El gobernador Jaime Bonilla Valdez asumió el poder, replicando el mismo discurso anticorrupción que su amigo íntimo, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyas únicas similitudes son realmente el color platinado y homogéneo de su cabello y su fanatismo por el beisbol, pues ni política, histórica y mucho menos ideológicamente, tienen algún parecido.