El promotor cultural tijuanense debuta como escritor con la novela biográfica “Y muy tarde comprendí”, publicada este año
Con un memorable fresco de la vida fronteriza, Pedro Ochoa Palacio recrea Tijuana y San Diego de las décadas de los 60 y 70 en su primer libro titulado “Y muy tarde comprendí”, recién editado este año por Ediciones Alternas que dirige Gilberto Licona.
Cuando se le pregunta si “Y muy tarde comprendí” es como un homenaje a su hermano José Arturo, asesinado en Tijuana el 17 de abril de 1996, Ochoa no lo duda: “Sí, también, claro, eso pretendo hacer porque fue muy doloroso eso que le ocurrió. Y fíjate, sus hijas saben tan poco de él, lo que han escuchado, y esto es un poco para ellas también. Estaban bebitas cuando lo mataron”, señala Pedro Ochoa en entrevista para ZETA, previo a la presentación de su libro en Ciudad de México el próximo 11 de julio, en la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles, con la participación de Juan Villoro, Guadalupe Loaeza, Gerardo Estrada y David Rodríguez de la Peña; además de la asistencia de la maestra Ruth Vargas Leyva.
Aunque la muerte de Olga Palacio, su madre, sucedida el 11 de febrero de 2021 tras padecer COVID-19, fue determinante para escribir “Y muy tarde comprendí”, reconoció que ya tenía algunos apuntes:
“Había tenido la idea de describir el libro, pero no había encontrado ni el tono, ni la forma que le quería dar, sobre todo cosas que le ha tocado vivir a uno como actor, como testigo o como testigo colateral. Sí tenía apuntes muy antiguos que iba guardando, pero que se referían más a la parte de experiencia laboral. La parte de la infancia y de la juventud que exploré mucho en el libro eran nada más esbozos: estudié en tal parte y en tal parte, pero ahora quise que cada anécdota tuviera un poco más de vida. Bueno, eso pretendo, no sé si lo logro”, cuenta el autor sobre “Y muy tarde comprendí”, cuya obra subtitula como “Novelografía”.
LA CIUDAD DESDE LA AUTOBIOGRAFÍA
En “Y muy tarde comprendí”, Pedro Ochoa Palacio (Tijuana, 1958) narra en primera persona su vida personal y familiar, pero mientras transcurre la autobiografía, va informando sobre el Centro de Tijuana de las décadas de los 60 y 70, y poco a poco van apareciendo escenarios de esa época.
— ¿Tu libro implicó investigación para recrear con exactitud escenarios y acontecimientos de Tijuana de los 60 y 70?
“Toda la parte familiar implicó mucha conversación con mis hermanos, primos míos. Por ejemplo, la infancia de mi padre me implicó mucha investigación, mucha conversación con familiares, tomar notas con ellos. Básicamente por eso invito a Élmer Mendoza, para que vea el texto por la parte de Sinaloa, me interesaba mucho que eso quedara bien”.
— Tu padre, del mismo nombre, se establece originalmente en Tecate…
“Llega a Mexicali buscando a su hermano que ya tenía trabajo y le dice: ‘Pues ya no hay aquí empleo, busca. Se acaba de inaugurar tal mueblería, La Moderna, en Tecate, vete para allá’. Y ahí encuentra chamba”.
— Aunque es una novela, ¿los datos históricos y lugares fueron cotejados, o ya los sabías?
“Siempre estás confirmando fechas, periodos históricos. La parte de Obregón, por ejemplo, la relación con Serrano, todo eso sí implicó estudiar un poco más”.
— Olguita, tu mamá, ¿sabía que estabas escribiendo un libro sobre la familia?
“Yo creo que nunca lo supo”.
— ¿Por qué no se lo dijiste?
“La entrevisté mucho y la grabé. Tal vez intuía. Le decía: ‘A ver, mamá, cuéntame tal cosa’. Pero ella nunca pensaba que eso se podía convertir en un libro ni que fuera a ser publicado. Quién sabe qué pensaría”.
— ¿Cómo reconstruiste la construcción y apertura de la Plaza Monumental de Playas de Tijuana el 26 de junio de 1960? Tú tenías 2 años…
“Para eso platiqué mucho con ‘Giraldés’, lo entrevisté y de hecho él lee ese capítulo primero”.
