Se les puede observar a las orillas de las carreteras, en puentes, cerca de corporaciones policiales, a las entradas o salidas de los pueblos. Pero no se les detecta cuando se trata de comerciantes, empleados, clientes de negocios o de agentes policiales presuntamente realizando su función de “servir y proteger”. Son los llamados halcones, quienes, mezclados en la sociedad, reportan la presencia de autoridades al crimen organizado, para alertarlos en sus actividades de narcotráfico, robo de combustibles, secuestros y robo de vehículos, entre otras.
Lo mismo pueden ser niñas, niños o adolescentes, que jóvenes adictos reclutados en centros de rehabilitación, personas migrantes o desaparecidos forzados a trabajar para los criminales. Les pagan de mil a 2 mil pesos a la semana. Mientras mayor preparación tengan, los sueldos son de 4 mil a 7 mil pesos. Si son comandantes de algún cuerpo de seguridad pública, alcanzan los 20 mil pesos mensuales, y para sus elementos corrompidos o amenazados, la quincena es de entre 3 mil y 4 mil pesos. Es la nómina etiquetada para los halcones, variando el tabulador según el grupo delincuencial del que se trate.
El halconeo se traduce en una de las actividades básicas de la estructura criminal y existen avances por parte de la delincuencia que emplea tecnología en infraestructura más compleja como los centros de monitoreo de sistemas videovigilancia, detectados en 2015 en varios municipios de Tamaulipas; los cuatro instalados para el espionaje con cámaras en postes y casas de Tecate, Ensenada y Tijuana, entre 2022 y 2023; o los que operaron en los últimos años en Teocaltiche y otros municipios de la región Altos Norte de Jalisco, donde existe una guerra entre los cárteles de Sinaloa (CDS) y Jalisco Nueva Generación (CJNG).
El académico e investigador jalisciense Carlos Mercado Casillas recuerda que información de organizaciones civiles como Redim, estima que en México más de 35 mil niños y adolescentes han sido reclutados de manera forzada por el crimen organizado para trabajar, entre otras cosas, como halcones.
“Si vas por las carreteras de México, vas a encontrar hacia la Región del Pacífico los puentes que unen zonas habitacionales y verás un joven en una moto con un radio o un teléfono en una mano, de manera constante, reportando quiénes pasan por el lugar y hacia dónde se dirigen”, dijo Mercado.
El también profesor investigador de la Universidad de Guadalajara, Francisco Jiménez Reynoso, señala que esta actividad que permea en todo el país “es un engranaje más de la gran maquinaria de la delincuencia organizada, es cierto, puede ser de los más pequeños, pero muy importante; hay halcones que se dedican de tiempo completo, si les podemos llamar así, a llevar a cabo sus encargos o sus actividades, sus labores.
“Los puedes ver sentados, desde en una banqueta, en una avenida, arriba de un árbol, sobre un puente, en un cerro, sentado en una piedra y sin hacer otra cosa más que eso; los verás con un teléfono o radio en la mano. Esa es su herramienta de trabajo para estar informando a sus jefes quién va a pasar”, expresó.
“En una ocasión llegué a parchar una llanta de mi camioneta a una llantera a la orilla de una carretera de Jalisco, y mientras me reparaban el daño, uno de los llanteros, a través de un radio, comunicó a alguien: ‘Acaban de pasar cuatro camionetas de la Guardia Nacional ahorita’. Imagínate, las autoridades no saben ni por dónde están los halcones. Obvio en otros casos sí lo saben, esos vigilantes del crimen están ahí permanentemente, trabajando o realizando actividades cotidianas o formales, pero halconeando. O sea, no necesitan estar en la calle sin hacer nada, sino que es un dinero extra, pues. Negocio redondo”, ejemplificó el entrevistado.
