“Muere mucho menos gente de tisis que de las gentilezas y manías de los sistemas médicos. Esta es, en verdad, la más duras de las muertes: Morir por enfermedad de otro”.
-Karl Ludwig Börne
La práctica médica ha cambiado drásticamente en los últimos cuarenta años y existen múltiples factores que han influido para determinar estas directrices: El cambio o pérdida de valores que han tenido los grupos de pacientes en los diversos niveles, esto vinculado con el informe del Sector Salud y de Seguridad Social reflejado en la encuesta del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática; el crecimiento de la población solicitante de los servicios médicos y el empleo de la tecnología para obtener un diagnóstico-terapéutico.
Ha existido un gran distanciamiento en la relación médico-paciente debido a reclamos, controversias, demandas e insatisfacciones por parte del usuario de los servicios médicos. En general podemos afirmar que esta práctica de distanciamiento entre el médico y el paciente aperturó la etapa de la medicina defensiva; esta etapa podría identificarse como los cambios que realiza el médico en la práctica de su profesión, fundamentalmente para defenderse de futuras demandas que mucho lo estresan con sus demás compañeros de profesión, equipos de trabajo y en general frente a su paciente.
De manera común, cada uno de nosotros seleccionamos a un médico para manifestarle nuestras inquietudes respecto a nuestro estado de salud y esto lo hacemos por las recomendaciones de amigos, familiares, prestigio del profesionista e inclusive por la publicidad de los mismos que se da en los diversos medios de comunicación o en redes sociales; algunas veces hasta nos engañamos por el cobro de sus honorarios, pues tradicionalmente el paciente piensa -de forma errónea- que mientras más altos son los honorarios del médico es mayor su calidad profesional, cuando esto por lo general no es cierto.
Se ha generado durante los últimos años un hito en la relación médico-paciente, pues siempre existe un temor por parte del enfermo de que el médico sea asertivo o no con el diagnóstico y tratamiento, así como un temor a que se cometa una negligencia médica, o a errores y omisiones en los procedimientos de diagnóstico; y por parte del profesional de la medicina, el riesgo de un reclamo injustificado, una demanda justificada o no y el hecho de que el paciente -acostumbrado al consumismo- siempre piensa que como paga honorarios médicos tendrá como recompensa incólume su derecho a la salud.
En fin, se atribuyen al médico, al paciente y al entorno social cultural los cambios dimensionales que se han presentado en los recientes tiempos entre el enfermo y su médico.
El médico ya no es el personaje de los tiempos de nuestros padres, un profesionista capaz, actualizado en sus estudios, eficiente y culto, porque los estudiantes universitarios de México -que es la experiencia que tiene quien escribe estas líneas- ya no estudian tanto; en consecuencia, su preparación es altamente deficiente, no leen otros textos médicos y experiencias hospitalarias y entonces vemos que los cambios de las relación médico-paciente se transformó de buena a mala: ya no existe confianza, sino el recelo al reclamo y a una probable demanda, más cuando se trata de la realización de procedimientos quirúrgicos.
El cambio en esta relación de confianza se debe fundamentalmente al médico: no existe una buena comunicación con el paciente, en la consulta; durante el proceso de recuperación después de haber sido intervenido quirúrgicamente no le brinda una asesoría adecuada sobre su evolución, no aclara las dudas…
Con mucho respeto, afirmo -plenamente convencido- que siendo derechohabiente de una institución como el IMSS, Issste, Issstecali o un hospital civil, como el médico tiene que cubrir un determinado número de pacientes en su jornada laboral, pasa rápidamente al paciente al consultorio y mientras escribe la nota le pregunta qué tiene, qué le pasa, pero ni siquiera lo ve a la cara. Por supuesto que el médico tampoco tiene tiempo de presentarse, y rápidamente, en la inmensa mayoría de los casos llega al diagnóstico, le dice al paciente que se debe de cuidar, que debe de tomar los medicamentos que le prescriben y que se verán en la siguiente consulta; no le brinda al paciente la oportunidad de preguntar qué es su enfermedad, cuál es el origen de la misma, cómo puede afectarle a su salud. Por esto no habrá una buena relación entre el paciente y el médico.
Benigno Licea González es doctor en Derecho Penal y Derecho Constitucional; fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.
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