— ¿Volviste a recorrer los lugares donde estaban algunos establecimientos del Centro de Tijuana de los 60 y 70?, como el Cine Variedades, la tienda departamental Dorian’s, las librerías Excélsior y El Día…
“Un poco sí, un poco con mis hermanos otra vez, repetir eso, y bueno, luego entran las correcciones: que si esto estaba aquí, pero es como lo recuerdo. O sea, traté de ser fiel a la memoria. Donde podíamos caminar nada más era el Centro de chavo. Mi papá nos llevaba en la mañana a la Prepa Lázaro Cárdenas; de regreso ya nos veníamos en los taxis Rojo y Negro. Caminábamos mucho por la calle Segunda, por la Tercera. De hecho, la Escuela Abraham Castellanos todavía existe, está en Calle Quinta y la Martínez, fue fundada por un personaje que era verdaderamente extraordinario, doña Marina Bolaños Cacho, ella fue la primera regidora suplente mujer en el país, era un personaje. Y mi mamá, con esa habilidad que tenía para hacerse amiga, pues se hace amiga de ella”.
— Todas las personas que mencionas en tu libro, además de tus familiares, familias tijuanenses de raigambre de esa época, los vecinos, ¿son reales?
“Casi todos los personajes son reales, y algunos son la suma de varios. Todos los que menciono ahí ya murieron: los Valverde, todos se murieron; nuestros tíos también”.
— ¿Cuál fue el reto literario al contar la historia de la familia, y al mismo tiempo de la ciudad y la época?
“Aquí el reto fue el lenguaje, que trata de ir cambiando de la etapa infantil a la etapa de adolescente. La etapa infantil es gozosa, es divertimento, es un lenguaje todavía ingenuo; y en la otra parte, más adelante, empiezan los sufrimientos, el enfrentamiento a la vida de otra manera”.
ENTRE JOSÉ EMILIO PACHECO Y FEDERICO CAMPBELL
Leer “Y muy tarde comprendí” es de repente remitirse a “Las batallas en el desierto” de José Emilio Pacheco, por aquello del enamoramiento del alumno de su maestra, o de “Tijuanenses”, por las peripecias juveniles en Tijuana del protagonista y sus amigos.
— ¿Qué tanto han influido autores como José Emilio Pacheco o Federico Campbell al escribir esta novela?
“Muchísimo. Obviamente estamos hablando de escritores de otra talla. Si eso se puede contar, es lo que yo entendía en ‘Las batallas en el desierto’; si esas pequeñas historias se pueden contar, pues yo también puedo contar las mías.
“Y Federico lo que hace es relacionar esos personajes con la ciudad constantemente y son entrañables. Eso traté de reflejarlo ahí. Y en la última parte es buscar buscar esa influencia de José Agustín también, claro”.
LEYENDO A RIUS
Cuáles libros o qué autores leen los jóvenes entre la secundaria y la preparatoria, también es el reflejo de una época.
Ochoa cuenta a este Semanario que en la década de los 70 leía a Rius, cuya obra catorcenal podía conseguirse principalmente en los puestos de periódicos del Centro de Tijuana.
— ¿Qué tan importante es para ti esa época de los 70 cuando descubres a Rius?
“Decía Monsiváis: ‘En México hay tres Secretarías de Educación: la Secretaría de Educación propiamente, Televisa y Rius’. Yo me fui por el camino de Rius y me sirvió muchísimo. Tuve una buena colección de ‘Los agachados’. A mí me lo llevó un amigo que se llamaba Víctor, me dice: ‘Tienes que leer otras cosas’, porque yo estaba muy obsesionado con los temas darwinianos. Mi primer libro que compré fue ‘La evolución de las especies’, me tenía verdaderamente impresionado, era un chavito de secundaria. Entonces me dijo Víctor: ‘Tienes que leer a Rius. Yo te voy a traer algunos ejemplares, sale cada dos viernes’. Era catorcenal, de ligera lectura, los dibujos, la manera en que se presentaba”.
