22.1 C
Tijuana
jueves, septiembre 19, 2024
Publicidad

Jorge Ruiz Dueñas en el homenaje como un diálogo

“Tanto en la poesía como en la narrativa, entre más profundizas en lo autorreferencial, hay mayores riesgos”, expresó a ZETA el autor de “Cálamo y memoria”

Leer “Cálamo y memoria” de Jorge Ruiz Dueñas, publicado este año por Ediciones del Lirio y Ediciones Sin Nombre, es adentrarse en el mundo de la autobiografía, la reflexión, las memorias, la anécdota y el ensayo sobre diversos autores que han determinado una época sobre todo reconociblemente reciente.

Poeta, narrador y ensayista, Jorge Ruiz Dueñas (Jalisco, 1946) propone 41 textos donde es posible adentrarse en la vida y obra de autores como León Felipe y Álvaro Mutis, a quien reconoce como sus maestros, pero también poco a poco van apareciendo gozosamente, entre la anécdota y el ensayo, figuras como Gabriel García Márquez, Rubén Bonifaz Nuño, Carlos Montemayor, Pablo Neruda, Margarita Michelena, Jaime Labastida, Óscar Oliva, Miguel Ángel Flores, Minerva Margarita Villarreal, Francisco Hernández, Jorge Fernández Granados, Efraín Bartolomé, Edmundo Valadés, Ricardo Garibay, Daniel Sada, Juan Villoro, Víctor Flores Olea, José Luis Cuevas, entre muchos más.

 

DEL HOMENAJE AL DIÁLOGO

En “Cálamo y memoria”, Jorge Ruiz Dueñas entrega 41 textos que conducen a la vida y obra de poetas, narradores y hasta artistas plásticos que han determinado una época en la vida literaria de México o Latinoamérica en la segunda parte del Siglo XX.

¿Cuál fue el criterio para convocar en “Cálamo y memoria” a diversas voces de autores entrañables que, incluso, reconoce a algunos como sus maestros?

“En primer lugar debo decir que este libro es algo personal y en cierta forma un pequeño homenaje. El criterio para seleccionar a los autores vivos fue de alguna manera un criterio bastante personal y tiene que ver con la posibilidad de entablar algún tipo de diálogo; en el caso de los autores lejanos, distantes o bien que ya han muerto, pues era una especie como de mantener cierta memoria y a veces tuve que seleccionar. Por ejemplo, tengo varios escritos sobre Carlos Montemayor y seleccioné el último porque es uno en el que, de manera muy particular, me puse analizar la poesía de Carlos y encontrar algunas cuestiones que curiosamente -a pesar de que éramos muy amigos- no había advertido a lo largo del tiempo y eran precisamente las modificaciones que hizo a su poesía muy profundas, es decir, poemas o libros que inclusive desaparecieron. En la última recopilación de su poesía, por ejemplo, no aparece un libro que yo consideraba que era significativo, que lleva las letras del alfabeto hebreo.

Cortesía

“En el caso de Álvaro Mutis también tuve que seleccionar un texto que se publicó en España y recientemente se reprodujo para una coedición que fue presentada en la pasada Feria del Libro Bogotá. Entonces, es un criterio muy arbitrario, pero tiene que ver mucho con la emoción que podía producirme en ese momento. Dejé afuera muchas cosas porque, bueno, no era posible mantenerlo y en algunos casos se trataba de textos que realmente no me satisfacían completamente, sentía que no le hacía realmente honor al tema y o bien al autor. Fue bastante errático, y, sobre todo, no quiero decir caprichoso, pero sí considerando factores afectivos”.

Asimismo, reconoce: “Aparecen primero poetas, luego narradores y después los artistas vinculados con obra plástica o fotográfica, pero también hay una división entre vivos y quienes aún, que son pocos, están con nosotros, como el caso, por ejemplo, de Óscar Oliva. El texto que incluyo corresponde precisamente al momento en que obtiene el Premio Nacional de Artes y Literatura 2021, se hace un homenaje en Bellas Artes y que me correspondió participar, así que la selección tiene que ver mucho con la emoción, mucho con la amistad, con las relaciones y no deja de ser arbitraria”.

