En el corazón de un valle de frondosas tonalidades verdes, con el ligero aroma y sensación a vino, con pequeños destellos de la brisa marina, fue insertado el escenario y las carpas que delimitaron primero la verbena, y después el danzón provocado por los oriundos ‘de Iztapalapa para el mundo’, quienes minutos después de las 22:30 horas saltaron al templete para celebrar la vida bailando.
Impregnados en el corazón, alma y pies de los fronterizos, los oriundos de Iztapalapa, hipnotizaron con cumbia a casi tres millares de asistentes que, conglomerados en el Audiorama del Museo El Trompo, se deleitaron con la alegría, sabor, y ritmo detonado en rostros de felicidad, y danzas típicas de familias completas, niños, adultos, y parejas que se unieron a su fiesta de 40 años.