No es una película, pero en muy raras ocasiones hay que abordar en este espacio una miniserie por sus excepcionales cualidades cinematográficas. Tal es el caso de esta brillante propuesta dirigida por Philip Barantini, quien tuvo la osadía de filmar cada episodio en una sola toma continua.
Inimaginable lo que esta manera de desarrollar la historia debió implicar para el reparto que se valió, incluso, de la improvisación para mantener la tensión en torno a Jamie Miller (Owen Cooper), un niño de 13 años acusado del homicidio de una de sus compañeras de escuela.
Narrada en cuatro entregas, a partir de una idea del gran Stephen Graham (actorazo que a su vez encarna al padre de Jamie), la serie comienza por la explícita recreación del arresto del precoz sospechoso en su casa.
Al desconcierto absoluto de la familia se suma la histeria del acusado, que hasta se orina al ver la brutalidad con la que la Unidad de Homicidios entra a su hogar pasadas las seis de la mañana y lo detiene.
Difícil de creer que este adolescente de finas facciones pueda haber cometido un crimen, pero la verdad se asoma hacia el final y se fundamenta en la segunda parte, cuando los agentes investigadores visitan la escuela de Jamie y se topan con grupos de chicos caóticos, miradas acosadoras, guiños cómplices y, ante todo, el famoso hate que parece gobernar a los estudiantes púberes.
Luego viene, quizás, el episodio más interesante, el tercero, donde Jamie se encuentra con una psicóloga meses después de su detención y con la fecha cercana al juicio. Cooper es una maravilla al mantener vivo el misterio de este personaje que pasa de la confusión de un niño que no parece comprender la gravedad del hecho, preso aún del miedo y en busca de la protección de los adultos, al joven violento y desafiante que intimida.
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La verdad se sabe desde un principio, lo que queda por descubrir es el porqué, y así nos vamos al clímax y desenlace que nos devuelve al punto de partida: el seno de una familia destrozada que se reparte culpas, que no entiende dónde se equivocó, tal vez porque los errores no fueron deliberando. Después de todo, Jamie es producto de otra generación, enraizada en una sociedad cruel y criminalizada. La reflexión es escalofriante, estremecedora y muy profunda, gracias a Graham, Barantina y la genuina revelación de Cooper para hacer que esta historia, tomada de los diarios de Gran Bretaña, llegara al público para quedarse. En el top de Netflix. ****
Punto final.- Después de “Adolescencia” dan ganas de releer “De los niños nada se sabe”, de Simona Vinci.