“El día se arrastra aunque las tormentas impidan el sol; y así el corazón se romperá, pero vivirá roto”, escribió Lord Byron en su poema “Las peregrinaciones de Childe Harold”, sobre un noble que emprende un camino donde descubre el desencanto y debe aprender a vivir así.
La frase es sumamente relevante porque ejemplifica el nivel de detalle que el tapatío Guillermo del Toro ha sido capaz de entretejer en su fiel adaptación de la novela de Mary Shelley sobre uno de los monstruos más populares de la literatura y el cine.
Es esa cita la que resume lo que el cineasta busca con este filme, además, por supuesto, de referir a la cercanía que Shelley tuvo con Byron, quien le sugirió que narrara una historia de fantasmas, que explorara, vaya, el género del terror.
Las similitudes entre la odisea de Harold y de Víctor Frankenstein aquí se ven en este épico largometraje donde todo funciona: la dirección artística, el diseño de producción, el vestuario, el maquillaje, la edición, los efectos visuales y sonoros, la cinematografía, la banda sonora, el guion y ese insuperable elenco, donde destacan Oscar Isaac como el creador y Jacob Elordi, su criatura.
Al enfocarse en la manera de desarrollar esta trama, Del Toro logró despertar todas las emociones posibles: la indignación ante el abuso psicológico de un niño por su padre, la empatía por la pérdida de la madre que lo lleva a buscar la forma de evitar la muerte, y aquí precisamente el horror al ver al joven protagonista cubierto de sangre, enajenado, cercenando cadáveres, ya sea de soldados caídos o de prisioneros que mueren a causa de una sentencia, todo para crear un ser inmortal.
Y cuando ve materializado su objetivo, se consolida el proceso de deshumanización de Víctor, mientras su monstruosa criatura se humaniza a través del rechazo, la soledad, el dolor del abandono, la ira del hijo no deseado. Quién es Frankenstein, esa es la pregunta.
Publicidad
En un momento Víctor, obsesionado con ser un Prometeo moderno, admite no haber considerado lo que vendría después de su creación, a quien rechaza repitiendo la dinámica vivida con su padre, el distante y cruel médico que lo formó (o deformó).
El Víctor de Shelley y el Harold de Byron viven con el corazón roto, y qué manera tiene Isaac para encarnar a un muy complejo protagonista que erráticamente traza su futuro en base a un pasado oscuro y trágico.
Con su estatura y físico, Elordi encarna a un ser monstruoso que se reconoce así porque sabe que fue creado desde la muerte y que su sufrimiento nunca terminará. Es un rol sumamente difícil porque su diálogo es mínimo y de la deshumanización con la que nace termina siendo un ser en busca de afecto, algo en lo que su creador nunca pensó. Elordi es magistral, a secas.
Justo cuando se cree que Guillermo del Toro no puede superar una obra como “La forma del agua”, hace “Frankenstein” y su nuevo monstruo es simplemente perfecto. Ahora nada más queda ver qué sigue en la carrera de uno de los mejores realizadores de su generación. ****
Punto final.- Sí, “Frankenstein” está en Netflix, pero vale la pena ver esta película de Guillermo del Toro en la gran pantalla.