 

RECONOCIENDO A LEÓN FELIPE Y ÁLVARO MUTIS

Jorge Ruiz Dueñas siempre ha reconocido a León Felipe y Álvaro Mutis, y obviamente en “Cálamo y memoria” ocupan un lugar especial; aunque de León Felipe advierte y remite al libro “León Felipe” (Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, Ateneo Español de México, 2021).

En “Cálamo y memoria” alude Usted a León Felipe y Álvaro Mutis como “puntos de inflexión en mi existencia”. ¿En qué sentido reconoce una influencia de León Felipe y Álvaro Mutis? O más que una influencia en su obra, ¿influyen en su deslumbramiento o descubrimiento de la poesía?

“Yo creo que son muchos elementos: cuando llegué con León Felipe hacía periodismo universitario, muy pocas publicaciones de poesía suelta hacía. Su presencia, su apoyo, fue para mí vital. De hecho, en un momento en que su secretaria por razones diversas se fue a Londres para hacer su tesis de doctorado, pues yo fungí un tanto como su secretario. Él empezó a pedir que le leyera textos y me hacía observaciones, te diría que laudatorias, que de alguna manera me apenan, pero fue el aspecto ético algo que me conmovió enormemente.

“León Felipe significó, en efecto, la entrada al animarme a seguir con la obra poética, pero evidentemente yo siento, sobre todo ahora con los años, cuando leo y releo, sobre todo ahora que estoy preparando la ‘Nueva carta de rumbos’ que va a reunir la poesía de 1968 a 2024, pues en esa trayectoria gestos poéticos en los que sin duda está presente mi maestro; es decir, de alguna manera esa idea de que con los años te vas modificando y alejando, yo encuentro que a veces hay pequeños guiños involuntarios de su poesía que me surgen.

“En el caso de Mutis, yo había sido un gran lector de su obra. Lo conocí curiosamente cuando estábamos los dos citados a un premio en La Paz, era la transformación del Premio de La Paz en Premio Internacional, que ganó Jaime Labastida (Premio Internacional de Poesía Ciudad de la Paz 1981). Viajamos y, bueno, fue mi primer contacto personal y desde entonces se convirtió en una especie de segundo padre literario. Me fortaleció el hecho de las coincidencias con algunas lecturas, mi visión sobre su poesía, discutir o comentar con él, y sobre todo una visión ética, personalizada, de ver la existencia. Así que pues sí, son dos grandes soportes, diría yo, tratando de hacer mi propia obra, pero en el caso de León, no puedo negar que a veces surgen ciertos guiños.

Foto: Enrique Mendoza Hernández

“Álvaro es personaje en mi novela (El reino de las islas, 2001), al lado de que se lo comenté, le dije: ‘No sé cómo nombrarte’ y le di varios nombres. Él mismo me dijo: ‘Ponme Gaditano’. Entonces, hay una parte allí que correspondería a una especie como de autoficción o de ficción personal, pero con personajes de alguna manera de carne y hueso en la península, sobre todo en la zona de Guerrero Negro, Santa Rosalía y Mulegé, y personajes que ubico en lugares que para mí han sido entrañables. Los ubico en Oslo, París, Atenas, Heraclión, la capital de Creta, por esa enorme magia que tiene la fantasía y la literatura, pero que de alguna suerte sí tienen un anclaje real”.

 

DE LA AUTOBIOGRAFÍA

En “Cálamo y memoria”, Ruiz Dueñas reconoce a Fernando Soares: “El pretenso autor de ‘El libro del desasosiego’, me acompaña siempre. No en sentido figurado, porque más allá de poseer varias ediciones lo tengo a la mano y viajo frecuentemente con la traducción y estudio de Ángel Crespo, colmada de subrayados. La otra rescatada íntegramente hasta 1982 la forman numerosos fragmentos de autorretrato que transita por aforismo, prosas poéticas y meditaciones”.

