El escenario es el Centro Correccional de Sing Sing y el eje es el programa de rehabilitación a través de las artes que transforma la vida de John “Divine G” Whitfield (Colman Domingo), un hombre que siempre se dijo inocente del crimen por el cual se le encarceló.
Divine tiene dos problemas: ayudar a los reos a descubrir lo que él encontró en el teatro, que es como canalizar sus emociones, y, a la par, calmar sus ansias ante la posibilidad de obtener su libertad condicional.
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Pero nada es fácil para este protagonista, dado a cuidar a los presos, pero guardarse todos sus sentimientos, principalmente de desesperanza. Domingo es un actor que supo expresar justo esto mientras puede.
Todo cambia con la llegada de Clarence “Divine Eye” Maclin, quien prefiere montar una comedia en vez de un drama. Su cinismo choca con la sensibilidad de Divine G y las consecuencias del desencuentro sostienen un desenlace poderoso muy bien llevado a su fin por el director Greg Kwedar.
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Así tenemos un filme que se siente auténtico, estupendamente actuado y con mucho qué decir sobre la capacidad inagotable del arte de transformar las conciencias y hacer superable hasta el mismo infierno carcelario. ****
Punto final.- La 97 edición de los premios Óscar no hubiera sido la misma sin el cine independiente y eso quedó plenamente demostrado con el rotundo triunfo de Sean Baker y su estupenda película “Anora”, una especie de Cenicienta para nuestros brutales tiempos que demuestra aún más la superioridad que este realizador americano probó con “The Florida Project” en 2017. Bienvenida la nueva era del cine de autor, en la cual también, por supuesto, se anota Walter Salles con “Aún estoy aquí”. No se pierdan estas obras maestras del cine contemporáneo.
