“Generalmente los regímenes totalitarios temen a la poesía”, expresó a ZETA el poeta catalán que empezó a escribir durante el franquismo y que se presentó en el Salón de la Poesía de la FIL Guadalajara
El reconocido poeta catalán Antoni Clapés fue una de las figuras estelares que se presentó en el Salón de la Poesía durante la edición número 39 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que se celebró del 28 de noviembre al 7 de diciembre en Expo Guadalajara.
Como parte de la delegación de Barcelona como Invitada de Honor en FIL Guadalajara, Clapés compartió un recital de su obra poética en el Salón de la Poesía el lunes 1 de diciembre, contenida sólo en catalán en “Clars, aquest matí, són els teus records (Obra reunida, 1989-2009)” (LaBreu Edicions, 2020), que en español sería “Clars, esta mañana, son tus recuerdos”, y de su libro más reciente, “remiendos” (Caleta Olivia Editorial, 2024), bajo la traducción del catalán al español de María Negroni. Tras su lectura en el Salón de la Poesía, también concedió una entrevista a ZETA en la que reflexionó sobre su forma de entender la poesía relacionada con el silencio, su poemario más reciente, del franquismo, del exilio de catalanes en México y sobre los gobiernos totalitarios.
“ESCRIBÍA CON CIERTO REALISMO”
Antonio Clapés nació en Sabadell, Barcelona, en julio de 1948. Ha escrito su obra en catalán, como “Crepúsculo de palabras” (Premio Joan Alcover 1989), “Trànsit” (1992), “A frec” (1994), “Materia de sombras” (1995), “Tagrera” (1997), “Carnet” (1999), “in nuce” (2001), “Destret” (2003), “Alta Provenza” (2005), “Trato de ver” (2007), “La luz y la nada” (2009, Premio Cadaqués en Quima Jaume 2010 y Premio Cavall Verd – Josep M. Llompart 2010) o “La arquitectura de la luz” (2018).
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— ¿Por qué al principio “escribía con cierto realismo” en la década de los 60 y 70? Tal como expresó en el Salón de la Poesía en FIL Guadalajara 2025…
“En esa época estábamos viviendo bajo una dictadura, y cierta poesía que se escribía –la escritura de poesía pues era tan diversa como en todas partes– había como una especie de eje fundamental que era lo que se llamaba en la literatura marxista de la época, el realismo socialista. Es decir, la poesía, la literatura en general y la poesía en particular, tenía que estar un poco al servicio del despertar la conciencia de los trabajadores; entonces, se hacía, en general, una poesía muy simple de planteamientos y de recursos poéticos donde primaba especialmente pues la dureza de la vida bajo la dictadura. Naturalmente siempre tratando de sortear porque existía una censura: los libros antes de ser publicados tenían que pasar una censura y, bueno, tachaban en rojo –esto es así porque ahora hay Museo de la censura–, y los censores eran escritores famosos; por ejemplo, Cela, fue censor. En la escritura de esta poesía no se podía decir ‘El capitalismo, dicho así, es el que nos mata’. Tenía que buscarse unos recovecos para que eso pasara”.
“La poesía que se escribía era una poesía así, muy directa, muy acorde con esta idea de realismo socialista. Bueno, esto fue bastante plural en Europa, por lo menos, en los años posteriores a la Guerra Mundial, pero en España se mantuvo durante mucho tiempo a causa de la supervivencia de la dictadura. Entonces, personalmente, yo encontraba que había que decir las cosas, pero de otra forma; no de una forma tan directa, porque en el fondo esto era pensar que el público lector era medio tonto y que si no se le decía: ‘Esto es blanco y esto es negro’, se pensaba que esto ya no funcionaría, no entenderían”.
“Entonces, yo creo que se puede hablar de cosas terribles, pero de una forma más imaginativa y que, a la vez, esta forma más imaginativa provoque al lector un buscar más allá de esas palabras; es decir, que le sorprenda, le estimule a la lectura e incluso que le estimule a la escritura. Bueno, yo pensaba que era así, de manera que yo empecé escribiendo algunos poemas de corte más o menos realista, pero pronto pensé que algo no funcionaba allí, porque repetía un modelo que veía que no llevaba a ninguna parte. Entonces, busqué mi propio camino. Mi propio camino fue pensar que efectivamente tenía que cambiar la forma de mi escritura poética buscando unas formas no más rebuscadas, en absoluto, pero menos evidentes, de manera que el lector se sintiera seducido por aquellas palabras y detrás de aquellas palabras descubriera una crítica social. Bueno, si lo conseguí o no, esto ya no sé yo quién tiene que decirlo, pero bueno, por aquí anduvo la cosa”.

SU POEMARIO MÁS RECIENTE
“remiendos” es el poemario más reciente de Antoni Clapés, publicado por Caleta Olivia en 2024, con la traducción del catalán al español de María Negroni, y con imágenes de Alícia Casadesús. “El libro se articula en dos partes: la primera como reflexión sobre el lugar que acoge la vida, y la segunda, sobre la pérdida del lugar y el exilio”, se lee en la presentación. Clapés contó a ZETA que “remiendos” parte del acontecimiento histórico en el que más de 100 mil republicanos fueron hacinados al norte de Barcelona tras la conclusión de la Guerra Civil Española (1936-1939).
