La noticia del asesinato de Carlos Alberto Manzo Rodríguez, otrora alcalde de Uruapan, Michoacán, ha sacudido a la nación entera, reavivando una herida que la sociedad mexicana lleva consigo. El trágico evento, ocurrido irónicamente en medio de la celebración del Día de Muertos (una arraigada tradición mexicana festiva pero ineludiblemente lúgubre), no sólo arrebató la vida de un ejemplar servidor público, sino que también laceró profundamente el espíritu de una sociedad que se duele constantemente por la violencia.
Manzo, conocido por su postura de mano dura contra el crimen organizado, y su valiente decisión de gobernar luchando frontalmente para acabar con la delincuencia que asfixiaba a su municipio y a gran parte del que era su estado: Michoacán, era extraordinariamente querido por la población de Uruapan. Su figura se había convertido en un faro de esperanza en una región azotada por conflictos constantes. El pueblo lo veía como un líder que no temía a las sombras, dispuesto a pagar el precio de la paz con su propio esfuerzo y hasta con su vida, lo que ocurrió a la postre.
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Desde el inicio de su mandato en 2024, como alcalde independiente, Manzo había denunciado amenazas constantes, mostrando una entereza inquebrantable ante la intimidación. Llegó a revelar un conmovedor mensaje final donde, como padre de familia y como líder comunitario, desafiaba directamente a quienes lo intimidaban, una postura de dignidad que lamentablemente, le costó la vida.
Su ahora viuda, Grecia Quiroz, emitió un dolido mensaje que resonó con profundidad, llegando a la médula de la población mexicana en los cuatro puntos cardinales del país y trascendiendo fronteras como un grito de dolor y una exigencia de justicia.
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La indignación en la sociedad es palpable. Además de las reacciones inmediatas, seguramente habrá un fuerte eco político y social a lo largo y ancho de México. La seguridad ciudadana es uno de los más amplios y urgentes reclamos de la población y la muerte de Manzo, que dejó a dos niños en la orfandad, equivale a un magnicidio que será el detonador de airadas exigencias, tanto para que se haga justicia en cuanto al sangriento suceso, pero también respecto a la constante comisión de hechos delictivos que mantienen a la población en zozobra.
A sus cuatro décadas de vida, quien fuera un alcalde que no sólo ejerció un liderazgo firme como presidente municipal, sino que además encabezó actividades operativo-policiacas, dejó un legado imborrable de valentía y un claro ejemplo del extremo al que se puede llegar en la lucha por la dignidad de una comunidad.
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Su recuerdo debe inspirar a honrar su memoria con un compromiso renovado por la justicia y la paz, pilares esenciales de democracia.
Su legado no debe quedar en el olvido.
Todo es cuestión de solidarizarnos, porque Uruapan y México están de luto.
Alberto Sandoval ha sido profesor, servidor público, consultor, conferencista, deportista y activista ciudadano.Correo: [email protected] Internet: http://about.me/sandovalalberto/ Facebook: Alberto Sandoval X (Twitter): @AlSandoval Instagram: @AlbertoSandovalF TikTok: @AlbertoSandovalF