NIÑOS KLEENEX
Carlos Mercado Casillas advierte que el reclutamiento de halcones a través de niños, niñas, y menores de edad, es con el propósito de que se conviertan eventualmente en individuos que crezcan dentro de la organización delincuencial. “Lamentablemente los estudios empíricos nos muestran que estas personas no viven más de cinco años. Se convierten en lo que yo llamo los desechables, los kleenex, niños y niñas kleenex, porque, al rato, como saben mucho, no les conviene a los delincuentes que esas personas sigan en esa organización.
“También estos menores son más fáciles de detectar por la autoridad. Son detenidos, y con la política criminal que existe en materia de adolescentes, estas personas no van a durar más de cinco años privados de la libertad, en caso de que sean encontradas responsables. De manera que es todavía más, un cálculo bastante terrible que están haciendo las organizaciones criminales, pues saben que les sale más barato ese tipo de personas que les va a proporcionar información, controlar territorios y a final de cuentas no van a perder mucho en su organización”, destacó el investigador.
Mercado, quien se ha desempeñado en el Poder Judicial Federal, en organismos de Derechos Humanos y fue comisario de la Policía de Guadalajara entre 2012 y 2014, confirma que entre los halcones hay menores desaparecidos: “La evidencia que existe es que hay ciertos temas que comprueban esto, yo recuerdo, el año pasado, tres jóvenes, uno menor de edad y dos mayores de 18 años, a los que les llegó una convocatoria a través de las redes sociales para trabajar en Puerto Vallarta, una actividad muy interesante, además en la Costa, con circunstancias económicas muy favorables. La realidad es que cuando llegan, los subieron a un vehículo y se los llevaron. Aparecieron después en la sierra de Zacatecas, en un lugar que fungía como campamento de entrenamiento, los tienen encerrados los primeros días, les dan muy bien de comer; es decir, hay un proceso de adoctrinamiento para que entiendan que lo que están haciendo ahí no es en contra de ellos, sino un trabajo en el que les va a ir bien. Lamentablemente para los delincuentes, son localizados por la Policía Estatal de Zacatecas y logran desmantelar el campamento, recuperando a los jóvenes privados de su libertad ilegalmente”, relató Brayan Antonio, el niño al que se refiere Mercado Casillas, tenía sólo 13 años.
TRAICIÓN ADENTRO
Las historias que narran los jóvenes detenidos por ejecutar el inexistente verbo halconear son prácticamente una calca, como el testimonio de Javier, de 17 años, invitado a enrolarse en el crimen organizado por un primo: “El jefe de halcones, El Pelón, me dijo que tenía que vigilar los movimientos de las diferentes corporaciones policiacas, las patrullas y camionetas con antenas o vidrios polarizados. También tenía que vigilar donde me colocaran, a fin de reportar los movimientos de verdes; es decir el Ejército, federales o ministeriales que pasaran por el lugar”.
Al respecto, el investigador asegura: “Lo más lamentable es que en algunos casos se ha detectado presencia de autoridades haciendo esta función de halconeo. Eso es lo más triste y lo más preocupante, porque ya escaló a las instituciones, que de por sí ya las teníamos, en algunos casos, permeadas con la delincuencia, a partir de complicidades, y ahora no sólo eso, sino que les ayudan a mantener la vigilancia informal e ilegal en el territorio”.
En efecto, no sólo civiles se convierten en soplones de la delincuencia. El caso de Edgar es uno de ellos. Ingresó a la organización delictiva La Línea aprovechando su puesto como elemento activo de la Policía Ministerial de la Policía Ministerial de la Subprocuraduría Zona Norte en Ciudad Juárez, Chihuahua. Su función como halcón consistía en patrullar, ubicar vehículos y personas sospechosas de los grupos rivales. Lo hacía junto con otro compañero investigador, quien fue asesinado tiempo antes de que a él lo detuvieran, recibiendo dinero a cambio. Como agente gubernamental revisaba documentos oficiales al parar automotores y personas, dando aviso vía radio a otros individuos.
