En la misa dominical, al momento del sermón, muy enojado y apoyándose en el púlpito, el cura del pueblo dice con tono muy grave: “El sermón de hoy lo voy a dedicar a ustedes, ladrones, porque ayer sábado me robaron la bicicleta. Cosas tan graves como estas no pueden suceder en este pueblo, y menos en esta comunidad, en la que todos nos conocemos desde pequeños y donde Dios nuestro Señor ha sembrado su semilla de dicha, armonía, paz y felicidad”.