Gustavo Macalpin no es un personaje de mi agrado y lo considero un comentarista de política selectivo en su crítica. Sin embargo, lo sucedido en días anteriores con lo suscitado entre el comunicador y el director del Canal 66, Luis Arnoldo Cabada, deja entrever varias posibilidades del porqué de su abrupto y humillante despido.
Honestamente no veo muy convincente la hipótesis de que el motivo de su defenestración de la televisora cachanilla se deba a los señalamientos contra el cónyuge de la gobernadora del estado, el panista -lo sigue siendo, aunque lo niegue- Carlos Torres Torres, debido a la ostentación de sus dos cargos “honoríficos”, tanto en el Gobierno del Estado (coordinador de protección de espacios públicos) como en el Ayuntamiento de Tijuana (coordinador de proyectos estratégicos) recientemente. Tiene fuertes vínculos con la alcaldesa Norma Bustamante, más que con la propia Marina del Pilar Ávila, a pesar de que las dos han tenido oportunidad de charlar amenamente con Macalpin.
Yo creo más bien que, visto y considerando que días antes criticó las improvisadas acciones de la Secretaría de Seguridad estatal derivado del problema de inseguridad en el Valle sur de Mexicali y los herméticos resultados de los exámenes de control de confianza aplicados a los uniformados municipales, éste haya caído del gusto de la gobernadora. Ya se sabrá.
Sin embargo, parece que hay algunos que padecen de miopía frente a la realidad. No han entendido varios empresarios de la comunicación en su formato viejo de la televisión, la radio y la noticia impresa, que hoy las redes sociales inundan el mercado, la opinión pública y su reacción ante los hechos en determinado espacio. No importa que sea verdad o mentira lo que se exponga: si algo es dicho desde Facebook, YouTube o X, va a opacar lo que se muestra en los canales de televisión o las páginas del periódico. Algo que ha aprovechado el propio Gustavo para diversificar su contenido de lo político a lo casual y fuera de cuadro para pasar al smartphone, haciendo pequeños cuestionarios en la calle y en eventos masivos, como lo harían otros influencers en diversos espacios.
Y eso, quiérase o no, le ha dado buenos dividendos en cuanto a vistas y opiniones acerca de su contenido.
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Por eso lo que hizo Cabada -impuesto o no por alguna autoridad- fue lo peor que pudo haber decidido el empresario. El hecho se hizo viral a tal punto de convertirse en noticia de alcance nacional; el comunicador goza actualmente de tremenda popularidad y es entrevistado por medios de todo el país. Él mismo ha dicho en un programa de radio que tenía una meta cuando inició su carrera: ser tendencia nacional en redes sociales. Lo logró sin siquiera buscarlo. Esto lo podemos entender bajo lo que muchos llaman efecto Barbra Streisand (en referencia a la cantante que protagonizó un conflicto mediático y legal con un fotógrafo en 2003), que según un interesante artículo de la BBC sobre el término, consiste en que, “cuando tratas de ocultar algo, puede que, irónicamente, acabes atrayendo toda la atención hacia lo que pretendías esconder”*.
Yo preferiría usar un término más llano. Cayó del pedestal del Canal 66 y subió al pedestal de la opinión pública, por ser víctima del despido injustificado.
*Link del artículo: https://www.bbc.com/mundo/noticias-49670779
Atentamente,
José Albis Hernández, estudiante de la Lic. en Sociología (UABC)
Mexicali, B.C.
Correo: josealbishernandez@gmail.com