“Un grupo de policías de distintos municipios del Estado de Hidalgo también se vieron involucrados en años anteriores con el grupo criminal Los Zetas, que los reclutó forzadamente como vigilantes de la maña. Los uniformados recibían radio o teléfono móvil para cumplir con su encomienda. Uno de ellos narró que su comandante lo involucró. Tenía que pasar tres mensajes por día a cambio de una promesa de pago de 3 mil pesos quincenales. Otro compañero administrativo le acabó por convencer: ‘Ya te expliqué las cosas por las buenas, tómalo como un apoyo, sabes que el sueldo no alcanza para nada. No te preocupes yo te voy a dar un teléfono para que te comuniques’. Esta condición está generalizada en todo el país, no es exclusiva de cierto grupo u organización, sino que la llevan todas las organizaciones. Al menos es lo que se ha detectado en los estudios que existen a nivel empírico.
“Efectivamente, ¿para qué les sirve a estos grupos? Primero que nada, para mantener un alertamiento sobre la presencia de la autoridad en ciertos territorios, llámese Ejército, Marina o policías estatales. Las municipales no tanto porque existe un control tácito, ‘no veo, no oigo’ en algunos casos, y en otro, están bajo la amenaza permanente de esos grupos de la delincuencia organizada”, asegura Mercado Casillas.
SANCIONAR
El entrevistado detalló que muy pocas legislaturas estatales y a nivel federal se han preocupado por el tema, “hasta donde recuerdo, no estaba tipificada esa conducta, el llamado coloquialmente halconeo; claro, hay que tomar en cuenta que esta conducta es una conducta pasiva, realmente el individuo no participa en un delito abiertamente, sino que colabora o contribuye para la comisión de otro tipo de delitos con la información que provee a través de los medios de comunicación que utiliza”.
Carlos Mercado puntualizó:
“En principio no se puede prevenir lo que no es una conducta contraria a la Ley, entonces, ¿cómo podemos prevenir algo que no existe reconocido en la norma jurídica como un delito? Pues no. Para empezar, la autoridad no va a generar recursos presupuestarios para prevenir algo que no reconoce como conducta ilícita. Eso, por un lado. Por otro lado, dentro de la política criminal de un Estado, si no concibes una conducta como un ilícito simplemente no le das importancia, lo normalizas o lo dejas de ver. Eso es lo que ha pasado, creo yo, con el tema del halconeo, y bueno, no sólo del halconeo, también del reclutamiento”.
Por su parte, el académico Francisco Jiménez Reynoso estima factible sancionar a los improvisados espías, pues “leyes, hay, tenemos códigos penales y leyes para combatir a la delincuencia organizada, las funciones que debe desempeñar la Guardia Nacional; lo que hay es impunidad”, subrayó, para continuar:
“Ese es el gran problema, hay impunidad. La falta de aplicación de la Ley. Hace falta que la Guardia Nacional aplique al cien por ciento sus funciones de inteligencia, de contrainteligencia, para saber qué es lo que estaba haciendo doña Juanita, que estaba en la cenaduría y va, corre al celular cada vez que pasa una camioneta que llama la atención o alguna autoridad. La Guardia Nacional, incluso dentro de sus facultades, que son más de 40, por cierto, una de ellas es el espionaje, tiene todo el poder y no hay nada que pudiera detener a la Guardia Nacional para hacer investigaciones de fondo, aplicar inteligencia, contrainteligencia. Éstos son, en mi opinión, actos de delincuencia organizada. Forman parte de este engranaje que está sirviendo a la delincuencia organizada y están cometiendo un delito grave que tendría que ser sancionado”.
De acuerdo con el experto, delincuencia organizada es el tipo penal que encuadra: “Ya con la simple pertenencia al grupo criminal y con las sábanas de comunicaciones que puede servir de evidencia para detenerlos, procesarlos y juzgarlos, lo que falta es la aplicación de la Ley, investigación, inteligencia de las autoridades, que deambulan más por las calles, que se pasean más que actuar con objetivos específicos y con actividades concretas.
“El gran problema que tenemos en el país, y que por eso se sigue multiplicando, es la impunidad, cualquiera puede ganarse unos pesos más con actividades ilícitas, sirviendo a la delincuencia organizada, porque no va a pasar nada”, concluyó.