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sábado, noviembre 16, 2024

Narcotráfico, un análisis (Segunda parte)

“Los políticos y los pañales deben ser cambiados con

frecuencia… ambos por la misma razón”. -B. Shaw.

 

Además de los factores ya citados, la grave crisis económica que afectó a nuestro país a finales de los años setentas y principios de los ochentas recalcó más la pobreza y la desigualdad entre los mexicanos, creando un terreno fértil para el reclutamiento, primeramente de adultos y después de personas muy jóvenes, a las filas del narcotráfico.

Hacia el año de 1980, el cártel de Guadalajara sobresale por ser uno de los grupos delincuenciales más emblemáticos del país. Fue fundado por Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo. Este grupo delincuencial llegó a consolidarse como una de las organizaciones de narcotraficantes de México más importantes. Sus métodos eran fáciles y utilizaban una red sofisticada de corrupción entre los grupos policiacos, en aquel entonces la Policía Federal de Seguridad, la Policía Federal de Caminos, las diversas policías municipales de los municipios de los diferentes estados en donde tenían clara influencia. Así es que esta organización criminal controlaba la producción y tráfico de marihuana y de cocaína hacia los Estados Unidos de América.

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Su mote era “El Padrino”, su nombre es Félix Gallardo, y este personaje representó un papel verdaderamente importante en la organización y en la expansión del cártel. Claramente podemos afirmar que bajo su liderazgo se establecieron alianzas importantísimas, fundamentalmente con los cárteles colombianos, de tal suerte que logró consolidar las diferentes rutas de narcotráfico por el que la droga debería de pasar hasta llegar al vecino país del norte.

Sin embargo, un acontecimiento inesperado cambiaría la suerte de los principales actores, ya que la captura y el posterior homicidio del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena, ocurrido en 1985, y que se atribuyó directamente al cártel, ocasionó que las autoridades estadounidenses pusieran en la mira al cártel de Guadalajara. Y así se inició un punto de inflexión en contra del narcotráfico.

Cabe destacar que otras organizaciones menores comenzaron a ganar terreno durante los años ochenta y todo empezó a raíz de la fragmentación del cártel de Guadalajara tras la captura de sus principales líderes; esto dio lugar a la formación y consolidación de nuevos grupos delincuenciales, como lo fue a raíz del año de 1989 con el cártel de Sinaloa y el cártel de Tijuana.

Con la formación de estos grupos y las disputas por las plazas y las rutas del narcotráfico, se contribuyó a una mayor competencia entre estas organizaciones delincuenciales, pero también a un incremento sensible y peligroso entre las mismas.

Las disputas de las rutas del narcotráfico, vinculadas al predominio de las plazas, ocasionaron que México pidiera el auxilio de los Estados Unidos a fin de lanzar diversas operaciones antinarcóticos. Así, el Plan Cóndor, implementado en la época de los setenta y que continuó durante los años ochenta con gran intensidad y que consistió en una serie de operaciones y esfuerzos militares y policiacos para erradicar los cultivos de droga, y desmantelar así a los diversos grupos del narcotráfico.

Asimismo, Estados Unidos inició operativos con la famosa Operation Intercept (“Operativo Intercepción”), buscando reducir el flujo de drogas a través de las fronteras mediante inspecciones verdaderamente intensas y con el uso de tecnología sumamente avanzada para detectar narcóticos. Estas medidas tuvieron cierto impacto en el corto plazo, pero igualmente generaron tensión entre ambos países y ocasionaron una sofisticación en las tecnologías del contrabando empleadas por los narcotraficantes.

La DEA (Drug Enforcement Administration) desempeñó desde entonces un papel crucial en la lucha contra el narcotráfico en México. Esta agencia estableció una presencia muy importante y fuerte en nuestro país, y ha colaborado estrechamente con las autoridades mexicanas en operaciones de carácter conjunto.

Pero habría que agregar que la relación entre las fuerzas del “orden” mexicanas y la DEA ha estado caracterizada por una marcada desconfianza debido a los conflictos de corrupción y de infiltración en las estructuras policiales y del ejército mexicano.

 

Benigno Licea González es doctor en Derecho Penal y Derecho Constitucional; fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.

Correo: liceagb@yahoo.com.mx

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