Desafortunadamente es una lamentable realidad.
Y no nos referimos a la violencia que tiene que ver con los delitos de gravedad, sino lo que tiene que ver con manejar un vehículo o ser peatón.
La existencia del reglamento de tránsito, semáforos, altos, topes, zanjas, líneas en el suelo y elementos que en conjunto deberían regular el flujo vehicular y generar un orden, así como proteger a transeúntes, parece no tener resultados.
Ya no es posible manejar con tranquilidad. Cada crucero y vialidades, significan un reto para transitar sin percances.
Lejos de ceder el paso, muchos lo arrebatan. No hacen alto donde deben y en ocasiones incluso lo ignoran. Si el semáforo está por ponerse en rojo, o evidentemente quedarán a mitad del crucero, no les importa y por el contrario se quedan estorbando, haciendo oídos sordos al claxon de los que con toda razón se molestan porque les obstruyen el paso.
Además están los montachoques y los cafres del transporte público, aunque allí hay de todo. Buenos y malos.
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Y la pesadilla de los malos motociclistas, los cuales hay de todo tipo. Unos usan el ruido ensordecedor de sus motores para amenazar y abrirse paso. Los repartidores de comida, con su conducción suicida pueden arruinarte la existencia si se presenta un accidente.
Los choques, incluso si no provocaste uno y te chocaron, perderás una buena parte de tu día en lo que llegan los ajustadores de las compañías aseguradoras.
Los golpes al exgobernador “Kiko” Vega, reflejaron lo que le puede pasar a cualquiera. En un par de ocasiones he estado cerca de que me suceda. Estando recién operado, tuve que optar por cerrar las puertas con seguro y poner los vidrios hasta arriba, mientras que el motociclista troglodita soltaba todo tipo de insultos y me retaba a que me bajara a arreglarnos a golpes porque le pité al cruzarse temerariamente.
Recientemente, me percaté de que un motociclista, a toda velocidad, pretendía rebasarme indebidamente por la derecha e iba a atropellar a una persona de la tercera edad que iba acompañada de una niña, pero como le reduje el espacio, sin importarle que yo iba acompañado de mi pequeña hija, igual soltó todo tipo de leperadas, no haciéndole mella que le decía que por favor se contuviera por respeto a las niñas.
Hay todo tipo de gandallas (“gaviotas” o “gaviotones”), que, para ahorrarse hacer fila, de repente buscan sorprenderte para meterse en el carril de los conductores regulares y hasta se ponen agresivos.
Total, que las calles de Tijuana son ya una jungla de concreto, donde impera la ley del más aventado o el más salvaje.
Es imperativo un cero tolerancia. En su momento, Giullani lo logró en Nueva York. Por supuesto se puede lograr en Tijuana.
Todo es cuestión de evitar la Violencia en las calles.
Alberto Sandoval ha sido profesor, servidor público, consultor, conferencista, deportista y activista ciudadano.
Correo: [email protected] Internet: http://about.me/sandovalalberto/
Facebook: Alberto Sandoval. X (Twitter): @AlSandoval
Y sigo diciendo Tijuana ya no es lo mismo a llegado una generación mama pitos nalgas miadas que se creen dueños de todas las vialidades vías rápidas y lentas las vías rápidas y lentas y bulevares son pistas de carros chocones carambolas cada rato porque desde hace años no ha llegado alguna autoridad valiente y sanciones a tanto automovilista con negarles la licencia en que año llegaremos tener leyes que no le regale licencia a tanto Juan y Juana hijos de la chingada que no merecen una licencia y este reclamo es para los que trabajan en estados unidos y vienen a Tijuana van a la línea desesperados y hambreados e igual cuando salen quieren que te muevas de los carriles porque ellos van a más de cien sea vía lenta o vía rápida se necesita revocar licencias como la gobernadora también