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lunes, septiembre 22, 2025
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Encuentro tardío

Me encontré en Mexicali el viernes 5 de septiembre, y entre los impactos del calor y la baja presión que sentía, más un sangrado interno, hicieron que no pudiera yo apreciar en su belleza la ceremonia de Universidades de Baja California y de California que se unieron en un esfuerzo por mejorar la economía y la cultura de la región, estableciendo programa que prácticamente buscaba estudios que tuvieran demanda y resultados, que permitieran a los jóvenes encontrar el trabajo bien remunerado en donde podrían ganar dignamente.

La reunión fue excelente. Los rectores del Cetys, de la Ibero, de la UTT y de universidades de Estados Unidos se codeaban con amabilidad en un esfuerzo unido que podrá cambiar radicalmente la región. Por eso, y por el convencimiento de que era urgente y necesario una reestructura, Tijuana Innovadora trabajó con intensidad procurando encontrar los resultados que pudieran empujar en grande este proyecto del entusiasta Dr. Rafael Fernández de Castro.

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A pesar de la alegría que este evento me producía, me sentí físicamente muy mal, y dejando una apetitosa comida china salimos hacia Tijuana por el lado americano, donde ocupamos en viernes tres horas más en pasar la frontera llegando al Hospital Del Prado, dirigido por esa extraordinaria y legendaria Doctora Patricia Aubanel, a la que le tengo un enorme cariño y admiración.

Dos semanas antes había yo acudido a ese mismo hospital a saludar a mi amigo de la infancia, Salomón Cohen, que estaba internado ahí en condiciones muy graves, que desafortunadamente lo llevaron a un fatal desenlace.

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La coincidencia y el tiempo en cama me permitieron recordar hechos de mi amigo Salomón que voy a relatar con gusto.

Cuando éramos pequeños, a la edad de 10 años yo y 14 Salomón, encontramos que no teníamos dinero para regalarles nada a nuestras mamás en el Día de las Madres, y junto con Jacobo Gross y Salomón Aria iniciamos una ronda a las 5:00 a.m., llegando a la casa de nuestras madres a cantarles las mañanitas con nuestras excelentes voces y con carretadas de cariño. Por supuesto, despertamos a nuestras madres, las saludamos, nos besaron y continuamos la ronda en todas las casas.

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Desde entonces Salomón era un hombre serio que trabajaba apoyando a su papá en una tienda que estaba ubicada en la calle segunda y que se llamaba “La Marquesita”. El papá de Salomón falleció cuando él tenía unos 16 años y la tienda fue inmediatamente embargada por un acreedor duro que se llamaba Ernesto Ellis. Mi abuelo y algunos amigos juntaron recursos para quitar el embargo y Salomón empezó a dirigir la tienda trabajando 14 horas diarias, escuchando lo que sus clientes pedían y corriendo a Los Ángeles a adquirir las mercancías que seleccionaba con esmero. Pronto “La Marquesita” empezó a tener enorme éxito y Salomón no se despegaba ni de día ni de noche del trabajo. Admirado por propios y extraños por su responsabilidad y habilidad de adquirir artículos de buen gusto convenciendo a su clientela cada vez más numerosa.

Tiempo después, trajo a su hermano Eduardo, simpático, agradable, quien empezó a cubrir turnos con Salomón, pero que falleció súbitamente dejándolo de nuevo solo;  la habilidad de negociante de Salo fue de todos conocida a grado tal que fue invitado por otro grupo de audaces inversionista, German Hirch, Pedro Dorians, Ángel García y Miguel Goldstein, quienes lo invitaron a construir una tienda que se llamaría Dorian’s, con enormes aparadores con maniquíes y con un diseño y una audacia nunca antes visto en Tijuana. Salomón se encargó de las compras del grupo viajando constantemente a Oriente y adquiriendo respeto de los fabricantes de Asia por su capacidad negociadora y su seriedad en los tratos.

Dorian’s creció y se convirtió en una cadena de tiendas que se volvieron un ejemplo a seguir para los empresarios de Baja California.

Salomón, disciplinado, amable, serio y caballeroso se fue ganando el aprecio de la comunidad y se casó con la graciosa joven cubana que le mostró un mundo de esparcimiento a aquel hombre serio, introvertido y difícil de tratar; se llamaba Mari Juana. Fue una luminaria en la sociedad tijuanense, hacía obras de caridad, participaba en eventos y su gracia, simpatía y generosidad la convirtieron en el centro de la vida cultural y social de Tijuana en la que obligó a Salomón a ser partícipe, que aun con su timidez empezaba a gozar de amistades y cariños.

Mari Juana se murió, no tuvieron hijos, quedando solo y triste, con el consuelo de amigos y parientes que lo cuidaron.

Tiempo después se encontró en un café con Carolina Aubanel, quien se dedicaba a manejar un noticiero importante, que había sido hija del Dr. Gustavo Aubanel Vallejo y de María Luisa Riedel Betancourt, quien dedicó tiempo a hacer un hospital, el Hospital Del Prado y que tenía muchos talentos administrativos y una gran inteligencia y generosidad, virtudes que heredó Carolina convirtiéndose en una mujer trabajadora, buena y que llenó de amor a Salomón en sus últimos tiempos. Caro, muy querida por la comunidad y respetada por su honestidad, por su lucha social y por su inteligencia.

Aquí estoy en el hospital, en el cuarto de enseguida, donde saludé por última vez a Salo; recordé muchas historias y aventuras que tuvimos con ese caballero y gentil amigo.

Una forma rara de despedirnos. Mi admiración y cariño donde quiera que estés.

 

José Galicot es empresario radicado en Tijuana.

Correo: [email protected]

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