“Nos fijamos con la artista visual, Alícia Casadesús, con la que trabajamos este libro, en el hecho del exilio de los republicanos españoles. Al término de la Guerra Civil Española, a principios del 1939, los restos del ejército republicano se fueron concentrando en Cataluña con la caída de Barcelona. 150 km al norte de Barcelona, hay unas montañas que se llaman el Pirineo, y al cruzar este Pirineo, en la otra parte, empieza Francia; es un país, pues, más bien llano con unas costas muy amplias. Allí fueron a parar todos esos 100 mil soldados republicanos, pero los dejaron allí, que lo único que había eran alambradas para que nadie se escapara y vigilados por soldados senegaleses. Senegal formaba parte del imperio francés y los soldados que eran parece muy sangrientos hostigaban a esta pobre gente con sus espadas, les pegaban”.
“Bueno, estuvieron las primeras semanas allí medio hacinados en la playa, de manera que cavaban una especie como de agujeros donde dormían porque hacía menos viento, es una zona muy ventosa y menos frío. Esto era febrero; allí es ya bastante al norte, el clima es muy frío y se sabe que febrero de 1939 fue un año, un mes particularmente frío. La gente quedaba helada. Sólo tenían el mar para, digamos, limpiarse un poco, asearse, en fin, hacer sus necesidades; era digamos, una cosa realmente terrible. Bueno, en esta retirada el poeta Antonio Machado salió de España también por estas puertas y murió al cabo de 15 días, en un pueblecito. Quiero decir que ahí había muchísima gente de todo tipo que forman parte de estas 100 mil personas que fueron ubicadas aquí. Más adelante el gobierno mexicano mostró una solidaridad que nunca agradeceremos suficiente como para embarcar, no los 100 mil, evidentemente, pero una parte importante, y traerlos aquí a México, acogerlos, cosa que a mí me estremece cuando lo pienso”.
“En la aventura de todas las personas que han perdido una guerra, han dejado sus hogares, su familia, han dejado compañeros, amigos, muerte, desolación detrás y encima tienen que ir a otro continente, con una realidad muy distinta, pero donde son acogidos como personas. Yo no me sé imaginar lo que significa el exilio; he leído mucho sobre esto porque siempre me ha interesado mucho y, bueno, no lo imagino, pero hay testimonios de algunos de los escritores que fueron muy bien acogidos aquí en México, desde María Zambrano, Agustí Bartra, etcétera, que han explicado qué significó para ellos, y la verdad es que es una experiencia terrible”.
“NUESTRA CIVILIZACIÓN HA HECHO QUE NO ESTEMOS NUNCA EN SILENCIO”
Durante la entrevista para ZETA, Clapés también compartió algunas reflexiones sobre cómo ha concebido la poesía durante su trayectoria.
— ¿Por qué su poesía “ha girado en torno a qué es la poesía”?
“Esto es lo que se llama metapoesía. La metapoesía se pregunta qué es la poesía. Alguien puede pensar, hombre, que es una pregunta de especialista, como el mecánico de coches que conduce el coche, pero que además él está pensando internamente cómo funciona todo el motor y lo que es la estructura de este artilugio que llamamos coche. Bueno, en la poesía, por lo menos en la mía, también esto –naturalmente yo no descubro nada– ha funcionado mucho. Hay un poeta norteamericano de principios del Siglo XX, Wallace Stevens, poeta muy importante, que decía: ‘El objeto de la poesía es el poema’. Yo esto lo leí hace muchos años; me quedó muy grabado en alguna parte de mi cerebro y, claro, también en muchos poemas, y en un libro que son como aforismos, frases, se pregunta todo el rato esto: ¿Qué es el poema?”.
— ¿Por qué su poesía es también “una reflexión sobre el silencio?
“Bueno, para mí hay el silencio físico, que es un espacio donde meditar. El silencio físico, digamos, del entorno, para mí es muy importante. Y además de este silencio del entorno, este silencio físico, hay un silencio metafísico, un silencio que va más allá; y es un silencio que el mundo me muestra la imposibilidad o dificultad de encontrar respuestas al hecho mismo de vivir, estas tres preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Claro, ¿qué significa el otro? ¿Quién es el otro? Y preguntas también de corte más social, más colectivo: ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos como colectivo? Todo esto cae dentro de una especie como de bolsa dentro de uno mismo donde sólo encuentra silencio; no encuentra palabras, no encuentra fórmulas para creer más allá de las formas estereotipadas, como pueden ser la política, como puede ser la religión, que esto ya son fórmulas que uno abraza o no abraza, depende de su forma de ser, o bien continúa siempre investigando qué pasa con esto”.
“Y el silencio para mí en la poesía yo también lo utilizo en el formato del poema: en el poema hay unos espacios, como si respirara, y como si el lector al leerlo se dé cuenta de que hay espacios que son silencios que están hablando, dialogando, con las palabras en el fondo. Este diálogo, entre palabra y silencio, se refleja físicamente en el libro”.
