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lunes, junio 23, 2025
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El oso y el conejo

Un oso y un conejo se odiaban a muerte. Cada vez que se veían se decían de todo y se tiraban cosas, eso sí, el conejo se mantenía a distancia por razones obvias.

Un buen día, mientras mantenían una de sus disputas, apareció el hada del bosque y les dijo:

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— Todo el bosque está hasta la coronilla de sus peleas, no dejan dormir a nadie, así que les voy a conceder tres deseos a cada uno a condición de que nunca vuelvan a pelear.

Los dos aceptaron, no sin antes discutir por quien sería el primero que empezaría a pedir deseos. Por fin terminaron su alegato, y empezó el Oso.

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— Quiero que todos los osos del bosque sean hembras.

Enseguida el conejo pidió su primer deseo:

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— Quiero un casco de moto.

El Hada un poco sorprendida le concedió el deseo.

El oso pidió su segundo deseo.

— Quiero que todos los osos del país sean hembras.

El hada le dijo:

— Parece que no quieres aburrirte, ¿verdad? ¡Libertino! En fin… deseo concedido. Turno del conejo.

El conejo pidió:

— Quiero una moto

El hada aceptó viendo que su idea funcionaba y tenía un fin.

— ¡Mi turno!— Dijo el oso. Y ni corto ni perezoso pidió que TODOS los osos del mundo fuesen hembras.

El hada le dijo:

— Te va a dar un infarto, vas a ser el único oso entre todas las hembras, pero en fin… concedido… okey conejo… tu turno…

El conejo dice:

— Mi último deseo es: (dijo el conejo colocándose el casco y arrancando la moto)… ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡QUE EL MALDITO OSO SEA GAAAYYYYYY!!!!!!!!

Autor: El hada muerta de risa.

 

Perico o perica

El esposo le dice a su esposa:

— Compré un perico y resulta que es hembra.

— ¿Y cómo lo sabes?

—  Porque en vez de repetir lo que digo, ¡me alega!

Autor: Una lectora.

 

Jefe morboso

Llegó de vacaciones la exuberante morena que el morboso jefe tiene como secretaria. Él, con el tono de siempre, le pregunta:

—  ¿Cómo le fue en sus vacaciones, Lupita?

La chica con medio aire de coquetería le dice:

—  ¡Bien jefe! ¡Si quiere le muestro donde me broncee!

El viejo siente cómo su pulso se acelera y la invita a entrar secretamente a su oficina. Al entrar, la chica saca del bolso una postal de una playa en Miami.

—  Mire jefe, ¡Aquí fue donde me broncee!

Autor: La muchacha.

 

Nueva dieta

Dos amigos conversan.

—  Tengo mucho sin comer mariscos.

—  ¿Colesterol?

—  No.

—  ¿Ácido úrico?

—  No. ¡Salario mexicano!

Autor: Un ciudadano que espera el Bienestar.

 

Sueldo mexicano

El pobre Elpidio recibe su primer y muy precario sueldo luego de varios meses sin trabajo.

El jefe le da unos billetes viejos y arrugados, así que al ofrecerle disculpas también le dice:

—  Y luego de usar esos billetes recuerde lavarse las manos, pues esos pesos deben estar llenos de microbios.

A lo que Elpidio responde:

— No creo jefe. ¡Ni si quiera los microbios vivirán de mi sueldo!

Autor: Otro ciudadano sin Bienestar.

 

Mal diagnóstico

Al ver llegar a su esposo de donde el médico, la mujer le pregunta:

—  ¿Qué te dijo el médico que tienes?

—  Nada. Sólo me dijo que tenía una “sonrisa simpática ¡y soy feliz!”.

La esposa no cree semejante tontada, así que llama al médico para preguntarle. Luego de dialogar con el doctor le dice a su esposo, muy enojada:

—  ¡Idiota! ¡Dice el médico que tienes cirrosis hepática y sífilis!

Autor: Un soreque.

 

Ni uno ni otro

El papá regaña a Pepito por sus calificaciones al finalizar el año escolar. El niño ya está harto de tanta palabrería:

—  ¡Debería darte vergüenza no ser el primero de tu clase!
El niño contesta:

—  Sí papi, yo sé que no soy el primero en la clase, ¡pero tú tampoco eres el gerente de la empresa! Así que estamos a mano.

Autor: El papá de Pepito.

 

El atropellado

Un hombre va tranquilamente caminando, y como siempre, va un tanto distraído lamentándose por su precaria vida. Sin darse cuenta, al intentar subirse a la banqueta es embestido por un auto que lo arrolla de manera muy aparatosa. La conductora detiene el auto, y asomando la cabeza por la ventanilla le pregunta al lesionado que yace en el suelo sangrante y adolorido:

— Señor, ¿está usted bien?

— ¿Por qué señora? ¿Acaso piensa dar reversa, maldita cafre?

Autor: Un paramédico.

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