Cuando ingresa a la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas, Pedro Ochoa ya había leído a Rius, quien era muy popular, pero, sobre todo, lo acercaba a temas de interés nacional e internacional o del pensamiento universal:
“De hecho, más adelante cuando conocí a Mario Ortiz Villacorta y nos puso a leer, le dije: ‘Oiga, maestro, este tema lo leí en Rius’. Me decía: ‘No pues qué cómodo leer a Rius, ponte a leer los libros en serio’, decía Villacorta. Pero a mí Rius me sirvió mucho, me hice coleccionista de timbres por Rius. Las primeras recomendaciones de la música clásica, las recomendaciones del jazz, era una manera accesible a muchos temas. Luego, en la Prepa compré los libros de Rius: ‘Marx para principiantes’, ‘Cuba para principiantes’. Yo creo que Rius fue un acercamiento a los grandes temas nacionales”.
UNA ÉPOCA
Aún con cierta nostalgia, pero también con la alegría y satisfacción de haberla vivido, Pedro Ochoa recuerda la vida fronteriza entre Tijuana y San Diego.
— La Tijuana de los 60 y 70 de tu libro no se explica sin San Diego…
“Era como un solo escenario. Mi papá nos llevaba cada fin de semana al Zoológico de San Diego, le encantaba. Hasta que tiene ese hecho de que aparentemente le pica una culebra en la sección de reptiles, él se asusta, entonces ya dejó de ir un poco. Pero era la vida cotidiana, de aquí para allá, familiares de allá que venían a nuestras fiestas o nosotros íbamos a Los Ángeles, era la vida fronteriza habitual”.
— ¿Qué fue lo más difícil al hacer esta recreación no sólo de los escenarios, también de la época y no únicamente de lo familiar, sino de los personajes de la ciudad?
“Bueno, lo que la memoria no alcanzaba, se resolvía con la imaginación. ¿Cómo trataba yo de recordarlo? Decía yo: ‘Bueno, pues si esto no estaba aquí, pues me imagino que estaba aquí, pienso que estaba aquí’”.
— ¿Cómo describirías esa época de los 60 y los 70 en Tijuana, que no a todos los tijuanenses les tocó vivir?
“Y muy tarde comprendí que en mi ciudad se respiró la tranquilidad. Tijuana era una ciudad muy vivible, completamente disfrutable; se podía ir a Ensenada a comer, regresar, comer a medio camino, cruzar la frontera. El tiempo era uno, se hacían muchas cosas durante un día. Era una ciudad en constante expansión, también la recuerdo así. De hecho, las obras de la canalización del Río vienen a ser una respuesta a esa expansión constante con Echeverría en los 70; entonces, vienen aparejados toda la masificación de la ciudad, todo eso se va haciendo la vida más compleja”.
LA HISTORIA CONTINUARÁ
“Y muy tarde comprendí” ha tenido una gran recepción de los lectores que han revivido el ajetreo fronterizo de las décadas de los 60 y 70, prueba de ello, las concurridas presentaciones editoriales tanto en Baja California como al “otro lado”, en ciudades como San Diego, Tijuana, Ensenada y Mexicali.
“Mi hermano José Arturo es mi ídolo, mi líder en toda la primera parte”, reconoce Pedro Ochoa, quien advierte, ya escribe la segunda parte, misma que abarcará las décadas de los 80 y 90 en Tijuana:
“Sí, ya empecé a escribir la siguiente parte que empieza con el temblor del 85, estaba yo en Ciudad de México y me salvó de milagro, bueno, es un decir, pero yo tenía un desayuno en el Hotel Regis ese día y no llegué porque me levantaba yo a leer, me levanté a las siete a seguir leyendo ‘El amor en los tiempos del cólera’, recién publicado y en eso empezó a temblar”.
Finalmente, adelanta un poco sobre la segunda parte de “Y muy tarde comprendí”:
“Ya estoy trabajando, ya estoy escribiendo, ya tengo la estructura, de hecho. Va del 85 en adelante, viene la muerte de Arturo, viene lo de Colosio, viene lo de la ‘caída del sistema’ que me toca a mí cubrir”.
— ¿Te has preguntado por qué no escribiste o publicaste antes?
“Sí, claro, me han preguntado por qué no lo hice antes. Pues también tiene que ver con un tema de madurez personal y con un tema del tiempo. Es súper celosa la escritura. Bueno, yo no me pude organizar, y ahora pues que soy un jubilado, desempleado, pues tengo el tiempo de escribir”.