y económica, y el empoderamiento de una clase política localista que jamás fue pernada por el poder central.


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A diferencia de la gran mayoría de los estados integrantes de la República mexicana, en los que el centralismo imperante en esos tiempos imponía frecuentemente gobernadores nacidos en esas entidades pero ajenos a su comunidad, y pertenecientes más bien a la clase política nacional, en Baja California, se sucedieron gobernadores radicados y actuantes en la comunidad local.

Las cosas andaban bien económicamente en el estado 29, tanto que en el interior de la República, como acostumbramos decir los lugareños en un lapsus que lingüísticamente implica sentirnos por fuera de nuestro país, solía propalarse el mito de que por acá se barrían los dólares en las banquetas, pero en los 80 llegó la crisis económica que terminó con el largo periodo de bonanza económica mexicana, identificado como el desarrollo estabilizador, y con ello el primer gran embate de las políticas centralistas sobre la sui generis economía de nuestro estado, ya que la inflación y la devaluación del peso pegaron en la línea de flotación de las costumbres económicas bajacalifornianas. El posterior secuestro y reconversión obligada a pesos de las cuentas en dólares que casi todo bajacaliforniano con dinero en el banco tenía, aunado al hecho de que la primera lealtad de todo político emanado del PRI era para con su partido y el presidente de la República, implicó un sentimiento de orfandad e indignación en la ciudadanía bajacaliforniana.

A partir de entonces se le empezaron a notar todos los defectos de la clase dirigente priista, y desde luego de los gobernadores que la encabezaban: que si el Bob de la Madrid se sentía gringo, que si era frívolo en extremo, que si informal, que si mujeriego, que si ladrón. De Xicoténcatl Leyva lo menos que se escuchaba por las calles es que era un borrachales y un juniorzazo. El divorcio entre los ciudadanos y sus autoridades estaba cantado, la tormenta perfecta se estaba construyendo, pues al final de la década de los 80, tras 12 años de crisis económica, los mexicanos estaban más que decepcionados de los gobiernos priistas y su sistema de partido hegemónico.


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Vientos de cambio soplaban por todo el país, y Baja California sería el escenario en donde por primera vez, desde la instauración de la República priista, se concretaran. De eso, y del nuevo cambio que se está edificando, hablaremos en la segunda parte de esta colaboración.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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