“Los náufragos no eligen el puerto…”.
-Jacinto Benavente, dramaturgo español.
James Carville, estratega de la campaña de Bill Clinton en 1992, resumió la idea que cambió el destino de dicha contienda e hizo que el más popular George Bush, perdiera su reelección: “¡Es la economía, estúpido!”.
El “estúpido” eran todos y nadie. Fue una invitación a reflexionar sobre lo común para todos los votantes: sus finanzas, presentes y futuras. Algo similar ocurrió con el reciente triunfo de Morena. El mensaje del electorado fue económico sin duda. La inmensa mayoría fue a votar para refrendar su apoyo a lo que consideran como un elemento de mejor calidad de vida: dinero en el bolsillo; palpable por el incremento al salario mínimo y los apoyos sociales. Los suyos, su familia, sus cercanos, tienen algo que antes no tenían y lo relacionan con alguien con quien se identifican: el Presidente.
La oposición política no alcanzó a distinguir lo que fue el sentido común en el México del 2024. Ni la violencia, ni los miles de muertos, ni los desaparecidos, ni la falta de medicinas, ni la corrupción, ni el despilfarro y desvío de recursos públicos, mucho menos la defensa del INAI, la Corte, del Juicio de Amparo o de la Constitución, movieron las conciencias de los mexicanos para buscar un cambio de rumbo. El sentido común se volvió inmediato, corto, personalísimo, tenía que sentirse, vivirse directamente. Morena lo entendió y como nunca lo expresaron millones al momento de emitir su voto.
¿Se equivocan las mayorías? Sí, con frecuencia; ahí está la historia de Latinoamérica, por la vía democrática y con el respaldo popular han llegado ineptos, corruptos y asesinos a gobiernos. ¿Es la vía apuntarles culpa a los electores? Creo que no. De hecho, ese error de discurso y forma de pensamiento fue el mejor aliado de un Mandatario que basó su éxito en fomentar el constante encono entre mexicanos y al final la retórica clasista de chairos e ignorantes, terminó empoderando la opción populista.
La contrariedad democrática es que después del 2 de junio, nuestro México sigue teniendo los mismos problemas, pero nulos contrapesos. Y ahí el desafío: ¿Cómo apuntalar otras voces, otras visiones, desde la actual desesperanza? Porque en este momento nadie puede sostener que los partidos políticos de oposición serán dichos diques, por lo menos no en nuestra Baja California. Y hoy eso representa la peor condena para un PAN que la gobernó durante 30 años: ser irrelevante para la ciudadanía, incluso para aquella con alto sentido crítico, de compromiso y amor por un México que creen que puede ser mejor, distinto.
En nuestra entidad, Acción Nacional recibió lo que se recibe después de cuatro elecciones de hacer lo mismo, bajo la guía de los mismos: nada. Desde el 2018 el PAN no ha ganado un sólo distrito electoral en el Estado. Este 2024, teniendo claro que el último bastión de competencia era Mexicali, la cúpula panista impulsó en sus distritos locales la reelección de diputados que habían obtenido su curul perdiendo y quienes ante una nueva oportunidad, volvieron a perder, pero reaparecerán por segunda vez como plurinominales, siguiendo la nueva fórmula de “triunfo” de los jefes de grupo y padroneros: ganar perdiendo.
Si la dirigencia del PAN hubiera enfocado sus esfuerzos en ganar un sólo distrito de Mexicali, uno sólo, sus resultados hubieran sido los más exitosos de los últimos ocho años. Así de pequeñísimo era el reto y así fracasó. Esa misma dirigencia estatal (con un gasto corriente como si fuera gobierno), fue incapaz de corregir y reorientar el tono, contenido y mensaje de campañas municipales banales en todo el Estado, carentes todas de seguimiento e instrucción política panista; llegando inclusive al cínico extremo de no postular candidata en Playas de Rosarito. Desastre partidista que se anticipaba desde inicios de sexenio, cuando sus representantes decidieron mandarle guiños al Ejecutivo, renunciando a la única condición para hacerlo verdaderamente competitivo en la pasada elección: ser oposición.
Así se fraguó la traición de la casta burocrática que se adueñó del otrora vehículo de ciudadanía: lograr la irrelevancia del Partido Acción Nacional como equilibrio al poder; el desinterés, decepción de los bajacalifornianos que aún lo esperaban, y la triste pasmosidad de su militancia, que todo permite y nada exige. La gobernadora Marina del Pilar está de plácemes, tiene al PAN donde quería, sus amigos le han cumplido. En adelante, la disidencia política existirá gracias a la individualidad de mujeres y hombres valientes que levanten la voz por esta tierra. ¡Que sean muchos más!
Héctor R. Ibarra Calvo es mexicalense, abogado postulante y catedrático de Amparo en Cetys Universidad. Regidor en el XXII y XXIII Ayuntamiento de Mexicali.
Correo: hectoribarra@idlegal.com.mx Twitter: @ibarracalvo