¿Cómo concibe el autorretrato en la literatura?, apropósito de que en el ensayo “Cálamo y memoria” cabe la autobiografía, el relato y la anécdota sobre autores con los que tuvo o tiene amistad.

“Yo tengo la siguiente idea, y eso es producto de una reflexión con Mutis o una reflexión conjunta hecha con Mutis: en primer lugar -esto es válido tanto para la poesía como para la narrativa-, creo que hay la posibilidad de hacer -porque eso era lo que intentaba Álvaro- la creación de un mundo nuevo. Me parece que es un enorme reto donde tú generas los elementos para hacer realmente todo un nudo de relaciones y de personajes con su propia personalidad; de la misma manera que en poesía -guardando las enormes instancias- había hecho precisamente Pessoa, al hacer en cada uno de los mismos heterónimos un poeta diferente, diverso, con su propia biografía, con su propia entonación, con su propia personalidad poética algo extraordinario maravilloso y que solamente un genio como él lo pudo haber logrado, porque estamos en presencia de autores que inclusive se cartean y a veces se autocorrigen. Esa enorme posibilidad de generar un mundo como me lo decía Mutis de esta manera, en el caso de la narrativa, me decía: ‘Hay que llegar al punto que cuando te sientes frente a tu personaje puedas hablar, puedas dialogar con él, puedas establecer con él una comunicación’. Sin duda, esto era algo que en la poesía había hecho también Pessoa.

“Sin embargo, en ese tipo de creación literaria, ya sea en el ámbito de la poesía o de la narrativa, yo creo que no dejamos de establecer conexión con nuestro mundo presente y real; es decir, la pequeña anécdota que no puedes dejar de incluir porque la consideras poderosa, importante, y la incorporas, estás metiendo algo de alguna suerte al menos del mundo real vivido, aunque lo metamorfosees, o incluso cuestiones personales donde también hagas eso, cosa que hacía Gabo, a veces Gabriel -sobre todo en algunas cuestiones de pareja- me llegó a confesar que reflejaba situaciones personalísimas de su vida conyugal, el asunto del jabón seco en el lavabo o el jabón mojado, las reacciones de la vida cotidiana como dejar por ahí las toallas, etcétera. Las pequeñas cosas que se filtran es algo que puede entrar en ese mundo especial creado a la manera, decía Mutis, de sentarte a hablar con tu personaje, tener como interlocutor a tus personajes,  pero también no puedes dejar de tener -y a él le sucedía-, elementos de tu propia vida.

“Hay otros que no pueden generar una creación si no es con un contacto muy íntimo y muy directo con su narrativa con la vida real, con el presente. Eso lo dividiría a la vez en dos: quien toma de la historia o de la vida presente, de la crónica, como puede ser desde las novelas históricas, o bien, por ejemplo, la narconovela que está tomando de los hechos, de la crónica, del presente, de situaciones escalofriantes y difíciles del momento; hasta quien -ésta es otra vertiente- hace la autoficción; es decir, cuando de alguna suerte te incorporas tú de manera muy consciente y muy clara.

“Dante Alighieri hundió en el infierno a todos sus enemigos políticos sin excepción; por el otro lado, Ezra Pound, que después de sus simpatías por el nacismo y antisemitismo termina recluido por su propio gobierno en un hospital psiquiátrico por unos años, entonces, no hay duda de que siento muy importante tener presente la realidad que vivimos. En síntesis, todo lo autorreferencial, entre más autorreferencial tiene más riesgos diversos, desde los que están relacionados con la gente que utilizamos como personajes que a veces son hasta los propios familiares, o bien las situaciones sociales que hacen parteaguas entre pues quienes piensan de una forma”.

 

 “BAJA CALIFORNIA ESTÁ TATUADA EN MÍ”

Jorge Ruiz Dueñas es originario Jalisco (Guadalajara, 27 de abril de 1946), aunque ha vivido su infancia y adolescencia en Ensenada, Tijuana, San Diego y recorrido la Península de Baja California, además de residir en Ciudad de México, donde estudia Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México.

