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sábado, febrero 17, 2024
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Prospera (El hilo negro de Peña)

Está bien, es sarcasmo. Aun cuando el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, ha vendido su programa de asistencia social -a un mes de arrancar el proceso electoral de 2015- como el descubrimiento del hilo negro para acabar con la pobreza en México, la realidad -eso que los políticos ahora llaman “la percepción” para evadirla- es que Progresa es el nuevo nombre de los programas asistencialistas que existen formalmente desde la década de los noventa y no han acabado con la pobreza. Hasta finales de los ochenta, los presidentes de la República -todos del PRI- daban lema y característica a sus administraciones a partir de lo que definiría su sexenio, ya sabe, la renovación moral de Miguel de la Madrid, el México de arriba y adelante de Luis Echeverría, la solución somos todos de José López Portillo y así… para combatir los problemas sociales se creaban comisiones tripartitas, comisiones especiales, pactos sociales, se agregaban oficinas y tareas, hasta llegar al monstruo de estructura gubernamental que tenemos ahora. Carlos Salinas de Gortari inició dando sello, presupuesto y nombre a los programas de combate a la pobreza. Creó la Secretaría de Desarrollo Social y su Programa Nacional de Seguridad, el Pronasol, para dar en especie, cupones y dinero a los más pobres para menguar sus carencias. De ahí todos le siguieron. Ernesto Zedillo Ponce de León desapareció el Pronasol y creó Progresa, un plan para combate a la pobreza “que nació para dar libertad a los mexicanos”. Era de corte asistencialista, apoyos económicos a las familias, entrega de alimentos, de útiles y de pequeños proyectos de infraestructura para mejorar las condiciones de vida. Vicente Fox se olvidó de Progresa y creó Oportunidades, lo mismo, pero con otro nombre y otro logotipo, otros colores y otro partido. Felipe Calderón Hinojosa agregó el lema “Para Vivir Mejor” al programa de Oportunidades y le cambió los colores, e inició la entrega masiva de plásticos intercambiables por dinero o alimentos para que los pobres pudieran intercambiarlos por productos para satisfacer sus necesidades alimentarias. Llegó Enrique Peña Nieto y los primeros 20 meses de su gobierno mantuvo el programa Oportunidades, le metió más presupuesto para ayudar a más pobres y creó proyectos alternos con el mismo fin, como la Cruzada Nacional contra el Hambre, la Tarjeta Sin Hambre y ahora… descubre el hilo negro. Ya no habrá más Oportunidades, ahora el programa asistencialista se llamará Prospera. Sí, de prosperidad. El lema en el cual se quebraron la cabeza para acabar con un programa sexenal e iniciar otro: “Con Prospera tendrás más oportunidades”. La idea de Peña, según lo dijo en su II Informe de Gobierno, es beneficiar a los mismos con más. Y otros con más. Ya no será, pues, una ayuda económica o una ayuda para la adquisición de alimentos en las tiendas especializadas del Gobierno Federal, sino que también incluirá becas para estudios hasta de educación media superior y superior, un lugar en el Sistema Nacional de Empleo para quienes no tengan un trabajo, y acceso a créditos, seguros y cuentas de ahorro; así como la posibilidad de beneficiarse de otros quince programas asistencialistas. O sea, todos los servicios paternalistas en una sola tarjeta, justo a un mes de iniciar el proceso electoral de 2015, cuando con el voto de los mexicanos todos, ricos, clasemedieros y pobres, elegirá a los 500 diputados que habrán de acompañar al Presidente Peña en el segundo trienio de su administración. Es decir, ya no tendrá que dar tanta vuelta a tantas dependencias para ser beneficiario de tantos programas, Prospera es la panacea máxima de Enrique Peña Nieto. La realidad de las estadísticas indican que ni Pronasol, ni Progresa, ni Oportunidades, ni Oportunidades para Vivir Mejor, ni Oportunidades tricolor, han servido para disminuir la pobreza en el país. En 1992, cuando Salinas de Gortari tenía cuatro años de gobierno y Solidaridad ya era una marca nacional reconocida internacionalmente, los pobres de patrimonio eran el 69 por ciento de los mexicanos, los pobres de capacidades representaban un 46.9% y los de pobreza alimentaria, 21.2%. Cuatro años después, ya con Ernesto Zedillo Ponce de León en la Presidencia y su Progresa, los pobres de patrimonio aumentaron a 69%, los de capacidades a 46.9%, y los de pobreza alimentaria a 37.4% de mexicanos. Con Vicente Fox Quesada, los pobres fueron eliminados, disminuidos, luego de que la Secretaría de Desarrollo Social de aquel sexenio panista inscribiera nuevos parámetros de medición de pobreza, lo cual no significa que había menos, sino que se contaban de otra manera. Aun así, los números no eran halagadores a las políticas públicas de combate a la pobreza del gobierno panista. En 2005, un año antes de que Fox dejara la Presidencia de la República, el CONEVAL (autor también de las anteriores cifras) dio cuenta del 47% de los mexicanos en pobreza patrimonial, 24% en pobreza de capacidades, y 17.4% en pobreza alimentaria. Dos años antes que Felipe Calderón Hinojosa concluyera su sexenio, en 2010, los números fueron dados a conocer: 51.1% de los mexicanos eran pobres de patrimonio, 26.6% lo eran de capacidades, y el 18.8% vivían en pobreza alimentaria. Los últimos números del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, en lo que va de la Presidencia de Enrique Peña Nieto, dan cuenta del 52.3% de la población en situación de pobreza de patrimonio, 28% de pobreza de capacidades, y 19.7% de pobreza alimentaria. Son números reales, crudos, difíciles, pero muy claros de las altas y bajas de la pobreza, y de cómo los programas asistencialistas no han erradicado la marginación económica, social y de alimentos entre los mexicanos. Ahora con Prospera, Enrique Peña Nieto tiene una oportunidad más, aunque sea el mismo programa con diferente nombre, distinta tarjeta, mismos servicios y nuevas elecciones. Como siempre, los pobres son la bandera política… 


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