Conzultoría Matrimonial y Familiar
Mucha de la violencia familiar se genera por culpa de los padres, en ocasiones por mostrarle preferencia más a uno que a otro de los hijos, o más a la mujer que al hombre; o al revé, donde todavía existe la costumbre de los padres de empezar a darle más obligaciones a las mujeres que a los hombres, como el deber de serviles en la mesa a sus hermanos, o lavarle la ropa a los hombres de la casa que en lugar de que ellos lo hagan claro siempre y cuando la mamá no lo haga, porque al parecer que históricamente esa es su obligación.
Por la propia naturaleza de la mamá hacia las hijas, mujeres ambas, su comunicación por los temas ginecológicos, de sexualidad, por esos temas femeninos la confianza se da más entre ellas; relación que no es igual del papá con el hijo, con quien casi no tratan los temas sexuales, aparte de que el papá considera que quien debe atender y educar a los hijos es la mamá. Situación muy común, ya que el papá es el que menos está en casa principalmente por su trabajo, cosa que se acepta tradicionalmente. Es el proveedor, es el que se sacrifica por la familia, por darle lo mejor a todos, y la mamá, demostrado está que ella es la que más trabajo desempeña que el papá.
Al encargarle u ordenarle a la hija que atienda a sus hermanos, hace que ellos reciban una educación de la subordinación que la mujer debe tener frente al hombre y poder ejercer un don de mando sobre ellas; así van creciendo hasta que llegan al matrimonio y quieran con las esposas, con las hijas, y una vez con hijos, hacer lo mismo que sus padres hicieron o educaron cuando de chicos. Total, que se vuelve generacional ese comportamiento de los hombres contra las mujeres y concretamente de los hermanos sobre sus hermanas.
Pero los problemas vienen después, si es que no antes, cuando los padres ya no existen o cuando cada uno de los hijos hace su propia vida, ya sea casándose o desligándose del hogar. Pero la preferencia que se les dio a uno sobre el otro desde chicos lo mantienen en el subconsciente y se da en ciertos casos muy específicos, que son en cuanto a repartir los bienes de los padres cuando ya no están, ya sea porque a unos les dejó más que a otros o que algunos de los bienes tienen más valor que lo que les dejó, lo cual crea un resentimiento o coraje del menos favorecido contra el otro.
Tengo la experiencia de ser albacea de varios juicios intestamentarios y darme cuenta que los bienes a repartir se convierten en motivo de las desavenencias, discusiones, pleitos; hasta tratarse más agresivamente entre los hermanos, habiendo casos de formarse grupos de hermanos unos contra otros o todos contra uno, donde ni a sus peores enemigos los tratan como a ellos, lo que a la larga trae daños colaterales como perderse la relación entre las familias de cada uno, pleitos que duran años en los tribunales, por eso es buena la mediación.
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Es triste que en ocasiones, por malos entendidos, inclusive aun viviendo los padres, que por alguna atención, regalo o preferencia de uno de ellos hacia un hijo o hija se tengan que distanciar, sin hablarse; llegar hasta odiarse cuando se olvidan de que son hermanos, que crecieron juntos, que jugaron unidos, que se quisieron tanto que, por una discusión, malentendido o algún chisme se alejen entre sí y no convivan como hermanos, sino como enemigos y prefieran acercarse a otras personas que no los une la sangre y no hayan tenido los mismos padres.
El Lic. y C.P. Roberto Bautista es terapeuta sexual y de parejas con maestría en Mediación.
Correo: [email protected]