“Hay un silencio muy grave o muy hondo: es el poema. Claro, decir: ‘el silencio es el poema’ me parece un oxímoron, una cosa que se contradice. Claro, el poema en principio son palabras. Pero de repente digo: ‘En este momento hay un gran silencio y éste es el poema’. Bueno, también porque el poema puede ser el silencio, es evocador, porque el silencio es muy evocador para mí. Y creo que justamente nuestra civilización ha hecho que no estemos nunca en silencio, que escuchemos el silencio. Yo no sé aquí porque no he tomado el metro, pero en Barcelona, en el metro, en las estaciones, hay música. Claro, a mí siempre me ha sorprendido y yo quisiera preguntar, no sé si el alcalde o quién es el responsable: ‘Oiga, pero es que ni aquí podemos estar que cogemos el metro’. Tomamos el metro para ir a trabajar a las ocho o las siete de la mañana, que todo es un poco sórdido, digamos; estás ahí, tienes sueño, estás cansado y encima tienes que escuchar una música, en vez de dejarme tranquilo. Por lo menos que el cuarto de hora, los 20 minutos de metro pueda, no sé, reflexionar o simplemente no escuchar nada”.
“Nunca estamos ya en silencio, sobre todo los jóvenes. Yo siempre me fijo en los viajes en el metro, porque son muy ilustrativos de cómo son las cosas, creo yo; y ves a la gente consultando el celular y después también los audífonos escuchando lo que sea, no sé qué escuchan, pero no hay forma de escuchar el silencio. El silencio te interioriza y, hombre, tú generas pensamiento; creo que es lo que falla en nuestra civilización, siempre tenemos que tener el ruido”.

“LA ESCRITURA ES UN LUGAR”
“Apaleadas, las palabras / se han hecho paisaje / que se esfuma poco a poco / para que aflore la forma / imprecisa, indecible, / del miedo”, se lee en “remiendos”.
— ¿Por qué las palabras se han hecho paisaje? ¿Por qué en las palabras aflora la forma imprecisa, indecible, del miedo?
“Creo que fue Nietzsche quien decía: el lenguaje envejece como las monedas por el uso. En España, cuando el franquismo, las monedas tenían la efigie de esta persona (Francisco Franco), por llamarlo de alguna manera, y decía ‘Caudillo de España por la gracia de Dios’, nosotros usábamos esas monedas y con el tiempo esas monedas perdían, lo cual era como una paradoja bastante divertida, porque era una metáfora de la muerte de esta persona; es decir, ya la perdía, ya no es más caudillo metafóricamente como indica esta moneda y como efectivamente un día u otro sucederá. Pero, además, lo que decía Nietzsche: ‘Las palabras pierden su sentido y el poeta la reescribe y le da sentidos nuevos’, como las monedas se funden y se hacen monedas nuevas con la misma cara, la misma leyenda, lo que sea, se reacuñan; o sea, se vuelven a acuñar la misma moneda, y esto pasa con las palabras”.
— ¿Por qué “el lugar es la escritura, la raíz”? Tal como escribe en “remiendos”.
“Para mí la escritura es un lugar. Creo que todo escritor habita en el texto, en el poema, en la novela, allí es donde él está, donde él se realiza y donde va a continuar viviendo hasta el fin de sus días o que haya algún hecho que corte esta forma de vida que es habitar el poema. Yo he publicado bastante; no tiene ningún mérito porque soy muy viejito, entonces he tenido tiempo, gracias a Dios y suficiente salud como para poder dedicarme a escribir. Es en la escritura donde yo me he proyectado, donde efectivamente he vivido. Algún día dejaré de estar ahí; no sé dónde estaré, pero sobre todo escribir también es un acto de solidaridad y lo digo sin ninguna vanidad. Mi deseo sería que alguien, quien sea, coja este libro, lo lea, pero lo lea no como va a leer el periódico; lo lea e intente buscar qué ha querido decir este hombre con todo esto y encuentre en este libro una palabra, una frase, un verso, poema… y esto ya sería extraordinario”.
“LOS REGÍMENES TOTALITARIOS TEMEN A LA POESÍA”
La entrevista para ZETA con Antoni Clapés inició y terminó hablando sobre el franquismo, por lo que hacia el final de este diálogo se le inquirió:
— Usted que vivió el franquismo en los 60 y 70, ¿qué opina de los gobiernos dictatoriales o autoritarios respecto a la poesía o a la escritura en general?
“Los poetas escribían mucha poesía contraria al totalitarismo de Stalin; en España, contra el totalitarismo de Franco. Estaban mal vistos, aunque sí que es verdad que la poesía es como muy minúscula: siempre ha funcionado y funciona casi de una forma como familiar, se establece esa comunicación en pequeñas instancias. De todas formas, sí que ha habido poetas que han sido muy famosos y que han congregado miles de personas en recitales. Pero generalmente los regímenes totalitarios temen a la poesía porque, más allá de las palabras hace reflexionar, hay una reflexión sobre lo que es la vida, lo que es la sociedad, lo que es el colectivo, quién es el otro”.