A propósito de su novela “El reino de las islas” que tiene como escenario Santa Rosalía, Mulegé y Guerrero Negro, Baja California Sur, además de que en su obra poética abunda el desierto y el mar de la Península, ¿qué tanto ha influido Baja California en su obra literaria?

Foto: Jorge Dueñes

“De manera absoluta. Yo me atrevo a decir que aún en los fragmentos de mi literatura, sea en poesía o en narrativa, nunca deja de estar presente Baja California; a veces yo mismo no me doy cuenta. A veces hago un poema y me percato de que en el fondo está una vieja pequeña historia. El ulular de los buques como animales heridos es algo que no puedo eliminar de mis recuerdos y vivencias cuando vivía en Ensenada y en la madrugada escuchaba, me impresionaba tanto y me selló tanto que difícilmente puedo negar que siempre está presente la Península, sus mitos, incluso cuestiones muy muy personales”, reconoció.

Asimismo, el autor de “Tiempo de ballenas” (UAM, 1989) valoró: “Yo creo que el conocimiento que tuve de mi padre lo tuve precisamente en la Península. Mi padre que había sido un gran cazador me empezó a llevar con un rifle .22 a las partes más altas de la colonia Libertad para ver si había por ahí algunas liebres y conejitos. Después empezó el asunto de llevarme a pescar o de cacería, a través de los años, y eso me permitió recorrer la península a pie: San Pedro Mártir, la Sierra de Juárez, todo lo que en aquel tiempo se tenía que recorrer en brecha, pues lo llegué a hacer, siempre con la excusa supuesta de la cacería, de ir hacia el berrendo, de ir rumbo al volcán de Las Tres Vírgenes, etcétera, pero eso me propició una cercanía con el padre muy especial que nunca había tenido. Entonces, esa relación padre e hijo en un medio árido hostil, a veces comiendo carne asada después de recoger algo de encino para hacer el guisado, o bien andar sacando almejas en San Antonio del Mar, todo eso me propició un entrañable acercamiento con mi padre que no había tenido anteriormente, ésa es una razón; pero en el fondo pues sí subyace el paisaje, los mitos, las ciudades, todo, desde Tijuana hasta Cabo, porque para mí la península es una unidad biopsicosocial. Si vemos su historia, si vemos su entramado inclusive biológico, es una sola, independientemente de las divisiones de carácter geográfico político. Así que sí es total”.

Finalmente, advirtió: “Baja California está incorporada, tatuada en mí aunque no haya yo nacido en la península. Yo soy un poeta del mar y del desierto, ésa siempre ha sido mi característica a veces involuntaria”.

LOS LIBROS QUE VIENEN

Hacia el final de la entrevista para ZETA, Jorge Ruiz Dueñas, académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua, adelantó que trabaja en dos proyectos de libros.

Para empezar, refirió que trabaja en un libro titulado “Epitafios”: “Tengo desde hace años detenido un libro al que se le agregan pequeñas cuestiones o revisiones que es ‘Epitafios’. Yo digo que será mi último libro de poemas. Probablemente me suceda como a Lêdo Ivo, que hizo sus ‘Obras completas’ y después resultó que hizo tres libros más, pero digamos que mi intención sería cerrar allí. En principio, pienso que la publicación de ‘Epitafios’ sea probablemente este año, probablemente a principios del siguiente. Cierra mi ciclo poético, en términos generales”.

Y sobre su poesía reunida, previó: “Mi intención es, para fines de 2025 o principios de 2026, sacar nuevamente lo que fue ‘Carta de rumbos’. ‘Carta de rumbos’ fue mi poesía reunida de 1968 a 1998, 30 años, que me publicó la Universidad Nacional; de hecho, con eso se abrió una serie que se llamaba ‘Presente perpetuo’, en honor a Octavio Paz. Mi intención será hacer la ‘Nueva carta de rumbos’, reunir tanto ese volumen como los siete libros posteriores, y hacerlo ‘Nueva carta de rumbos. 1968- 2024 o 2025’. Estoy trabajando en ello”.

Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
- Publicidad -spot_img

Puede interesarte

-Publicidad -

Notas recientes

-Publicidad -

Destacadas