En este nuevo enredo del profesor Robert Langdon persiste, ante todo, una narración inteligente de los sucesos que ahora tienen como escenario Florencia, Venecia y Estambul.
Basada una vez más en la novela de Dan Brown, la historia ahora gira en torno a un fanático que, convencido de la extinción inminente del género humano a causa de la sobrepoblación, desarrolla un virus llamado “inferno”, capaz de exterminar a millones de personas y, lógicamente, las pistas para detenerlo está en el “infierno”, según Dante Alighieri.
Sin embargo, esta película está a años luz de aportar algo más que un misterio momentáneo que se resuelve mientras vemos a Langdon y a Sienna (Felicity Jones) ir de un museo a otro buscando en la obra de grandes maestros como Botticelli, la clave del enigma que se complica en la medida en que aparece la OMS, una sospechosa empresa de seguridad privada, un mercenario trajeado, una asesina a sueldo disfrazada de carabinieri, entre otros temibles adversarios.
Está claro que el propósito del director Ron Howard y del guionista Brian Grazer era justo ese: ofrecer un producto popular, un “thriller” entretenido donde el elenco y las locaciones europeas garantizarán mantener la atención del público en un puño. Después de todo esta fórmula ya había sido bien probada con “El Código Da Vinci” y “Ángeles y Demonios”.
Tratado como el protagonista de una serie, más que un personaje estrictamente literario, el Langdon de Tom Hanks ya luce desgastado, pero aún convence. Hanks pues es Hanks, y su capacidad para llevar a Langdon en la piel sigue ahí.
Primero lo vemos en un hospital despertando de una pesadilla plagada de imágenes medievales, enfermos, seres demoníacos y ríos de sangre. De ahí la acción no tarda en brotar en la medida en que tratan de rematar al protagonista que es rescatado por Sienna, una doctora joven, admiradora de la obra de Langdon a quien conoció cuando aún era una niña prodigio.
Así el filme crece como un acertijo y nada más. Hay el juego del gato y el ratón, sabemos que el bien triunfará, lo predecible escandaliza y al final se tiene la impresión de que uno acaba de ver un largo episodio de una buena serie televisiva, pero no necesariamente un largometraje que se queda con uno. En pocas palabras, no vale la pena ir al cine para tener esta experiencia. **
Punto final.- Ahí viene Benedict Cumberbatch con “Dr. Strange”…