En los años de 1926 San Juan de Los Lagos, Jalisco, era un poblado chico. Los domingos bajaba mucha gente de las rancherías; primero acudían a misa, luego a surtir provisiones y por la noche las famosas “serenatas” (así le llamaban).
En el quiosco que existía en la plaza del poblado, tocaban los mariachis o músicos. Las muchachas dando vueltas y los muchachos igual, en sentido opuesto, con el fin de conquistar novia. Me platicaron mi madre Herminia y mi tío Melesio Márquez (q.e.p.d.), que un domingo al salir de misa de 11 de la mañana, un militar al mando de unos soldados les gritó a los feligreses: “¡Que viva el supremo gobierno, muera la religión y…!” (No publicito sacrilegios). Los hombres los rodearon y los mataron; no permitieron que se burlaran de lo más sagrado. Un soldado se les escapó.
Ya para la tarde-noche, la población estaba rodeada de soldados. Platicaban que en la estación de Santa María llegó un tren repleto de soldados, se acuartelaron en las escuelas “Rita Pérez de Moreno” y el hoy “Dr. Pedro de Alva”, que en ese tiempo estaba en lo que ahora es la presidencia. A los sacerdotes de todos los templos y del pueblo, los corrieron con amenazas de muerte. La hoy catedral, la tomaron de cuartel, cometiendo infinidad de sacrilegios y profanaciones. Las torres les sirvieron de vigilancia.
Algunos valientes sacerdotes se quedaron, escondidos en varias casas; oficiaban misa y la gente acudía todo por la fe inquebrantable que le tenían a Dios (y digo le tenían porque hoy ya no es igual). Uno de ellos, San Pedro Esqueda, nativo de San Juan, un día, un Judas que nunca falta, lo traicionó y lo denunció. La historia del santo mártir ya es conocida: lo martirizaron con el fin que renunciara a Dios; nunca lo lograron y lo mataron.
Mi tío Melesio fue uno de tantos que de inmediato se afiliaron a la Cristiada, él con más razón, ya que componía arsenal en su negocio de armería. Gracias a Dios regresó triunfante con vida, ya que triunfaron los Cristeros. ¿Por qué triunfaron? La razón es sencilla: en esos años en México un 85 por ciento era católico de verdad.
La mayoría de los santos mártires y de los que participaron en la Cristiada, como Anacleto González, Enrique Gorostieta Velarde, y muchos más que deberían de llevar su nombre varias calles de las ciudades, en especial en el estado de Jalisco. “Por Dios y por la patria”, era su lema, pero los verdaderos mártires de la Patria veo que son olvidados ingratamente, y pasan a la historia del olvido.
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En Los Altos de Jalisco el Sacerdote Aristeo Pedroza contaba en 1929 con cinco mil soldados distribuidos en siete regimientos y seis medios regimientos, que esperaban en los confines de Guanajuato (Meyer, Jean. La Cristera).
Participó en la toma de Arandas el 9 de enero de 1927; el 15 de marzo de 1927 en la batalla de San Julián; el 19 de abril de 1927 en el ataque al tren militar de La Barca, Jal.; el 8 de mayo de 1927 defendió a las familias atrincheradas en las barrancas; el 10 de marzo de 1928 en la batalla de San Juan de los Lagos, junto al general Gorostieta, ataca y toma la plaza de San Juan de los Lagos, derrotando a los federales que contaban con mayor y mejor arsenal.
La Cristiada triunfó, primero por Cristo Rey. Segundo, en esos años los jerarcas católicos eran respetados y obedecidos, orgullosos portaban la sotana en las calles, y más los santos mártires porque ellos nunca negaron a Cristo. Tercero: los valientes cristeros defensores de la fe católica. Cuarto: en esos años no existía la proliferación de sectas que existen hoy día.
El maligno astuto dijo: “divide y vencerás”, y fue lo que hizo para destruir la religión: dividió al pueblo católico, y al parecer venció. Es por ello que tenemos un país cayéndose en pedazos, por darle la espalda a Dios en todos sentidos, desde el interior de los templos. En San Juan le cantaron con mariachi a los pies de la Virgen la canción “Paloma negra”, y otras canciones que nada tienen que ver con la veneración a La Virgen, cometiendo una blasfemia. Los jerarcas, escuchando la “serenata a la Virgen”, sin hacer nada. Se lo denuncié por escrito a su correo al Obispo de San Juan, pero nunca me contestó. La denuncia está en mi página de internet.
Antes se le temía a Dios, hoy es todo lo contrario. En las canciones rancheras de antes los verdaderos compositores (José Alfredo Jiménez, Tomás Méndez, Cuco Sánchez, y muchos más) pusieron el nombre de México en el mundo entero, mencionando a Dios, el temor a Dios. Hoy es todo lo contrario.
Atentamente,
José de Jesús Márquez Pérez.
Ensenada, B.C.
Correo: [email protected]
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